Las medidas impulsadas por el Papa Francisco tienen como objetivo una total transparencia de la economía vaticana. La Santa Sede va tomando conciencia de que la transparencia conforma la base de una buena y sólida reputación.
Rectitud y transparencia
Rectitud y transparencia. Esta es la petición que ha hecho el Papa Francisco a los responsables de la Santa Sede en materia económica. Para lograr este objetivo, entre otras medidas recientes ha tomado la decisión de transferir la gestión de los activos financieros e inmobiliarios de la Secretaría de Estado al APSA (Administración del Patrimonio de la Sede Apostólica).
La noticia, que se hizo pública el pasado 4 de noviembre, llegó después de que una ola de escándalos salpicara a la Secretaría de Estado, como la inversión inmobiliaria realizada en Londres (Sloan Avenue) y los usos del fondo maltés Centurión, que derivaron en la renuncia del cardenal Becciu. Sin embargo, la carta del Santo Padre al cardenal Pietro Parolin, Secretario de Estado vaticano, en la que le informaba de su resolución, llevaba fecha del 25 de agosto.
Una reforma ya iniciada
Los intentos del Romano Pontífice por reformar la curia y, en concreto la gestión financiera, no son una cuestión reciente. Se remontan al año 2014. Desde entonces hemos visto nacer el Consejo para la Economía, la Secretaría de Economía y la figura del Interventor General de Cuentas. En una entrevista concedida recientemente a Il Corriere della Sera, monseñor Nunzio Galantino, obispo y presidente del APSA, explicaba que “el Papa piensa en esta reforma desde hace tiempo: si hay errores en la administración, quiere saber quién tiene la responsabilidad.”
En noviembre de 2018, en una carta dirigida al coordinador del Consejo de Economía de la Santa Sede, el Papa Francisco dispuso un amplio proyecto de racionalización de la administración, y de vigilancia y transparencia. Entre otras medidas, pidió que en cuanto fuera posible hubiera un único centro donde se depositase el dinero, y desde el cual se realizaran tanto los gastos como las inversiones. Todo con el fin de tener bajo control el flujo real de la liquidez que pertenece a la Santa Sede, necesaria para la vida de la curia romana y la misión de la Iglesia.
Hacia una total transparencia
“Está en juego un cambio de mentalidad -siempre difícil de conseguir sencilla y rápidamente-, al que nos dirigimos bajo la guía del Papa Francisco”, explicaba Galantino al diario católico Il Avvenire. “Lo que se está haciendo ahora va en la dirección correcta y está demostrando que los procedimientos que estamos implementando para mejorar el sistema están funcionando”.
Esta serie de medidas tiene como objetivo hacer más racional la administración y más rastreables las operaciones, en vista a una total transparencia económica. La Santa Sede va tomando conciencia de que la transparencia conforma la base de una buena y sólida reputación.