El Siglo de Oro español es una época histórica a la que siempre vuelvo, sobre todo porque, prácticamente a todos los niveles, me da el canon de la mejor actividad artística de la historia de España en cualquiera de sus disciplinas. Releer de vez en cuando a Cervantes, a santa Teresa, a san Juan de la Cruz, o al mismísimo creador del arte nuevo de hacer comedias (me refiero lógicamente a Lope de Vega) es siempre un recreo para el espíritu y, en mi caso, una pasión. Si a esas figuras de la Literatura añadimos las de otros grandes intelectuales universitarios como Francisco de Vitoria, o sus discípulos, Domingo de Soto o Melchor Cano, mi entusiasmo se hace aún mayor. Así podíamos seguir nombrando a otros autores de gran calado como Garcilaso de la Vega, fray Luis de León, san Ignacio de Loyola, Quevedo, Góngora o Calderón de la Barca…, todos, figuras que deslumbraron por su pundonor profesional y su lucidez.
Libro
Con suma intencionalidad, José Ignacio Peláez, compilador de este esplendente trabajo, ha escrito Voces del Siglo de Oro español. Su idea principal es que el ejemplo de las vidas y obras de los personajes seleccionados: «hombres de fe cristiana ―nos dice― que supieron hacer de su fe cultura más humana» (p. 396) pueda servir de falsilla a los lectores del siglo XXI; objetivo en el que reincide finalmente como síntesis de su libro: «En resumen: tenemos el reto de mostrar a nuestros contemporáneos la belleza de la fe cristiana con nuestra vida, con el ejemplo y la palabra, y con nuestra amistad sincera, pues la fe da respuesta a todas las preguntas que inquietan el corazón del hombre» (p. 396).
Con un muestreo riguroso de cada autor seleccionado, Peláez desarrolla su cometido presentando primero la respectiva biografía de cada uno y, a continuación, haciendo tanto un admirable resumen de su obra escrita como escogiendo aquellos fragmentos que le parecen más reveladores. Y, cuando lo considera oportuno, actualizando la grafía.
Sin lugar a dudas, nos asomamos a un concienzudo y didáctico estudio que, a posteriori, cabe emplear como libro de referencia, o sea, como uno de ésos a los que conviene volver de vez en cuando. El propio Peláez lo deja muy claro en su introducción: «En este libro se ofrece al lector una breve aproximación a algunos grandes escritores de los siglos XVI y XVII españoles (…), con el fin de despertar el deseo de volver a leerlos en un público que ya oyó hablar de ellos. Aquí les procuraré abrir una ventana para que se asomen a estos grandes escritores y se animen a volver a leerlos directamente». Sea como fuere, la prosa ágil, comprensible e ilustrada de Peláez consigue su propósito: que el lector ―al menos a mí me ha ocurrido― se inserte en la diacronía de cada personaje, del que se traza un recorrido minucioso por los episodios más relevantes de su vida, a fin de que se pueda sacar de la lectura el máximo provecho.
En alguna ocasión, incluso, el propio compilador vincula a algunos de sus personajes estudiados con otros del siglo XX. Así lo hace, por ejemplo, interrelacionando a Garcilaso de la Vega con su legado en poetas de la llamada generación del 36, tales como Luis Rosales o Dionisio Ridruejo (p. 37) o a otros posteriores a la guerra civil española, tal es el caso de José García Nieto (p. 37), explicando asimismo sus concretas influencias: «Entre nuestros profesores ―apunta Peláez―, muchos han estudiado la obra de Garcilaso con detalle. Destaco algunas referencias de uno de ellos [Dámaso Alonso]: su sentido del ritmo en los endecasílabos (…), con acentos en la sexta y en la décima sílaba o acentos en la cuarta, octava y décima sílaba, que señalan las palabras más representativas del verso (…); por ejemplo, de la Égloga III (pongo en negrilla las palabras más significativas y donde llevan el acento)» (p. 37).En suma, estamos ante un libro amable, pedagógico, formativo, que sorprendentemente está orientado a hacernos mejores personas y, a la postre, nos impulsa a gestas más heroicas en nuestra propia vida cotidiana. Un libro para disfrutar, para aprender, para tenerlo en cuenta, de ésos que hacen lectores.