El 22 de enero es el aniversario de la sentencia Roe v. Wade, que marcó un hito en la historia del aborto en Estados Unidos. En 1973 el aborto se declaró un derecho constitucional. Sin embargo, tras casi cincuenta años, la Corte Suprema revocó su decisión y anuló Roe v. Wade el 24 de junio de 2022, avanzando así en la defensa de la vida.
Desde enero de 1973, el 22 es conocido como el día de oración para la protección legal de los no nacidos. Por ello, el secretario del comité para las actividades provida de la Conferencia episcopal estadounidense publicó una declaración recordando a los fieles que la penitencia y oración de los cristianos sigue siendo esencial para la defensa de la vida.
En el comunicado, el obispo Michael F. Burbidge señaló que “la vida humana sigue gravemente amenazado por el aborto legalizado en la mayoría de los estados y sigue promoviéndose agresivamente a nivel federal”.
A través del comité, la Conferencia episcopal estadounidense afirmó que mantiene su “compromiso de trabajar por la protección jurídica de toda vida humana desde la concepción hasta la muerte natural”. Sin embargo, el comunicado expresó que la responsabilidad recae sobre todos los católicos.
La vida es responsabilidad de todos
La declaración del obispo Burbidge pidió a los fieles que “sea cual sea su papel, adopten medidas para proteger la vida humana”. Y animó a permanecer en esta certeza, aunque “la verdad no suele ser fácil, pero es necesaria”.
Un modo especial de cuidar la vida es la “solidaridad radical” con las mujeres embarazadas. El comité provida quiso dejar claro que no se puede apoyar solo la vida en la teoría, sino que la realidad exige a las comunidades acompañar en el camino a las madres y a sus hijos.
Al mismo tiempo, la compasión hacia las personas que ya han pasado por un aborto es vital. El comunicado subrayó que “la Iglesia ofrece el perdón de Cristo, curación y esperanza” para todos aquellos que tomaron la decisión de abortar.
Por último, la Conferencia episcopal manifestó su deseo de “que todas las personas de fe y buena voluntad proclamen que la vida humana es un don precioso de Dios y que cada persona que recibe este don tiene responsabilidades hacia Dios, hacia sí misma y hacia los demás”.