Educación

Dar clase de Religión en el siglo XXI, perfil propio con un arte que cambia

Al investigar en la historia de la pedagogía, es fácil darse cuenta de que es un arte que cambia, y que pide al docente ingenio y profesionalidad para adaptarse. Pero es importante no abandonar lo bueno, y tener en cuenta que los adolescentes, como los niños, están acostumbrados a tareas cortas. La clave está en que los alumnos adquieran unos conocimientos, y que la asignatura de Religión sirva para su desarrollo personal.

Arturo Cañamares Pascual·1 de septiembre de 2017·Tiempo de lectura: 5 minutos
Niñas en un aula escolar de primaria dando clase.

Se oye decir que últimamente a los alumnos les cuesta más que antes mantener la atención en el aula. Quizá es debido a que son “nativos digitales” y a que posiblemente les hayamos enseñando a interactuar de manera diversa con el medio. A ello han contribuido las tecnologías con sus continuos “banners”, que distraen de lo que se estaba haciendo; el modo de ver la televisión en familia, cambiando de canal con frecuencia; e incluso el modo de hablar con ellos, con preguntas y respuestas cortas que solo buscan información y no el desarrollo de su imaginación y la capacidad de explicarse.

Pero es lo que hay, y los profesores tenemos que adaptarnos. Es verdad que ya no podemos dar una clase como se hacía en el siglo XX, pues no estamos en él. Cuando se investiga un poco en la historia de la pedagogía se cae pronto en la cuenta de que es un arte que va cambiando y de que pide al docente ingenio y profesionalidad para adaptarse a cada situación. Importa mucho no abandonar lo bueno: una clase magistral es del todo insustituible y no puede faltar entre las estrategias usadas frecuentemente en el aula. Pero como decíamos, si los alumnos ahora demandan su modo propio de aprendizaje, habremos de saber trabajar con él.

Bien, ¿cómo hacerlo? Los chicos y chicas adolescentes, al igual que los niños más pequeños, están muy acostumbrados a hacer tareas cortas: Si nos fijamos, es su forma de ser habitual: usan un juguete un momento, lo dejan y se ponen a ver la tele, luego van a por el móvil y echan unas partidas… La clase puede ser un reflejo de su modo de actuar: primero atender un rato, trabajar en grupo después, a continuación, realizar un esquema…, y luego, volver a escuchar. Hemos de aprovechar las estrategias y métodos que nos brindan las últimas experiencias docentes, teniendo en cuenta el bien de nuestros alumnos.

Estrategias y recursos útiles

Haré un pequeño inventario de algunas estrategias y recursos que se han comprobado más útiles, sabiendo que el criterio final ha de ser del profesor, que es quien mejor conoce a sus alumnos y sus ritmos de aprendizaje. Ni están todas ni se pretende. Tan solo quiere ser una pequeña lista de algunas ya puestas en marcha en algunos centros y sus resultados son satisfactorios. Antes de comenzar con la lista, queda advertir de la prudencia que debe hacer el docente de estos recursos sin olvidar que lo más importante para sus alumnos es que adquieran unos conocimientos y que, sobre todo en la asignatura de Religión, les sirvan para su desarrollo personal. Aquí va el inventario:

1. Clase magistral. El profesor explica y los alumnos atienden. Cuando está bien preparada es muy útil y, como ya queda dicho, insustituible. Pero no tiene por qué ocupar toda la clase o sesión de aula. Es importante acompañarla de otros recursos: hacer en la pizarra un esquema de lo que se va tratando o escribir en ella las cuestiones más relevantes; usar un power point con unas pocas diapositivas (mejor con buenas imágenes y poco texto); o leer del libro algún texto más relevante.

2.  Trabajo cooperativo (llamado en pedagogía TBL, que viene de Team-Based Learning). Hacer pequeños equipos de trabajo donde cada alumno tenga su función, que puede ser coordinador, secretario, orador… e indicar el trabajo que deben desarrollar.

3. Destrezas de pensamiento. El uso de diversos modos de acceso a la información que busque un doble fin, que aprendan a pensar y que aprendan la materia. Por ejemplo, el uso de metáforas para comprender un concepto, buscar las causas de lo que estamos estudiando, encontrar evidencias sobre algún acontecimiento o noción explicada, potenciar el pensamiento crítico y reflexivo sobre la realidad, etc.

4. Gamificar (nuevo anglicismo usado en nuestra profesión). Usar pequeños juegos en clase para potenciar la atención, una vez que se han alcanzado los objetivos de enseñanza previstos en esa unidad. Recomendamos visitar la web educativa https://kahoot.it/ de uso libre, donde puedes crear tus propias preguntas.

5. Pedir a los alumnos, mejor en grupos, que hagan presentaciones en power-point que luego tengan que usar para explicar un tema. También sirve con elaborar un mural clásico y que salgan a exponer en grupo.

6.  Fomentar el interés por la lectura de un libro (sobre todo el Evangelio, vidas de santos, etc., o con los más pequeños “La Biblia contada a los niños”). ¿Cómo fomentarlo? Leyendo un poquito en clase y haciéndoles imaginar la escena narrada y luego diciendo que pueden seguir en su casa.

7.  Usar el portfolio donde se vayan coleccionando las evidencias aprendidas en la clase; o dicho al modo tradicional, ir pegando en el cuaderno las actividades realizadas en clase. Pero en el portfolio también se pueden registrar los avances que cada uno va realizando (análisis metacognitivo de su aprendizaje).

8. Teatralizar algunas escenas del Evangelio o del Antiguo Testamento (un belén viviente en Navidad es el ejemplo más evidente, pero pueden buscarse también otras escenas: el sacrificio de Isaac, la alianza del Sinaí, el hijo pródigo, la resurrección de Lázaro…). Se asegura un éxito rotundo si está acompañado de algún pequeño vestuario y tienen folios con lo que cada cual debe decir. Este curso hemos teatralizado en 3º de ESO (Secundaria) el acta martirial de san Justino y de san Fructuoso y compañeros: me decían los alumnos que así habían entendido lo que son los mártires y lo que están sufriendo los actuales cristianos perseguidos.

9. Flipped classroom. Es grabar un tutorial que hace el profesor compartiendo con sus alumnos un pequeño vídeo en que explica un contenido de la clase o el modo de trabajar un ejercicio. Los alumnos lo ven en sus casas y ya vienen con eso aprendido. La clase comenzará resolviendo las dudas que les han surgido.

Como se ve, las estrategias y modos son muy variados. Cuando un pintor pinta un cuadro no usa solo un color. Más bien la obra de arte surge cuando es capaz de componer con los diferentes colores, o incluso de compaginar varios materiales. La clase es un arte mayor, pues el resultado son nuestras alumnas y alumnos. El reto es grande pero merece la pena.

La clase, de Religión

Para terminar, tenemos que comentar algo que es todavía más importante que los distintos recursos usados: la necesidad de que cada clase de Religión sea una clase que reúna una serie de características que le son propias y que brevemente enumeramos, pues compensa reflexionar con frecuencia si las estamos teniendo en cuenta:

1. El profesor de Religión debe enseñar “al estilo del Señor”: Él enseñaba con parábolas, amoldándose a la comprensión de quienes lo escuchaban. No hablaba igual a los doctores de la ley que a la gente sencilla. También forma parte de ese “estilo” el mostrar un profundo respeto y cariño por nuestros alumnos, reflejo del amor que Dios les tiene.

2. La clase de Religión tiene que moverse en unas coordenadas muy definidas: debe mostrar a Jesucristo como el centro de toda la revelación, dentro de nuestra fe trinitaria, y explicaremos que Jesús nos ha salvado; explicaremos qué es la Iglesia, quiénes formamos parte de ella, y mostraremos su misión, poniendo abundantes ejemplos de vidas logradas en los santos.

3. El mensaje transmitido en la asignatura ha de ser íntegro, sin omitir cuestiones fundamentales, aunque alguna sea más difícil de explicar; y debe ser significativo para los alumnos, esto es, apoyar los nuevos contenidos en los conocimientos ya sabidos, tanto en Religión como en el resto de materias.

4. La asignatura de Religión no es, como se suele decir, una “María”. Hemos de tratarla con rigor y hacer valer su derecho: participando en los claustros de profesores, que esté incluida en el currículo, que efectivamente se oferte a los padres (que por cierto, es demandada casi por el 70 % de las familias). Por nuestra parte, también protegeremos esa calidad cuidando muy bien las clases: es sabido que los alumnos detectan cuándo una clase está o no preparada, qué profesor estima o no su materia.

Ya solo queda desear un buen curso. No dudéis en escribir si queréis ayuda o que comentemos algún aspecto de los estudiados en este artículo.

El autorArturo Cañamares Pascual

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