“Está todo listo para que Dublín se convierta en la capital de las familias”. El cardenal Kevin Farrell, que está desde hace casi dos años al frente del Dicasterio para los Laicos, la Familia y la Vida, cuenta en esta entrevista para Palabra los últimos preparativos del Encuentro Mundial de las Familias, que se celebrará en Dublín del 21 al 26 de agosto con la participación del Papa Francisco.
Texto – Giovanni Tridente, Roma
Nos ofrece también una reflexión tranquila y razonada sobre diversos aspectos de la Exhortación Amoris laetitia, sobre cómo las familias han de incidir en el mundo de hoy y sobre qué contribución puede y debe venir de la “mirada femenina” en la Iglesia. De origen irlandés, realizó sus estudios en la Universidad de Salamanca, en España, y en la Gregoriana y el Angelicum en Roma, consiguiendo un Máster en Business Administration en la Universidad de Notre Dame (Estados Unidos).
En 1966 entró en la congregación de los Legionarios de Cristo, y desarrolló su actividad pastoral en México y en Washington, en cuya diócesis se incardinó en 1984. En 2001 fue nombrado precisamente obispo auxiliar de Washington, y en 2007, antes de ser llamado al Vaticano, fue promovido a obispo de Dallas. El Papa Francisco lo creó cardenal el 19 de noviembre de 2016, en el ámbito de la clausura del Jubileo extraordinario de la Misericordia.
Eminencia, faltan ya dos meses para el gran Encuentro Mundial de las Familias en Dublín. ¿Cómo avanzan los preparativos?
—El Encuentro Mundial es siempre una ocasión de gracia. Un momento para proclamar y celebrar el gozo del Evangelio de la familia. Los trabajos proceden a gran velocidad en esta recta final. Las inscripciones siguen abiertas y mucha gente continúa registrándose. Han confirmado su participación delegaciones oficiales de muchos países de los cinco continentes, que se preparan al Encuentro recibiendo e impartiendo las catequesis preparatorias que fueron preparadas para la ocasión. Prácticamente está todo listo para que Dublín se convierta en la capital de las familias.
Con el encuentro de agosto, estas reuniones cumplen sus “bodas de plata”, a 24 años de la primera convocatoria querida en 1994 por san Juan Pablo II. En su opinión, ¿qué ha cambiado desde entonces?
—Es evidente que la situación de las familias ha cambiado en estos años. Por esta razón el Papa Francisco quiso que se celebraran dos sínodos, precedidos por una consulta a 360 grados sobre la familia. Si bien hay muchas situaciones de la cultura contemporánea que no favorecen la estabilidad y solidez de las familias, la vocación originaria de las personas al amor y el deseo de familia permanecen inalterados. Precisamente por eso la Exhortación Apostólica post-sinodal Amoris Laetitia del Papa Francisco, que tanto acentúa la vía caritatis y del pulchrum, está teniendo tanta resonancia y ayudando a la Iglesia a renovar su empeño pastoral por todas las familias, sin excluir ninguna.
Pensando precisamente en Amoris laetitia, ¿cuál es, en su opinión, el verdadero secreto de un Evangelio de la familia que sea alegría para el mundo?
—Acabo de mencionarlo, la clave es anunciar la alegría del amor que quiere al otro por lo que es y que busca su bien verdadero (cfr. AL 127). La Amoris Laetitia ve el auténtico amor humano y cristiano como la única fuerza capaz de salvar al matrimonio y la familia. De ahí que el Papa coloque el amor en el centro de la familia (cfr. AL 67), concediéndole una gran importancia a lo largo de toda la Exhortación Apostólica, especialmente en los capítulos IV y V, donde describe algunas características del verdadero amor y las aplica a la vida familiar a partir del himno a la caridad de san Pablo de 1Co 13, 4-7 (cfr. AL 90-119).
Como sabemos, muchas iniciativas libertarias oscurecen la “profecía” ínsita en la primera célula de la sociedad. ¿Cómo superar estas graves crisis mundiales, y qué actitud hay que adoptar hacia el mundo?
—Los cristianos debemos estar abiertos a escuchar las preguntas que nuestros contemporáneos formulan sobre cuestiones fundamentales para la existencia. Nuestra actitud no puede ser la de quien condena “a priori” cualquier propuesta novedosa o a quienes, buscando soluciones, se equivocan. El Papa nos invita a estar atentos a la acción del Espíritu Santo que, con un neologismo muy suyo, “nos primerea”, nos antecede. Debemos estar atentos a ofrecer la doctrina, pero sobre todo el testimonio de la caridad y de la alegría de la vida familiar cristiana. Así, por ejemplo, no se puede negar que las personas buscan siempre el amor, aunque dada nuestra naturaleza caída podamos equivocarnos en el objeto y en el modo de amar. El Papa nos recuerda que el amor conyugal es auténtico cuando es un amor oblativo y espiritual, que incluye al mismo tiempo afecto, ternura, intimidad, pasión, deseo erótico, placer que se dona y se recibe (cfr. AL 120; 123), apertura a la procreación y a la educación de los hijos (cfr. AL 80- 85).
De otra parte, en el diálogo social es importante saber ofrecer razones válidas desde el punto de vista del interés común y no repetir siempre el “deber ser”. Es necesario mostrar las razones que aconsejan en vista del bien común, del interés general, y sostener a las familias para que puedan llevar a cabo su importante cometido social, distinguiendo lo que pertenece al ámbito privado de los afectos de lo que tiene además una función social irreductible. Esto es tarea especialmente de los laicos, de las mismas familias unidas con otras personas que, aun no compartiendo su fe, comparten la misma preocupación por el bienestar de la sociedad y de las familias.
Siguiendo con Amoris laetitia, fruto de dos importantes discusiones sinodales, es bien sabido que en algunos ambientes no ha sido bien digerida. Desde su punto de vista, ¿cuáles son los puntos más relevantes de este documento, que merece la pena asimilar bien?
—La Amoris Laetitia es un documento de una gran riqueza pastoral. El Papa Francisco nos ofrece una pedagogía, entendiendo que la relación de pareja es un viaje que dura toda la vida (cfr. AL 325) y que, por lo tanto, es un camino que conoce tanto la belleza y el gozo de ser amados y de amar como los defectos y pecados, las dificultades y sufrimientos. Por lo que debe considerarse con realismo y confianza, como un crecimiento y un desarrollo progresivo que se lleva a cabo juntos, paso a paso, con el ejercicio práctico, paciente y perseverante (cfr. AL 266-267). El Papa usa una expresión muy elocuente para referirse a esta realidad, dice que “el amor es artesanal” (AL 221). Esto vale también para la educación de los hijos (cfr. AL 16; 271; 273).
Todo este recorrido necesita el acompañamiento de la Iglesia. Me refiero a la comunidad cristiana, no sólo a los clérigos. Esto del acompañamiento creo que es una de las cosas más originales en la propuesta pastoral de Amoris Laetitia, y algo que debemos esforzarnos por comprender mejor y por encontrar los caminos adecuados para llevarlo a cabo.
En el seno de las Iglesias locales han nacido muchas iniciativas en el ámbito del acompañamiento a las familias en las diversas etapas, desde la boda a la llegada de los hijos y hasta la edad madura, como pide la Exhortación. ¿Qué papel ha tenido el Dicasterio en este campo, y qué hace para continuar promoviendo iniciativas nuevas?
—El Dicasterio tiene la misión de colaborar con el ministerio de comunión del Santo Padre. Por tanto, fundamentalmente estamos al servicio de las Iglesias particulares, escuchando sus experiencias y sus inquietudes. En este sentido somos un gran observatorio que recoge experiencias valiosas y trata de ponerlas en circulación de modo que toda la Iglesia se pueda beneficiar. Asimismo incentivamos la reflexión de los institutos universitarios de familia y aprovechamos su trabajo. Otro campo al que el Dicasterio se dedica especialmente es la recepción de la Amoris Laetitia y su traducción catequética.
Nos interesa también el desarrollo de una adecuada pastoral prematrimonial que, de manera catecumenal, prepare a nuestros jóvenes para vivir el amor esponsal. De ahí que se esté trabajando en una plataforma que reúne a una comunidad de personas que en el mundo entero se ocupan de apoyar a los padres de familia en la formación afectiva de sus hijos, mediante cursos, materiales didácticos y recursos pedagógicos de vario tipo.
El Papa Francisco habla con diversos tonos de una Iglesia en salida. ¿Se puede decir que existen también las “familias en salida”, según esta lógica del Papa, y qué significaría eso?
—La invitación del Papa a ser una “Iglesia en salida” es una invitación dirigida a todos y cada uno de los bautizados, ya que en razón del bautismo todos los fieles estamos llamados al apostolado, a extender el Reino de Dios según la posición eclesial que cada uno ocupa de acuerdo con su vocación específica y con sus circunstancias personales. Una “Iglesia en salida” es, pues, una Iglesia en estado permanente de misión. Por tanto, las familias también están llamadas a no encerrarse en sí mismas. Esto es inherente a la vocación cristiana. Han de permanecer abiertas a las necesidades de los demás, especialmente de aquellas personas y familias que se encuentran en dificultad por distintas razones, tanto existenciales como materiales. Familias que contribuyen solidariamente a la edificación del bien común.
También como sujetos activos y corresponsables de la misión, las familias cristianas están llamadas a participar de acuerdo con sus posibilidades en los distintos servicios pastorales que pueden desempeñar, desde la misión “ad gentes”, pasando por la catequesis de iniciación cristiana, el acompañamiento de los matrimonios jóvenes, las consultorías familiares, etc.
A propósito de la vida, ¿en qué iniciativas está trabajando el Dicasterio, y de qué modo colabora con la homónima Pontificia Academia?
—Nuestro Dicasterio tiene el encargo de promover el respeto de la dignidad de la vida de cada persona humana y de toda la vida humana, desde su concepción hasta su muerte natural, con una óptica trascendente, que mira a la persona humana integralmente destinada a la comunión eterna con Dios. En este sentido, nuestro mayor empeño es promover una pastoral integral y transversal de la vida humana, que no se reduzca tan sólo al necesario empeño pro-vida y a sus implicaciones legislativas, políticas y culturales.
Es necesario desarrollar una perspectiva holística de la pastoral, con sus instancias formativas (catequesis, formación de las conciencias, bioética), celebrativas (jornadas de oración, rosarios, vigilias, fiestas de la vida) y de servicio (centros de ayuda a la vida, acompañamiento de mujeres con embarazos no previstos, acompañamiento del síndrome del trauma post-aborto, acompañamiento del duelo, etc.), y ocupándonos de las edades del hombre. De ahí que nos preocupe la atención a los ancianos, la promoción integral de la fecundidad, no sólo en cuanto a la apertura a la procreación, sino también a la fecundidad espiritual, moral y solidaria en la atención a los menos favorecidos, en la adopción, en la custodia de los niños, etc.
Por voluntad del Papa Francisco, a su lado hay dos mujeres como Subsecretarias del Dicasterio. ¿Qué importancia tiene el papel de la mujer en la Iglesia y en la sociedad?
—Cada vez más tomamos mayor conciencia de cuántas energías perdemos cuando no se reconoce y se promueve el aporte del genio femenino, a la par de cuanto aportan los varones. Jesucristo, nuestro Señor fue en su existencia histórica uno de los mayores promotores de la dignidad e igualdad de las mujeres; luego, por razones históricas cuyo análisis excede a esta conversación, quizás a la Iglesia le ha faltado “parresía” para sacar todas las consecuencias de la Revelación cristiana acerca de la mujer. Sin embargo, en este tiempo se está reflexionando mucho sobre esto.
Me place recordar aquí, por ejemplo, la interesante reflexión que la Pontificia Comisión para América Latina ha llevado a cabo en su última Asamblea plenaria. Una reflexión que reconoce la riqueza, la complementariedad y reciprocidad de la diferencia sexual, por lo que se coloca más allá de ciertos feminismos y reivindica plenamente la igualdad y diferencia de hombres y mujeres. Nuestra oficina, además de contar con el aporte de estas dos nuevas Subsecretarias, cuenta también con varias oficiales, casadas y solteras, consagradas y seglares, que día a día aportan su riqueza y carisma femenino a nuestra misión, y contamos también con un departamento que se ocupa de promover a las mujeres, de manera que ellas puedan aportar en los distintos niveles de toma de decisiones su aproximación femenina a las distintas situaciones y elecciones que hay que hacer para alentar la misión y construir comunión.
La mirada femenina es necesaria hoy más que nunca para desarrollar una Iglesia con actitudes maternas, como el Papa nos invita continuamente a hacer: la revolución de la ternura, las entrañas de misericordia y el acercamiento pastoral de cuidado y acompañamiento, que se hace cargo de las situaciones concretas de las personas.