Denver es conocida no solo por su belleza natural (que atrae a miles de turistas) sino por su vida cultural, próspera economía y desde el punto de vista de la fe, por la impronta que ha tenido en la iglesia a nivel nacional.
La arquidiócesis de Denver ha sido semillero de muchos apostolados y movimientos laicos que han tenido un impacto en la vida eclesial en el país. Algunos de estos nacieron tras la Jornada Mundial de la Juventud y la visita del Papa Juan Pablo II en agosto de 1993.
Para conocer mejor la arquidiócesis de Denver y su labor, Omnes entrevistó al Dr. Scott Elmer, Jefe de Misiones de la arquidiócesis. Está casado y tiene cinco hijos. Estudió un máster en Teología Sistemática en el “Augustine Institute” y cuenta con un doctorado en Ministerio de la Universidad Católica de América. Su trabajo consiste en supervisar que los esfuerzos de evangelización, formación de la fe y los departamentos de la curia se alineen con la misión de la Arquidiócesis.
En términos de comunidades culturales y étnicas, ¿cómo está compuesta la Arquidiócesis?
– En la arquidiócesis hay diferentes grupos étnicos pero los tres principales son caucásico, latino y vietnamita. En términos generales, la mitad de la población es latina, de varias generaciones. Muchos son bilingües. También tenemos una comunidad vietnamita bastante grande y siguen llegando inmigrantes de distintas partes del mundo.
¿Cómo ha evolucionado esa presencia étnica en Denver?
– En general, Denver es una ciudad muy caucásica, comparada con otras ciudades. Sin embargo, a partir de los años 90 comenzaron a llegar grandes grupos de inmigrantes latinos, así que nos hemos vuelto cada vez más latinos. También la presencia vietnamita ha sido estable, aunque cada vez más tenemos grupos étnicos provenientes de diferentes partes de África.
¿Cuáles son los principales apostolados o movimientos laicos en Denver?
– En términos de movimientos eclesiales laicos, el Movimiento Familiar Cristiano es el más grande. También tenemos la presencia de la “Renovación Carismática”, “Centro san Juan Diego”,” Prevención y Rescate” (apostolado de ayuda a personas y familias en situación de adicción y pandillerismo), “Adoración Nocturna”, “Cursillos de Cristiandad”, “FOCUS” y “Families of Character” (Dedicado a apoyar a padres de familia con hijos).
También tenemos muchos apostolados que nacieron en Denver, que tienen su sede aquí y han tenido un gran impacto en todo el país. Por ejemplo “Augustine Institute”, “Amazing Parish” (Apostolado orientado a brindar herramientas para ayudar a las parroquias) o “Real Life Catholic” (ministerio dedicado a la evangelización en la era moderna), entre otros.
¿Cómo fue la experiencia diocesana con el Sínodo de Obispos?
– Fue una experiencia realmente hermosa. No recuerdo el número, pero participaron miles de personas provenientes de parroquias y de movimientos eclesiales laicos. Hubo muchas sesiones parroquiales dedicadas a escuchar. Nuestros pastores hicieron un trabajo admirable haciendo que las parroquias estuvieran disponibles para ello. Lo que hicimos fue básicamente escuchar al Señor, considerando en discernimiento lo que Él nos decía.
En términos prácticos, se le pidió a la gente que meditara en torno a ciertas preguntas relacionadas con nuestra misión, por ejemplo: ¿cuál es el papel y la misión de un discípulo?, ¿cuál es la misión de la familia, de la parroquia y de la arquidiócesis? De hecho, fueron preguntas que ya estábamos trabajando. Las respuestas nos proporcionaron mucha información, pero también confirmación, afirmación y aliento en todo ese proceso.
Luego, tuvimos un gran Sínodo de tres días en el que estuvieron dos representantes de cada parroquia. Tuvimos unas 400 o 500 personas con sus párrocos. En dichas sesiones retomamos las respuestas, las resumimos y meditamos nuevamente sobre ellas. Esta fue la base del informe que se envió a la conferencia episcopal.
¿Cómo se sintió la gente al participar en este proceso sinodal?
– Estaban contentos y entusiasmados. Decían que fue muy significativo participar y formar parte de “algo más grande” que su parroquia. Creo que uno de los principales beneficios fue que la gente sintió que aprendió a rezar y meditar juntos sobre determinados temas. Así que la acogida fue muy positiva.
¿Cómo fue la experiencia en Denver con el Renacimiento Eucarístico?
– A nivel diocesano organizamos grupos de la curia para visitar nuestros decanatos, parroquias, algunas de las zonas periféricas y exponer cuáles eran nuestros objetivos para el Renacimiento Eucarístico. El proceso fue similar al Sínodo diocesano: tuvimos representantes de todas las comunidades, las parroquias y los movimientos. También hubo charlas y por supuesto tiempo de oración.
El arzobispo celebró una Misa en la que comisionó a las personas a ir a las parroquias y ayudarlas en el proceso. Esto les ayudó a preparar la fase parroquial del Renacimiento Eucarístico. Durante el año y la fase parroquial establecimos sitios de peregrinación centrados en algún aspecto de la Eucaristía. De esa forma, en dichas parroquias se montaron paneles con material centrado en los milagros eucarísticos. En algunas ocasiones hubo ponentes que ofrecieron una charla, seguida de un tiempo de adoración o una misa. Por ejemplo, en una ocasión el Dr. Ben Aekers, profesor del Instituto Augustine, habló en la parroquia de la Preciosísima Sangre sobre la Eucaristía como sacrificio.
Asimismo, la peregrinación Eucarística nacional cruzó Denver del 7 al 9 de junio. Hubo varias procesiones eucarísticas en el centro de la ciudad, así como adoración y oportunidades para brindar algún servicio en la ciudad. Y durante el Congreso Eucarístico Nacional hubo un contingente de la arquidiócesis.
Desde su perspectiva de esposo cristiano, casado durante once años con cinco hijos, ¿qué le diría a una persona que se plantea el matrimonio como su vocación?
– Busquen primero el Reino de Dios y todo lo demás se les dará. Sólo hay una cosa que al final va a ser importante: su relación con Dios. Si nuestros corazones están bien y lo estamos buscando, su plan se desarrollará. Él se encargará de todas las cosas que les preocupan. No sacrifiquen ningún aspecto de su relación con Dios, porque Él quiere lo mejor para nosotros y tenemos que confiar en Él.