Vaticano

Giampietro Dal Toso: “La fuerza de la diplomacia vaticana no es militar, está en la palabra”

Giovanni Pietro Dal Toso es nuncio apostólico en Chipre y Jordania. Antes de representar al Papa Francisco en estos países, ejerció como secretario delegado del Dicasterio para el Servicio del Desarrollo Humano Integral y como presidente de las Obras Misionales Pontificias.

Paloma López Campos·19 de abril de 2025·Tiempo de lectura: 6 minutos
Dal Toso

Giovanni Pietro Dal Toso es nuncio apostólico en Jordania y Chipre desde 2023. Es Doctor en Filosofía por la Pontificia Universidad Gregoriana y licenciado en Derecho por la Pontificia Universidad Lateranense.  Siendo secretario delegado del Dicasterio para el Servicio del Desarrollo Humano Integral, el Santo Padre confió en él en 2017 para que visitara Alepo durante el conflicto en Siria, con el objetivo de acompañar a los cristianos que sufrían por la guerra y por los ataques terroristas.  Ese mismo año comenzó su presidencia en las Obras Misionales Pontificias.

La experiencia de Dal Toso en lugares de conflicto donde conviven distintas religiones le aporta una visión valiosa para la Iglesia y la misión diplomática vaticana que, en sus propias palabras, promueve la consideración de “los problemas a la luz de principios éticos”, poniendo en el centro “el bien de las personas, que es el verdadero criterio que la política tiene que perseguir”.

¿Qué desafíos enfrenta la Iglesia en su labor pastoral en un contexto tan plural como el de Jordania y Chipre, donde conviven diversas religiones y culturas?

—Como bien dice, la situación de Jordania y Chipre es muy diferente desde un punto de vista histórico y religioso. Empiezo con los aspectos que son más parecidos. De hecho, políticamente, hay una gran cooperación entre estos dos países. En pocas palabras: como Chipre es el puente entre oeste y este, así Jordania es el puente entre este y oeste. Chipre es el lado de la Unión Europea más cercano al Oriente Medio, y Jordania es el país más cercano al Occidente de entre los países árabes. La cuestión de la inmigración también les une, porque en Jordania hay refugiados de Palestina, Siria e Iraq, mientras que Chipre es el país europeo que más porcentaje tiene de inmigrantes, porque, como sabemos, muchos ven en Chipre la puerta de acceso a Europa. 

Desde un punto de vista sociológico, religiosamente la situación es completamente diferente. Jordania es un reino donde la gran mayoría de la población es musulmana, mientras que en Chipre, por lo menos en la parte meridional, la población es sobre todo ortodoxa y de cultura griega; en la parte ocupada del norte casi todos pertenecen al Islam. Pero como las cosas nunca son simples, hay que hacer otra distinción. El Patriarcado latino de Jerusalén se extiende en Jordania y en Chipre: o sea el Ordinario para los católicos latinos en los dos países es el Patriarca de Jerusalén. En Jordania hay también una diócesis griego-melkita, y feligreses de rito siro-católico, caldeo, maronita y armenio, o sea seis ritos católicos, mientras que hay también cristianos ortodoxos, anglicanos y protestantes. En Chipre, junto a la comunidad latina, pervive después de 1000 años una importante comunidad maronita, con un arzobispo propio. 

Como se ve, la situación es bastante compleja. Es una riqueza tener tantos ritos, pero esto puede ser también una debilidad, siendo los católicos numéricamente pocos.  

¿Cuál considera que es el papel de la diplomacia vaticana en la promoción de la paz y el diálogo interreligioso?

—La promoción de la paz, junto con la ayuda a la misión específica de la Iglesia, es una prioridad para la diplomacia vaticana, y no solo en el Medio Oriente. La palabra del Santo Padre siempre exhorta a la paz entre naciones, y siempre indica la vía del diálogo, y no del conflicto, como vía hacia la convivencia entre los pueblos. Queda claro que en la situación del Oriente Medio todo esto tiene un valor particular, porque esta región sufre desde largo tiempo de conflictos en y entre diferentes países. 

La fuerza de la diplomacia vaticana no es una fuerza económica o militar, sino que se realiza mediante la palabra, la exhortación a considerar los problemas a la luz de principios éticos para el bien de las personas, que es el verdadero criterio que la política tiene que perseguir.

El Papa Francisco ha subrayado también el principio de la fraternidad: hay que mirar al otro como hermano, porque compartimos la misma humanidad, y no como enemigo o extraño. Esta visión del Papa se ha realizado en particular con el documento sobre la Fraternidad Humana por la Paz Humana y la Convivencia Común, que él firmó en 2019 en Abu Dhabi con el Rector de la Universidad Al Azhar del Cairo. Esto significa que el diálogo entre las diferentes religiones también puede basarse sobre el principio de la fraternidad y en este sentido contribuir a la paz.

¿Cómo describiría la relación entre la Iglesia católica y las otras comunidades religiosas en Jordania?

-—Si hablamos de otras comunidades religiosas en Jordania hay que distinguir entre comunidades cristianas y comunidades no cristianas. La gente normalmente no pone mucha atención a si la persona es católica u ortodoxa: en el lenguaje común se distingue entre cristianos y musulmanes. Jordania es un país conocido por las buenas relaciones entre cristianos y musulmanes. No puedo olvidar un acontecimiento en los primeros meses de mi misión, cuando en una homilía hablé de la coexistencia entre cristianos y musulmanes. Después de la celebración un señor cristiano se me acercó diciéndome que no hay que hablar de coexistencia, sino de familiaridad. Así se ven las buenas relaciones entre las dos comunidades.

Esto no significa que no haya a veces tensiones, especialmente en momentos históricos cuando el radicalismo toma fuerza. Pero tengo que añadir también que la Casa Real de Jordania apoya mucho la armonía entre religiones. En este sentido merece la pena recordar el Institute for Interfaith Studies, fundado en el 1994 por el príncipe Hassan, tío del rey Abdullah II, que promueve el diálogo interreligioso, no solo en Jordania. 

En Jordania, los cristianos constituyen una pequeña parte de la población. ¿Qué retos enfrenta la Iglesia en su misión pastoral allí, y qué medidas se están tomando para apoyar a la comunidad cristiana local?

—El reto más serio para nuestros cristianos, sobre todo los jóvenes, es la “utopía de Occidente”. Muchos quieren dejar el país para trasladarse a Europa, América o Australia. Este fenómeno se encuentra en todo el Oriente Medio y nos preocupa mucho, porque los cristianos forman parte integral del mundo árabe. A veces me preocupa que en Occidente “árabe” significa “musulmán”. No es así. Aunque pequeña, la población cristiana ha contribuido muchísimo, y sigue contribuyendo, al bien de las sociedades en el Medio Oriente. Esto es un hecho histórico.

Pero la cuestión no concierne solamente el aspecto social: las comunidades cristianas de aquí son los herederos directos de las primeras comunidades cristianas. Aquí en Jordania hay muchísimos restos de los primeros siglos cristianos. El hecho de que los cristianos quieran dejar estos países es un reto en muchos sentidos.

También es importante recordar que el secularismo influye en todos lugares, particularmente a través de los medios. Es una cultura penetrante, que no se detiene frente a nada y que percibimos en nuestras regiones. Una señal clara en este sentido es la baja de las respuestas a las vocaciones sacerdotales y religiosas. Por esto sigue siendo prioritaria la formación en la fe, sobre todo para los jóvenes.

Chipre ha sido históricamente una isla dividida, con tensiones entre las comunidades que la integran. ¿Cómo se vive el trabajo de la Iglesia en este contexto político y social? ¿Qué esfuerzos realiza la Iglesia para promover la reconciliación?

—La división de la isla de Chipre se remonta a 1974, cuando las tropas turcas invadieron la isla y proclamaron una República independiente, que sin embargo no es reconocida internacionalmente, excepto por Turquía. Está claro que esta división marca profundamente a la isla, porque a lo largo del tiempo ha provocado graves sufrimientos. Muchos han tenido que abandonar sus hogares y posesiones para mudarse a una u otra parte de la isla. No todas estas heridas han sanado. Se hicieron intentos de reconciliación entre las partes, pero lamentablemente no dieron frutos.

Incluso en este caso la Iglesia puede hacer poco, sobre todo porque, como hemos dicho, es una pequeña minoría. Pero también en este caso, por ejemplo, se intenta promover el diálogo interreligioso con algunas iniciativas. Sin embargo, en este momento el papel de la Iglesia católica en Chipre, especialmente la de rito latino, es adaptarse a las nuevas circunstancias en las que lleva a cabo su misión. Me refiero al hecho de que el número de inmigrantes católicos procedentes de África, por ejemplo, que necesitan atención pastoral, está en constante crecimiento. Por ello, se están fortaleciendo las estructuras pastorales en la isla y el año pasado también fue ordenado un obispo latino como Vicario Patriarcal de Jerusalén, para dar una configuración más plena a esta Iglesia. La parte de rito maronita, sin embargo, ha crecido mucho en los últimos años porque muchos libaneses, ante la incertidumbre de la situación en el Líbano, han preferido trasladarse a la isla de Chipre, que no está lejos de su país. 

Jordania es un país clave en el Medio Oriente para la estabilidad política y religiosa. ¿Qué papel juega la Iglesia católica en apoyar los esfuerzos por la paz y el entendimiento mutuo en una región tan compleja?

—Creo que puedo decir que el esfuerzo de la Santa Sede en nuestra región es notable. Sin entrar en detalles, se ve por ejemplo ya en los viajes del Santo Padre, que en estos años visitó Jordania, Israel, Palestina, Egipto, los Emiratos, Irak y Bahrein. También estuvo en Chipre.

Por lo que me concierne, con mi nombramiento se decidió tener un nuncio residente en Jordania, mientras que antes el nuncio residía en Iraq y desde allí seguía Jordania. Esto lo digo para subrayar la importancia que tiene este reino. Propiamente la Santa Sede reconoce que el Reino de Jordania juega un papel clave para la estabilidad de la región, y esto bajo la perspectiva social y religiosa.

Pero más allá del compromiso diplomático de la Santa Sede, la mayor contribución que ofrece la Iglesia católica radica en formar a las personas, en fomentar el respeto y la convivencia, en inculcar valores positivos en las conciencias.

Otro aspecto que no se debe olvidar es la peregrinación a los lugares santos de Jordania, que forma parte de Tierra Santa, porque allí ocurrieron muchos acontecimientos bíblicos y también relacionados con la vida de Jesús. Peregrinar a Jordania contribuye a fortalecer las comunidades cristianas locales y a fomentar las relaciones entre Oriente y Occidente. El encuentro significa conocimiento mutuo.

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