Los Estados introdujeron una fiesta federal en 2021 bajo el mandato de Joe Biden, que la calificó como «uno de los mayores honores como presidente». El evento se denomina «Día de la Libertad» o «Día de la Liberación”. El aniversario, celebrado especialmente en la comunidad afroamericana, se sintió con especial intensidad en 2020, tras el asesinato de George Floyd en Minneapolis a manos de la policía.
La esclavitud forma parte de la historia de la humanidad y tiene raíces muy antiguas. Una de las primeras rupturas con esta tradición se produce en la persona de Jesús y la posterior difusión de sus enseñanzas. San Pablo en su carta a los Gálatas escribe: «Porque todos vosotros sois hijos de Dios. No hay judío ni griego; no hay esclavo ni libre; no hay hombre ni mujer, porque todos sois uno en Cristo Jesús» (Gal 3:26-28).
Fueron necesarios varios siglos de vida cristiana para difundir la oposición a esta práctica. Desde los primeros tiempos parecía estar en profunda antítesis con el mensaje de amor, libertad e igualdad del cristianismo.
En la Edad Media
La Europa medieval fue la única civilización que se mostró capaz de mitigar, primero, y abolir, después, la compraventa de seres humanos, en virtud de sus valores teológicos y antropológicos cristianos. El Concilio de Londres de 1102 representa la primera condena explícita de la esclavitud en bloque: «que nadie entre en el nefasto comercio, que estaba en uso aquí en Anglia, por el que los hombres se vendían como si fueran animales brutos».
A finales del siglo XII, el francés Juan de Matha fundó la Orden de la Santísima Trinidad. Este proyecto de vida religiosa unía el culto a la Trinidad con la labor de liberación de la esclavitud, en particular el rescate de los cristianos que habían caído prisioneros de los moros. La orden se esforzó por la redención de los cautivos porque sabía que se les ofrecía la libertad si renunciaban a su fe. Recientemente, la Orden de la Santísima Trinidad ha realizado el servicio de la liberación de diversas maneras: atendiendo las nuevas formas de esclavitud (prostitución, alcoholismo, drogadicción, etc.) o participando en la liberación de los indigentes de la pobreza.
Época Moderna
En la época del descubrimiento del continente americano, el pensamiento de los distintos papas había madurado en una oposición convencida a la práctica de la esclavitud, que se extendió mucho con las poblaciones de indios, negros, etc. Por parte de la Iglesia, en los siglos XV al XIX, las bulas papales y las excomuniones a los traficantes de esclavos fueron habituales.
En 1492, año del descubrimiento de América, el Papa Pío II recordó a un obispo de la Guinea portuguesa (actual Guinea Bissau) que la esclavización de los negros era «magnum scelus», un gran crimen. Posteriormente, los papas utilizaron la excomunión para mostrar su rechazo de esta práctica. Por ejemplo, el Papa Urbano VIII en 1639 y el Papa Benedicto XIV en 1741.
Edad Contemporánea
En el momento en que el Congreso de Viena de 1815 decidió cómo repartir el continente africano, el Papa Pío VII pidió que se prohibiera la trata de esclavos. Y en 1839 el Papa Gregorio XVI resumió los pronunciamientos condenatorios de sus predecesores en una bula en la que «amonesta y suplica» a los cristianos que dejen de ser culpables de la «tan grande infamia» de la esclavitud, «ese comercio inhumano por el que los negros… son comprados, vendidos y a veces obligados a realizar trabajos muy duros».
Entre los siglos XIX y XX, la oposición de la Iglesia se hizo cada vez más severa, hasta el punto de que el Código de Derecho Canónico de 1917 castigaba la esclavitud incluyéndola entre los delitos «contra la vida, la libertad, la propiedad, la buena reputación y la moral». Los laicos que hayan sido condenados legítimamente por asesinato, «secuestro de niños de ambos sexos, venta de hombres como esclavos» y otros actos malvados, «deben ser excluidos automáticamente de cualquier acción eclesiástica y de cualquier salario, si lo tuvieran en la Iglesia, con la obligación de reparar el daño».
En el Concilio Vaticano II se menciona la esclavitud en una larga lista de prácticas «vergonzosas» que ofenden la dignidad humana. Finalmente, el Catecismo de la Iglesia Católica (1994) condena la esclavitud en la sección del séptimo mandamiento, «no robarás».
Proyectos actuales
En los últimos años ha arraigado una iniciativa originada en la vida religiosa femenina y denominada Talitha Kum. El proyecto ha despertado el profundo deseo de dignidad y vida que ha estado latente y herido por tantas formas de explotación. La trata de personas es un fenómeno complejo y multidimensional, que hiere a decenas de millones de personas y a toda la sociedad humana. Las actividades de Talitha Kum se dirigen a todas las personas privadas de su dignidad y libertad. Y eso con independiencia de su estilo de vida, raza, religión, situación económica u orientación sexual.
Evidentemente, en el siglo XXI, el fenómeno de la esclavitud aún no está superado, y presenta formas de expresión que han evolucionado con el tiempo. A lo largo de la historia de la Iglesia encontramos abundantes argumentos teológicos desde los tiempos patrísticos para condenar esta práctica. Por ejemplo, se subraya que Dios es el creador de todos los hombres, que gozan de igual capacidad y dignidad; el dominio de unos hombres sobre otros es consecuencia del pecado del hombre; el sacrificio de Cristo ha liberado a todos los hombres por igual de la esclavitud del mal; todos los hombres, incluso los no creyentes, son capaces de tener fe en Cristo; la esclavitud es un obstáculo para la conversión a Dios debido al testimonio negativo que ofrecen los cristianos.