La Iglesia en los Estados Unidos (EUA) es la cuarta más grande del planeta (70 millones de católicos) y una de las más diversas. El inmenso territorio cuenta con 196 jurisdicciones eclesiásticas que abarcan los 50 estados y los territorios extracontinentales. En este país se ha anunciado la palabra de Dios e impartido los sacramentos desde el siglo XVI. La vastedad del territorio comprende diferencias geográficas, sociales y demográficas abismales. Hay diócesis insertadas en el desierto con calor extremo de hasta 50 grados (122 fahrenheit) como la diócesis de Phoenix (desierto de Arizona); otras donde la mayor parte del año viven bajo el hielo con gélidas temperaturas, como la diócesis de Fairbanks en Alaska; hay otros lugares que son paraísos tropicales como la diócesis de Honolulu en Hawái. ¿Cómo se anuncia la palabra de Dios y se imparten los sacramentos en esos lugares? ¿Cómo se organiza el trabajo pastoral alrededor de las circunstancias geográficas, sociales demográficas? ¿Cuáles son los problemas más apremiantes, dada la vastedad del territorio?
Esta serie de artículos con los que inicia Omnes USA presentará la diversidad de la Iglesia en los EUA, sus logros, esperanzas y su trabajo pastoral desde la perspectiva de la unidad fundamental de la Iglesia: sus parroquias. Son un microcosmos de la realidad diocesana y pastoral. Recorreremos varios puntos del país llegando hasta sus periferias geográficas y existenciales. Estos artículos presentarán sus retos, éxitos y múltiples historias que, aunque no lleguen a las primeras páginas de los tabloides, han transformado la vida de millones de norteamericanos.
El objetivo es presentar por medio de sus diócesis, parroquias y actividades pastorales algunas de las particularidades que distinguen cada jurisdicción. De esa forma, visitaremos alguna de las diócesis de misión en EUA (que no disponen de fondos propios suficientes para subsistir y dependen de recursos externos) las cuales se ubican en los Apalaches, las Montañas Rocallosas o en la frontera sur y noroeste del país. También presentaremos el apasionante trabajo pastoral en las reservas de los indígenas nativos de Norteamérica. Iremos a las periferias geográficas y existenciales de este país. Iniciamos esta serie en una de ellas: la frontera entre México y Estados Unidos.
La frontera sur de EUA
La frontera entre México y Estados Unidos es uno de los espacios transnacionales más dinámicos y diversos en el mundo. Tiene una extensión de 3,141 km. Abarca desde el océano Pacífico al Golfo de México. En ambos lados de la frontera habitan 19 millones de estadounidenses, distribuidos en cuatros estados norteamericanos, así como 11 millones de mexicanos en seis estados de ese país. Para comunicar México y EUA hay 48 puntos de cruce fronterizo. El más transitado es el de «San Ysidro», en San Diego, California. Es el cruce terrestre más transitado del hemisferio occidental y uno de los más concurridos del planeta.
Estos puertos son las venas que alimentan el sistema económico de ambos países. México es el tercer socio económico de EU con un comercio aproximado de 614 mil millones de dólares anuales. México, Estados Unidos y Canadá forman parte desde 1994 de un tratado comercial (originalmente llamado TLCAN, luego T-MEC). Esta zona constituye la segunda región comercial más grande del planeta, después de la Unión Europea. El dinamismo transfronterizo tiene un lado sombrío: la migración indocumentada. Aunque la mayor parte de los cruces diarios por tierra se hacen con documentos, cientos de personas tratan de cruzar a los EUA sin los permisos requeridos.
Diócesis de frontera: San Diego
Ubicada al suroeste de los Estados Unidos, la diócesis de San Diego, en el estado de California, colinda al sur con la diócesis de Tijuana. Antes de su creación como jurisdicción propia pertenecía a la Diócesis de Los Ángeles.
La presencia católica en la región data del siglo XVIII, con las misiones franciscanas. Los primeros frailes dirigidos por san Junípero Serra establecieron la Misión de San Diego de Alcalá en 1769 y, más tarde, la Misión San Luis Rey de Francia en 1798. Actualmente la diócesis abarca 22,926 kilómetros cuadrados. La preside el cardenal Robert W. McElroy, quien fue nombrado obispo de San Diego el 15 de abril del 2015 y cardenal en mayo del 2022. La diócesis cuenta con aproximadamente 1. 392. 000 católicos, 97 parroquias y varias misiones. Hay un total de 154 sacerdotes diocesanos, 88 sacerdotes religiosos y 181 religiosas. Como la mayor parte de las diócesis norteamericanas, cuenta con una importante estructura de servicios educativos, sociales y de salud que brindan servicio a más de 400.000 personas cada año. En sus escuelas están inscritos más de 32 mil alumnos desde primaria hasta universidad.
Las prioridades pastorales de la diócesis de San Diego incluyen la promoción de la espiritualidad católica, especialmente la Santa Misa, la evangelización y la catequesis sistemática, el impulso y fortalecimiento del matrimonio, las vocaciones sacerdotales y religiosas, la familia y los jóvenes; la promoción de la cultura y la defensa de la vida en todas sus etapas. En ese rubro, una de las prioridades es la atención a refugiados, inmigrantes, documentados e indocumentados. Se calcula que en la región hay cerca de 200.000 indocumentados, la mayoría procedentes de México. «Nuestra diócesis abarca toda la frontera de California con México. La frontera influye la vida pastoral de toda la diócesis, no solamente las parroquias y escuelas católicas más cerca de la frontera», afirma Aida Bustos, directora de medios de la Diócesis de San Diego.
El trabajo parroquial en la frontera: Llevar la misericordia de Dios
Una de las parroquias ubicadas a unos pasos de la frontera es la parroquia de Nuestra Señora de Guadalupe, en Calexico, California, al suroeste de San Diego. Colinda con la ciudad de Mexicali. Su párroco es el sacerdote José Sosa, religioso de la Orden de los Clérigos Regulares Pobres de la Madre de Dios de las Escuelas Pías, Escolapios. En la ciudad de Calexico viven cerca de 40.000 habitantes, de los cuales cerca de 3.000 acuden a las Misas dominicales y a diversas actividades parroquiales. La mayor parte de su población es hispana, son segunda generación de inmigrantes. Trabajan en las faenas del campo y en el sector comercial. En la parroquia hay varios apostolados orientados a la familia, como el Movimiento Familiar Cristiano; el estudio del catecismo y la preparación a los sacramentos para los niños y los jóvenes.
El trabajo con los inmigrantes
Al ser una parroquia de periferia, ubicada sobre la frontera, uno de los ministerios es el de la atención a los inmigrantes. El padre José Sosa conversa con Omnes sobre este apostolado que ha cobrado especial importancia a en los últimos cinco años (exceptuando el 2020 y parte del 2021 a causa de la pandemia), debido a un aumento sin precedentes del número de inmigrantes que llegan a la frontera con México, tratando de ingresar a los EUA en búsqueda del sueño americano.
Los inmigrantes huyen de la pobreza y de la violencia que se ha incrementado en México y Centroamérica. Es una situación que afecta particularmente a las ciudades fronterizas mexicanas, pues en esos lugares miles de inmigrantes están estancados, esperando su turno para ser llamados por las autoridades migratorias o simplemente una oportunidad para cruzar sin los permisos. Del lado norteamericano, en las parroquias fronterizas de la diócesis de San Diego la situación también se deja sentir pero no con la misma intensidad. Muchos de quienes logran cruzar a EUA sin papeles llegan a las parroquias buscando ayuda o simplemente un lugar donde descansar para después continuar su recorrido.
Con respecto al apoyo que la parroquia brinda a los inmigrantes que logran cruzar la frontera, el padre José afirma que “la misericordia del Señor es lo más importante. Cada ser humano cuenta con una dignidad propia, tengan o no permiso de migración. En ese sentido, la parroquia está abierta a brindarles un lugar donde puedan descansar, contactar a familiares y recibir alimento. Muchos de ellos han recorrido miles de kilómetros desde Centroamérica o México y pasando por sitios geográficamente peligrosos como el desierto”.
Algunos vienen enfermos, sangrando con ampollas en los pies. El Padre José afirma que en la parroquia se les brinda el cuidado que necesitan, pero sobre todo se les brinda cariño, «de forma que ellos sientan que tienen una familia y que hay personas que los van a tratar como como hermanos y hermanas».
El padre José cuenta que además de este servicio, la parroquia organiza cada año la «posada del migrante» en Navidad. En esta actividad los feligreses acuden a la frontera en donde se forman dos grupos, divididos por la barda metálica. En ambos lados se entonan cantos tradicionales para «pedir posada» y cantar villancicos y al final entregar regalos o suministros. En ese rubro hay otra parroquia en Calexico, la cual recolecta regularmente víveres para llevarlos del lado mexicano.
Han sido muchas las historias que han tocado los corazones del padre José y de la comunidad de Nuestra Señora de Guadalupe. Una de ellas fue la de tres jóvenes guatemaltecos indocumentados que llegaron con un niño de 4 años. «Fue un 31 de diciembre», narra el padre José, «venían buscando un mejor porvenir para sus familias. Los acogimos en nuestra casa parroquial y cenamos juntos. En cierto momento ellos se echaron a llorar pensando lo que iba pasar con sus vidas». El llanto se esfumó al ver a su niño de cuatro años quien estaba muy feliz jugando con un carrito que le había regalado la comunidad parroquial. En su inocencia, no sabía que a su edad ya era inmigrante. Su alegría y ternura contagiaron a sus familiares y a los sacerdotes y el sufrimiento se disipó. «La ternura es una de las cosas más valiosas de la vida», señala el Padre Sosa.
Los inmigrantes seguirán pasando por esa y por muchas otras parroquias norteamericanas de frontera, ¿qué hacer y cómo ayudarlos? El padre Sosa recomienda: «La misericordia es el corazón de Cristo. Los que nos llamamos católicos estamos llamados a tener el mismo corazón de Cristo y apoyar a cada hermano nuestro, que va buscando un mejor porvenir para su familia, huyendo de la violencia, y de tantas desgracias que pasamos en nuestros países».