El diálogo interreligioso es una herramienta para la diplomacia y la construcción de la paz. El jueves 15 de junio tuvo lugar en el Parlamento italiano una mesa redonda organizada por el Instituto de Estudios de Política Internacional (ISPI) sobre este tema.
La iniciativa contó con la presencia de Paul Richard Gallagher, Secretario para las Relaciones con los Estados y las Organizaciones Internacionales de la Santa Sede. «Cuando se habla de religión y paz, lo primero que viene a la mente es la oración», comenzó el arzobispo, porque es «una vía privilegiada a través de la cual sólo quien tiene fe puede expresar su deseo de paz».
Un deseo «basado en cuatro directrices éticas, típicas de las grandes tradiciones religiosas: respeto a la vida, diálogo, honestidad, respeto mutuo». Sólo así puede funcionar el diálogo interreligioso, «fundamental para construir la paz entre las naciones, dado que alrededor del 85% de la población mundial se identifica con una religión» y para «evitar que el fundamentalismo se imponga y que se multipliquen las persecuciones religiosas».
¿Cuál es el camino a seguir en medio de tantos conflictos que tiñen el mundo de sangre, siendo la comunidad cristiana la más perseguida? «Es necesario activar medidas que permitan a las partes entrar en un estado de paz y justicia, no de agresión y muerte», explicó Gallagher, «la paz ya no debe verse como la ausencia de guerra impuesta por la fuerza, sino como un acto de justicia inscrito en la realidad».
Decisiva es entonces la ‘fraternidad, considerada por el Papa Francisco como fundamento y camino hacia la paz. Así como guía a los individuos, debe guiar a la familia de las naciones, junto con la no violencia y la caridad».
Promover el contacto humano, no relegar la religión a la esfera individual para promover la dimensión pública de la fe. En este marco, una delegación de unos 80 monjes inició, el mismo 15 de junio, una visita de dos días a Roma. En el Augustinianum, se reunieron con representantes del Dicasterio para el Diálogo Interreligioso, dirigido por el cardenal Ayuso.
Estaba previsto que la delegación se reuniera con el Papa Francisco, pero debido a la convalecencia del Pontífice, le escribieron una carta, firmada por el Venerable Somdet Phra Mahathirachan, abad del Templo Real de Wat Phra Cetuphon.
La delegación tailandesa estaba formada por miembros del Consejo Supremo de la Sangha de Tailandia, la Asamblea de la Sangha de Wat Phra Chetuphon, la Oficina Reguladora de los Bhikkhus Dhammaduta en el Extranjero y el personal del Instituto Rey Prajadhipok.
La carta al Papa, escrita en italiano en nombre de todos los miembros de la delegación, del arzobispo de Chiang Mai, Francesco Saverio Vira Arpondratana, y de las embajadas de Tailandia en Italia y en la Santa Sede, se abría asegurando al Papa Francisco que le tenían profundamente presente en sus oraciones, especialmente mientras continúa recuperándose de una operación abdominal en el hospital Gemelli, de donde fue dado de alta el 16 de junio.
A continuación, los monjes budistas rezaron por la paz y visitaron la tumba del difunto Papa Benedicto XVI, reuniéndose en torno a ella y permaneciendo unos instantes en silencio.
En su saludo a la delegación, el cardenal Ayuso recordó que, «como amigos», compartimos «las mismas alegrías, las mismas penas, las mismas preocupaciones y visiones». Las dos delegaciones, católica y budista, representan una peregrinación de amigos, continuó el cardenal, de la que el Papa Francisco es testigo.