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David Rolo: «En Vietnam, los que no son cristianos no saben nada del cristianismo»

En Vietnam hay actualmente unos siete millones de católicos, el 7 % de la población. La historia de la Iglesia católica en este país asiático ha estado marcada por el martirio y la persecución hasta bien entrado el siglo XX. En esta entrevista, el misionero David Rolo comparte algunas claves importantes sobre la fe cristiana en Vietnam.

Loreto Rios·2 de septiembre de 2024·Tiempo de lectura: 8 minutos

David Rolo es un misionero español perteneciente a la Fraternidad Misionera Verbum Dei. Natural de Toledo, lleva siendo misionero 29 años, desde 1995, y sacerdote desde hace veinte. Actualmente, se encuentra en Vietnam, donde lleva desde 2019. Su labor, desde hace dos años, consiste en el cuidado pastoral de la comunidad internacional de la archidiócesis de Saigón, al sur del país, cometido que lleva adelante junto a un sacerdote vietnamita.

¿Cómo fue su proceso de vocación hasta llegar a ser misionero en Vietnam?

-Como soy miembro de una comunidad religiosa que es eminentemente misionera, he estado destinado en diferentes sitios: México, España, Italia, un tiempo en Filipinas y, en misiones más breves, de tres o cuatro meses, en Venezuela, Chile, Polonia… Nosotros, como institución religiosa, tenemos presencia en Asia: estamos en Filipinas, también en Singapur y en Taiwán. Vimos necesario expandir un poco nuestras comunidades y, después de hacer un estudio, comprobamos que Vietnam era un sitio propicio porque, quitando Filipinas, que es una excepción dentro de Asia, Vietnam es uno de los países que tiene un porcentaje de católicos más amplio, a pesar de que es muy pequeño, el 7 % solamente de la población. Pero nos parecía una buena plataforma, y además la presencia misionera de la Iglesia en Asia es un deber, porque es el continente donde hay mayor número de personas y donde menos se conoce a Jesús y el Evangelio. Estar aquí no es un capricho, sino que es una obligación, si realmente nos llamamos misioneros. Después de un proceso de discernimiento y de terminar mi destino anterior, en Roma, me encargaron fundar en Vietnam, y llegué en enero del año 2019.

En líneas generales, ¿cuál es actualmente la situación de la Iglesia en Vietnam?

-La Iglesia en Vietnam es relativamente pequeña, y eso de “relativamente” lo quisiera subrayar, porque, comparada con la de los países del entorno, es una minoría significativa, ya que en un país de alrededor de cien millones de personas, el 7 % son siete millones.

Es una iglesia marcada en su historia por la persecución y el martirio. No se puede entender la Iglesia en Vietnam sin esa historia de lucha y supervivencia desde la llegada de los primeros misioneros europeos, que fueron fundamentalmente franceses, portugueses y españoles. Entre otras cosas, fue debido a que el proceso de evangelización no encajaba con algunas líneas culturales muy marcadas del pueblo vietnamita, y también por algunas faltas de entendimiento de la cultura en los orígenes. Esa historia de persecución perduró hasta hace muy poco, creo que tenemos en mente todos la experiencia del cardenal Van Thuan, y todavía te encuentras aquí con personas de Iglesia, mayores ya de edad, que han estado tiempo en la cárcel.

Eso hace que los católicos en Vietnam realmente estén muy orgullosos y sean muy férreos defensores del legado que les han pasado las generaciones anteriores. Por lo tanto, aquí el concepto de ser católico pero no practicante directamente no existe. Aunque estamos hablando de un porcentaje pequeño de la población, las iglesias están siempre llenas, porque esos 7 millones de católicos acuden regularmente a las Eucaristías, no solo dominicales, sino también diarias, y tienen un sentimiento de pertenencia realmente muy muy arraigado. Por otro lado, recientemente está habiendo un acercamiento muy bonito del gobierno vietnamita (que tiene un sistema de partido único: el partido comunista de Vietnam) hacia la Iglesia católica, después de mucho tiempo de diálogo entre la Conferencia Episcopal Vietnamita y el gobierno. La pandemia fue un punto de inflexión muy importante, por el testimonio de muchos fieles de la Iglesia que hacían labores de voluntariado y se ofrecían para estar en hospitales, cuidaban enfermos, distribuían comida a los que estaban en confinamiento… Ese testimonio ha sido recogido con agradecimiento por parte del gobierno vietnamita y se ha dado las gracias públicamente, reconociendo la presencia de la Iglesia como beneficiosa para el país y para la sociedad vietnamita. También ha habido acercamientos hacia la Santa Sede, que al final han derivado en la presencia del representante del Vaticano en territorio vietnamita. Antes, el obispo Marek vivía en Singapur y solo se desplazaba a Vietnam para hacer algunas visitas. Sin embargo, ahora ya puede tener presencia estable en Vietnam, aunque todavía las relaciones diplomáticas tienen que seguir avanzando. Es un momento de bastante entendimiento, diríamos, y se van dando pasos poco a poco en ese sentido.

¿Qué retos pastorales percibe en Vietnam?

-Yo dividiría los retos pastorales en dos grandes bloques: uno es la pastoral al cristiano de la Iglesia, y otro la pastoral ad gentes, con las personas que no están bautizadas. A nivel interno, diría yo que el mayor reto es que los fieles católicos son personas muy piadosas, que tienen, como comentaba antes, un fuerte arraigo en su sentido de pertenencia a la Iglesia, que asisten a las celebraciones, que colaboran con la Iglesia, pero no hay, en muchos casos, una vivencia espiritual profunda y una experiencia de encuentro con Dios que les lleve a una vida de relación con Dios en su día a día. Entonces, se vive la fe de una forma basada en la creencia y en la tradición, pero hay poca experiencia personal de fe profunda. Creo que ese es uno de los grandes retos: cómo facilitar a las personas una experiencia personal de Dios, no solamente el Dios Todopoderoso que está en el Cielo, sino el Dios con el que me puedo relacionar en el día a día, que me acompaña, me lleva a ratos de oración personal, a profundizar en la palabra de Dios, etc. Hay un proceso ahí que hacer, sobre todo porque las nuevas generaciones, como pasa un poco en todos los países, por la globalización, están empezando a sentir un poco más de desafección hacia la Iglesia, y buscan algo más que solamente ir a Misa.

Evidentemente, vivir en un país donde la inmensa mayoría de los ciudadanos no son miembros de la Iglesia y no tienen ni siquiera una cultura cristiana es otro gran reto. Y una cosa que sorprende bastante es que, aunque decimos, por ejemplo, que en Europa estamos en periodo de nueva evangelización, porque los jóvenes ya conocen cada vez menos de Dios, la verdad es que nuestro bagaje cultural está ampliamente marcado por el cristianismo, y por lo tanto muchas celebraciones culturales, como la Navidad, Semana Santa, las fiestas populares de los pueblos, las celebramos todos, y más o menos los jóvenes, aunque no sean creyentes o no estén bautizados, saben lo que es una iglesia, un sacerdote, una monja… Aquí, realmente los que no son cristianos no saben absolutamente nada de lo que es el cristianismo. Es un reto muy grande, que implica mucho testimonio de vida, silencioso, de estar presente, al servicio de la sociedad con la caridad, el voluntariado, y seguir estando firmes en las propias creencias en medio de un ambiente de cultura budista, que es la religión mayoritaria, siendo parte de esta cultura sin renunciar a la propia identidad.

Por tanto, aquí hay muchísimos retos, también porque no siempre es fácil por situaciones políticas hacer una evangelización abierta sin que haya sospechas de que estás haciendo proselitismo o trayendo ideas occidentales a esta cultura.

¿Cuáles son las principales diferencias entre la Iglesia en Vietnam y la occidental?

-La iglesia vietnamita es una iglesia cien por cien católica, apostólica y romana, por tanto es una iglesia en la que lo que es la celebración litúrgica en sí o la comprensión de la Iglesia misma es muy semejante a la que tenemos nosotros, porque la evangelización primera vino de Europa, como en otros muchos sitios. Por tanto, aunque tiene sus peculiaridades, no son tan significativas. Me parece que una diferencia es que el ambiente religioso dentro de la iglesia en Vietnam es el que se podía tener en Europa hace 50 o 70 años. Aquí se está en otra etapa. En Europa se han ido superando cosas, como la primacía absoluta del sacerdote, que lo decide todo, lo organiza todo en la parroquia. Esa vivencia de la sinodalidad aquí todavía está en pañales, porque la figura del sacerdote es muy preeminente, y la gente está para ayudar a lo que el cura diga, en modelos que a lo mejor no son ya los nuestros. Luego, hay una realidad también muy evidente que es la vocacional: aquí todavía hay muchas vocaciones, y entran en los seminarios diocesanos muchos jóvenes. Eso es una diferencia evidente con la realidad vocacional en Europa. Es verdad también que cuando el ambiente exterior, como es el europeo, es más complicado, las vocaciones son mucho más personalizadas y la gente que realmente da el paso a la consagración o el sacerdocio es porque tienen un convencimiento muy serio, muy profundo, y saben lo que quieren hacer. Aquí muchas veces todavía la vocación es fruto de la inercia familiar, porque a las familias católicas les encantaría tener entre sus miembros a un cura o a una monja. A veces, los jóvenes optan por la vida consagrada no por convencimiento personal, sino porque han escuchado desde siempre en la familia que sus papás y sus abuelos estarían muy orgullosos, y quieren tener a la familia contenta. En lo positivo, hay una diferencia por tanto en número, y, en lo negativo, en cómo se vive o personaliza la vocación.

Otra gran diferencia es lo que comentaba antes: aquí las iglesias están siempre llenas, sorprende por el bajo porcentaje respecto a la población general, pero realmente es impresionante ver las iglesias llenas siempre, incluso hay gente en la calle con altavoces y pantallas para seguir las Misas, porque no caben dentro, y eso que hay bastantes iglesias. Luego, hay algunas diferencias en la vivencia de la Liturgia: aquí toda la Misa es cantada. Además, al inicio de la Eucaristía la gente se junta y canta el Credo, los Diez Mandamientos, los Mandamientos de la Iglesia… Eso viene de la primera evangelización, era una manera que tenían los misioneros de hacer que la gente fuera memorizando todo, y son cosas particulares que se dan aquí e igual no en otros sitios.

¿Cómo es la relación entre los cristianos y otras confesiones?

-Vivir en un país donde eres minoría hace que necesariamente tengas que estar en contacto con personas de otras confesiones. Estamos hablando fundamentalmente de budistas, porque aquí el porcentaje de musulmanes es muy muy pequeño y son extranjeros la mayoría. Y, cuando hablamos de cristianos, nos referimos mayoritariamente a católicos, porque hay algunas iglesias protestantes, pero en proporción son pocas. Entonces, en realidad hablamos de la relación entre católicos y budistas y católicos y no creyentes, porque, en un país que ya va teniendo décadas de formación orientada por el régimen político, hay también mucha gente atea.

Normalmente, el trato con los budistas es muy positivo, muy bueno, también por propia idiosincrasia budista de mucho respeto a la diferencia, a la naturaleza, vida interior y espiritualidad rica, agradecimiento a Dios… Hay respeto, pero realmente la religión no es una cosa de la que se hable mucho. Es verdad que los católicos no se esconden, llevan signos externos de que son católicos, la cruz, y los jóvenes suben fotos de ellos en Misa a las redes sociales… No es que haya vergüenza de manifestarse como cristiano, pero una cosa que se echa en falta es que no hay un programa evangelizador en la Iglesia en Vietnam claro para acercarse o llevar el Evangelio a personas de otras confesiones religiosas.

Mucha de la labor pastoral de la Iglesia es hacia dentro: cómo mantener, sostener, alimentar, cuidar a los propios católicos, y se echa un poquito en falta una mirada más arriesgada, más de ir a la periferia en el ámbito religioso, para poder proclamar el Evangelio a los que no tienen fe o a los que no comparten el mismo credo. Ahí sí que hay algo por hacer, de sembrar un poco más de espíritu misionero dentro de la misma Iglesia católica vietnamita para poder llegar a los que profesan otras religiones.

¿La gente está abierta a la evangelización?

-Con quien yo tengo más trato es con los jóvenes, y los jóvenes no cristianos están muy abiertos hacia todo lo que tiene que ver con la Iglesia. Realmente, no hay rechazo, y lo viven con mucha curiosidad. Yo he estado también en el ámbito universitario dando clases en la universidad. En algún momento, fuera del ámbito de las clases, sale la conversación acerca de la religión y entonces les invito a acercarse a alguna iglesia, o venir a Misa, o a alguna cosa. Y no he sentido nunca rechazo. Luego te comentan: “No he entendido esto, o lo otro”, “Ah, pues me parece bien lo que he escuchado, me ayuda a mi vida personal”… Es un ambiente de apertura que creo que es muy interesante para la labor evangelizadora de la Iglesia. De hecho, los párrocos aquí saben que hay varias fechas en el año donde la Iglesia se les va a llenar de no cristianos: por ejemplo, en el Domingo de Pascua, o en Navidad a la gente le encanta ir a la Misa del gallo, porque les encanta la decoración navideña, los villancicos, y muchos van a Misa sin tener mucha idea de lo que están haciendo, pero van.

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