Cultura

Wisława Szymborska. La poeta del “no sé”

Se la considera una de las voces más intensas y transparentes de la poesía mundial contemporánea. Con doce poemarios, destaca por la maestría técnica, la agudeza, el gracejo, la ironía y la cercanía lírica, iluminando con su poesía la realidad, en particular la cotidiana.

Carmelo Guillén·8 de marzo de 2023·Tiempo de lectura: 5 minutos
Szymborska

Al establecer las claves de la poesía de Wisława Szymborska, inevitablemente hay que recurrir a su discurso de recepción del Premio Nobel de Literatura, en el que, de una manera llana, sencilla, directa, manifiesta qué la impulsa a escribir, siendo la inspiración el resultado de lo que ella define como un no sé. De esta forma escribe: “Hay, ha habido y seguirá habiendo cierto grupo de personas a las que toca la inspiración. Son todos aquellos que conscientemente eligen su trabajo y lo realizan con amor e imaginación. Se encuentra médicos así, y pedagogos, y jardineros, y otros en cien profesiones más. Su trabajo puede ser una aventura sin fin siempre y cuando sean capaces de percibir nuevos desafíos. A pesar de dificultades y fracasos, su curiosidad no se enfría. De cada duda resuelta sale volando un enjambre de nuevas preguntas. La inspiración, sea lo que sea, nace de un constante ‘no sé’”. 

Fruto de la inspiración

De ese no sé se genera en la obra poética de Wisława Szymborska todo un proceso creativo de profundización y de búsqueda de lo esencial a partir de lo cotidiano, concibiendo la escritura lírica como un descubrimiento continuo que va de lo concreto a lo general, de lo particular a lo universal, de lo insignificante a lo que excede el conocimiento; proceso creativo que, a su vez, es un modo de apreciación de la realidad en la que lo diminuto contiene lo grande, lo fútil lo trascendente, lo contingente lo eterno; proceso creativo, además, cargado de preguntas ante el asombro de lo que acontece diariamente y que lo mismo lleva a la autora a un sinfín de incertidumbres que a hacerla ver que la existencia es inaprensible, escurridiza, demasiado sutil.  

No puedo olvidar textos concretos suyos tan excelentes como el “Elogio de mi hermana”, “Las nubes”, “Puede ser sin título”, “Fin y principio” o “Despedida de un paisaje”, títulos que se hallan en la memoria de cualquier lector que se precie y que merecen el privilegio de pasar a la historia de la lírica contemporánea por su capacidad de desvelamiento de las cosas o de los hechos que refieren, todos ellos genuinos testimonios de su poderosa e inconfundible voz. 

Exposición reflexiva

Centrada por lo general en la exposición reflexiva de escenas de la vida corriente en sus aspectos cómicos y dramáticos, cualquiera de los poemas de Szymborska despierta en el lector cierta curiosidad que lo incita a mantenerse absorto en la lectura de sus versos como si de una revelación continua e insólita se tratara. De muestra, escojo al azar una de las composiciones citadas, “Fin y principio”, en la que la poeta muestra, con discreto distanciamiento, sabia ironía e inteligente ingenuidad, lo que puede suceder en un campo de batalla tras el final de una guerra. 

El caso es que da la impresión de que lo que expone no parece el resultado doloroso ni trágico de un suceso bélico, como sería lo propio, sino el día después de una celebración festiva en la que se ve conveniente adecentar un supuesto espacio alterado. De esta manera enuncia: “Después de cada guerra / alguien tiene que limpiar. / No se van a ordenar solas las cosas, / digo yo. / Alguien debe echar los escombros / a la cuneta / para que puedan pasar / los carros llenos de cadáveres”, siendo este el punto de vista, aparentemente frío e impasible, que destaca comúnmente en su creación poética. 

Otro ejemplo del mismo jaez es el poema “Las nubes”, en el que se percata de que su función, al hablar de esas masas de vapor acuoso, debe ajustarse al momento en que están presentes en el cielo, de lo contrario no podría fotografiarlas poéticamente en su estado instantáneo, ya que son transitorias, fugaces, efímeras. Así consigna: “Con la descripción de las nubes / debería darme mucha prisa, / en una milésima de segundo / dejan de ser ésas y empiezan a ser otras. / Es propio de ellas / no repetirse nunca / en formas, matices, posturas y orden”. Y concluye: “Que exista la gente si quiere, / y después se muera uno tras otro, / poco les importa a las nubes […]. / Sobre toda Tu vida / y también la mía, aún incompleta, / desfilan pomposas igual que desfilaban. / No tienen la obligación de morir con nosotros. / No necesitan ser vistas para poder pasar”. 

La lista de referencias podría ser amplísima, sin embargo creo que con las ya apuntadas el lector puede hacerse una idea de que la poesía de Szymborska, sin brillo formal, conversacional a veces, de apariencia prosaica, pero repleta de hallazgos e iluminaciones, es de enorme poderío emocional, siempre proclive al desvelamiento, como ya dije, de una realidad a la que sin cesar desea acceder. 

De ella es la frase: “Las cosas que no se saben son las que convierten la vida en algo fascinante”, vuelta de tuerca a la idea del no sé que apunté al principio y que se encuentra en la base de su admirable hacer lírico. Vuelta de tuerca también que le permite asentar su verso a lomos de la ignorancia, de la perplejidad, del asombro, como si en el no saber tomara asiento paradójicamente la mismísima sabiduría. En el poema “Es una gran suerte” lo expresa de manera sucinta con su particular estilo: “Es una gran suerte / no saber del todo / en qué mundo se vive”.

Pasado y futuro

Y es en el devenir de la existencia donde se implantan finalmente sus poemas, un devenir en el que todo tiene su inevitable pasado –así lo expresa en la composición “Puede ser sin título”: “El instante más fugaz también tiene su pasado, / su viernes antes del sábado, / su mayo antes de junio”–, sin posibilidad de volver atrás. Pero no solamente su inevitable pasado, sino su enigmático y sorpresivo futuro. Y es que en todo comienzo se da una continuidad a otra realidad preexistente. Lo repite de muchas maneras. Como ejemplo, traigo aquí “Despedida de un paisaje”: “No le reprocho a la primavera / que llegue de nuevo. / No me quejo de que cumpla / como todos los años / con sus obligaciones. / […] No exijo ningún cambio / de las olas a la orilla, / ligeras o perezosas, / pero nunca obedientes. / Nada le pido / a las aguas junto al bosque […]. / Una cosa no acepto. / Volver a ese lugar. / Renuncio al privilegio / de la presencia. / Te he sobrevivido suficiente / y sólo lo suficiente / como para recordar desde lejos”. Consideraciones que la poeta polaca hace con la conciencia lúcida de que, como expresa a modo de aforismo en “Vista con grano de arena”: “El tiempo pasó corriendo como un mensajero con una noticia urgente”.

Tiempo y vida

Tiempo y vida, los dos apoyos en los que se mueve la obra lírica de Wisława Szymborska y que tienen su base en el carácter no sólo reflexivo sino también contemplativo con el que esta mujer mira la existencia, la suya y la de quienes la rodean, deteniéndose en múltiples circunstancias profundamente humanas, en apariencia intrascendentes, pero siempre concebidas como puro prodigio: “Milagro común / es que sucedan muchos milagros comunes. / Milagro corriente: / en el silencio de la noche, ladridos / de perros invisibles. / Milagro, uno de muchos: / una nube ligera y pequeña / es capaz de ocultar una luna grande y pesada. / […] Milagro con sólo mirar alrededor: el mundo omnipresente”. Milagros, en suma, que son fruto de esa extraordinaria capacidad de descubrir la riqueza de matices que conlleva la vida, apenas uno se pone en marcha desde el no sé, como si emprendiera “una aventura sin fin” repleta de desafíos.

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