Los pinceles de Nuria Barrera, como la naturaleza, parecen renacer tras el invierno. Parecen, porque, realmente, en el estudio de esta pintora natural de la localidad sevillana de Carmona, no hay tiempo baldío.
Nuria Barrera se ha convertido en una referencia pictórica en la actualidad, especialmente en el sur de España. En su amplia colección destacan sus obras de temática religiosa destinada especialmente a cartelería de romerías, Semana Santa o fiestas patronales.
Carteles como el del Rocío en su Año Jubilar, la Redención de León o para la salida procesional de la Inmaculada de los Padres Blancos de Sevilla jalonan su producción en este ámbito.
Hace pocos meses, en plena pandemia, se inauguraba en el Hospital Universitario Virgen Macarena de Sevilla el “Mural de la Esperanza”, emplazado de camino a la UCI y que reúne imágenes de la Virgen Macarena realizada por 7 pintores para dar esperanza a quienes se encuentran en momentos difíciles.
Pero, ante todo, Nuria Barrera es una mujer creyente, y eso se nota en cada pincelada de su temática religiosa. Obras desde la fe y para la fe, porque está convencida de que, la fe del autor es imprescindible, para lograr una buena obra de temática religiosa.
Una parte de tu obra es de temática religiosa. Como artista, como creyente, ¿consideras una responsabilidad «poner rostro» a Cristo, a la Virgen?
– Siempre con mucho respeto. Pero, además, cuando se trata de una devoción popular, más, ya que debe ser reconocible en pinceladas, porque no debe parecerse, sino ser.
¿Cómo se llega a dar con el rostro, con la mirada o el gesto perfecto?
– Con mucha documentación y estudio previo de la imagen a representar.
Para realizar una obra de temática religiosa, ¿es preciso ser creyente?
– Creo que es imprescindible, a través de la obra transmitimos lo que sentimos, y esa Fe interviene de manera directa en el trabajo que se está realizando.
¿Qué supone ese «plus» de la fe cuando se aborda un encargo de estas características?
– Es aliento. Fuerza y ánimo para realizar de la mejor manera el nuevo proyecto. Yo personalmente me encomiendo a la imagen que esté dibujando o pintando, con la que me confieso y rezo mientras dura el proceso. Cuando además en tu vida personal sufres algún bache, es un modo de oración y de acercarme más a Dios. Es un privilegio para mí.
Una obra religiosa ¿se plantea igual o de manera diferente a las de otro tipo de temática? ¿cómo es su proceso creativo?
– El planteamiento es igual siempre, información, formación y ejecución. Con una base, en mi caso fotográfica, dibujo, compongo y después llega el color. Cómo pequeño secreto, confieso que suelo trazar una cruz antes de comenzar, rogando al Señor me inspire y guíe en cada pincelada.
Toda obra de arte es un diálogo, entre el autor y la obra, la obra y quien la contempla y por ende, el autor y el contemplador. En el caso de la pintura religiosa, ¿cómo se vive ese diálogo cuando se pinta «parte de lo que es uno mismo», de su fe?
– Como decía antes, se vive en ese diálogo con la obra, esa oración que impregna cada pincelada, para luego una vez acabada llegar al que la contemple, provocar emoción y sentimiento. Cuando se consigue es una satisfacción enorme.
En un mundo marcado por la rapidez, ¿tiene cabida un arte que llama a la contemplación, aunque sea «efímera» como un cartel de Romería o de Semana Santa?
– Por supuesto, ése es el poder del Arte, que es capaz de abstraernos de la realidad para transportarnos a ese momento anunciado que nos haga sentir y vivir a través de la imagen. Ésa es la magia de la pintura.