Cultura

«El sentido del asombro» de Rachel Carson: de la belleza al compromiso ético

A estas alturas del siglo XXI la voz de Rachel Carson sigue invitándonos no solo a admirar la naturaleza, sino a comprometernos con su protección, convencidos de que en esa tarea está en juego algo mucho más profundo.

Marta Revuelta y Jaime Nubiola·22 de diciembre de 2024·Tiempo de lectura: 4 minutos
Rachel Carson

Rachel Carson (1907-1964) fue una bióloga marina, escritora y ecóloga, muy conocida y querida en los Estados Unidos de América, donde nació y vivió. Fue una figura esencial en el movimiento ambientalista del siglo XX. Nacida en 1907 en Pensilvania, mostró desde muy joven una enorme fascinación por la naturaleza que, con el tiempo, se convirtió en una carrera centrada en la protección del medio ambiente y en dar a conocer los peligros que lo amenazan.

Fue el reconocido profesor Jordi Puig, de la Universidad de Navarra, quien nos habló de Carson cuando le expresamos nuestro interés por conocer el área del pensamiento ambiental. Su libro El sentido del asombro de 1956 era el libro por el que había que empezar, la puerta, un rito iniciático. Se trata de un ensayo breve que se lee en menos de dos horas. En la agradable publicación que hizo Ediciones Encuentro en 2021 se reproduce en las últimas páginas el manuscrito original del libro, escrito con letra rápida y bastantes tachones, como quien vuelca sus ideas e impresiones con urgencia, para no olvidar nada.

Un mundo de cosas pequeñas

El sentido del asombro reúne algunas de las experiencias vividas por la autora con su sobrino nieto Roger, de veinte meses, al que cuidó cuando quedó huérfano. Pequeñas aventuras: una incursión nocturna en una tormenta, un paseo de madrugada por el bosque, los nombres inventados para los animales, plantas, líquenes, un juego para no pisar los árboles… “Y entonces hay un mundo de cosas pequeñas que pocas veces se ve. Muchos niños, quizá porque ellos mismos son pequeños y están más cerca del suelo que nosotros, se dan cuenta y disfrutan con lo pequeño y que pasa desapercibido. Quizá por eso es fácil compartir con ellos la belleza que solemos perdernos porque miramos demasiado deprisa, viendo el todo y no las partes” (p. 49).

Un talento precoz

Rachel Carson comenzó cursando Lengua y Literatura inglesas en el College for Women de Pittsburgh, aunque pronto se cambió a la biología. Había leído y escrito mucho desde pequeña; empezó a escribir con ocho años y publicó su primer cuento con once. Por eso, lo primero que se percibe al leer este libro es que está muy bellamente escrito. Tiene un lenguaje muy sencillo y las ideas aparecen con gran precisión. Podría decirse que “se lee solo” porque es natural y sincero. Esta es una característica de sus textos, incluso de aquellos que son más técnicos. Siempre escribe de forma sencilla y bella. Y, seguramente, este es el secreto para llegar a toda una legión de lectores que se sintieron inspirados para pasar de la lectura a la acción. 

Pesticidad y devastación ecológica

En su obra más conocida e influyente, Primavera silenciosa (1962), Carson describió los efectos devastadores del uso de pesticidas como el DDT en los ecosistemas haciendo uso de una metáfora: un futuro sin el canto de las aves y del sonido de la vida. La publicación de esta obra provocó una controversia inmediata. Al denunciar las consecuencias negativas del uso de pesticidas, Carson estaba desafiando a las grandes industrias químicas y a la percepción pública sobre la dudosa seguridad de algunos de sus productos. Su forma de narrar movilizó a la sociedad norteamericana que, hasta entonces, había sido ciega a los efectos colaterales de la modernización y el progreso en este ámbito. Con una voz clara y empática, Carson no solo presentó datos, sino que humanizó la devastación ecológica, haciéndola palpable y emotiva para sus lectores. Esta obra, aunque matizada e incluso cuestionada con el tiempo y la investigación posterior, fue un catalizador del movimiento ambientalista moderno, provocando reformas en políticas ambientales y la creación de la Agencia de Protección Ambiental (EPA) en los Estados Unidos.

La capacidad de persuasión de Carson procede, en nuestra opinión, de la fuente de sus ideas. Ella no se limita a dar información sobre unos hechos, sino que comparte su entusiasmo por la belleza de la naturaleza. Solo la belleza puede mover al compromiso porque señala ese lugar íntimo donde formamos parte de la naturaleza: “Una manera de abrir tus ojos a la belleza inapreciada es preguntarte a ti mismo: ¿Qué pasaría si nunca lo hubiera visto?, ¿qué pasaría si supiera que no lo veré nunca otra vez?” (p. 44).

Asombrase ante la naturaleza

En una época en la que nos alejamos más y más del contacto efectivo con la naturaleza, es reconfortante dejarse llevar por Carson: “El juego consiste en escuchar, no tanto toda la orquesta sino en discernir los instrumentos por separado, e intentar localizar a los músicos” (p. 57). Vivimos alejados de la naturaleza desde muchos puntos de vista. No solo vivimos en grandes ciudades, sino envueltos en la artificialidad. Nuestras vidas están cada vez más inmersas en entornos artificiales, creados por el ser humano, que nos conducen, sutilmente, a una visión relativista de la moralidad, la cultura y la verdad. Por eso cuando Rachel Carson se pregunta “¿Cuál es el valor de conservar y fortalecer este sentido de sobrecogimiento y de asombro, este reconocer algo más allá de las fronteras de la existencia humana?, ¿es explorar la naturaleza solo una manera agradable de pasar las horas doradas de la niñez o hay algo más profundo?”, responde: “Yo estoy segura de que hay algo más profundo, algo que perdura y tiene significado” (p. 63).

El breve libro El sentido del asombro es una invitación a reconectar con la naturaleza y a apreciar su belleza con la mirada de un niño, recordándonos que sólo mediante esa conexión profunda podemos comprometernos verdaderamente con su protección.

El autorMarta Revuelta y Jaime Nubiola

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