J.S. Bach, Cantata BWV 61, Nun komm, der Heiden Heiland
La celebración del primer domingo de Adviento de 1714 fue la ocasión que movió a Johann Sebastian Bach (1685-1750) para componer la cantata que lleva el número 61 en su catálogo de obras, y cuyo título (sacado de la primera frase de su texto, como en todas las cantatas de Bach) es Nun komm, der Heiden Heiland (“Ven ya, Salvador de las naciones”). Se trata del primer verso de un himno muy popular en la liturgia luterana, que a su vez se basa en la traducción alemana del himno gregoriano Veni Redemptor gentium, que la tradición atribuye a San Ambrosio.
En aquella época el genio alemán, cumplidas sus etapas en Mühlhausen y Arnstadt, estaba sirviendo como compositor en la corte de Weimar, en la que estuvo contratado como Konzertmeister de los duques protestantes Guillermo Ernesto y Ernesto Augusto de Sajonia-Weimar. Como tal, tenía la obligación de componer una cantata al mes para las celebraciones religiosas, en las que los melómanos duques deseaban la mejor música que fuera posible para el culto divino.
Las cantatas de Bach
Ciertamente con esta cantata lo consiguieron, ya que el comienzo del Adviento era un momento litúrgico en el que la música tenía especial importancia. Los otros tres domingos de Adviento solían celebrarse en las iglesias luteranas con composiciones más sencillas, a la espera del esplendor musical de la Navidad. Esto explica que se conservan hasta tres cantatas escritas por Bach para el primer domingo de Adviento.
La primera es la que nos ocupa, perteneciente a su primer año en Weimar, y por tanto con cierto carácter de estreno del nuevo Konzertmeister en el nuevo año litúrgico. Las otras dos son las compuestas en 1724 (BWV 62, ya en su segundo año como Cantor de Santo Tomás de Leipzig) y en 1731 (la cantata BWV 36). Las tres expresan musicalmente el contenido de las lecturas bíblicas que se leían ese día: la entrada de Jesús como Rey davídico en Jerusalén (Mateo 21,1-9) y la exhortación a estar despiertos (Romanos 13,11-14).
Para su primera cantata de Adviento en Weimar, Bach dispone de una plantilla musical bastante reducida: tres solistas vocales (soprano tenor y bajo), un pequeño coro a cuatro voces y el habitual conjunto de cuerdas barroco con el bajo continuo. La economía de medios, conveniente ante la gran inversión musical que requeriría la cercana Navidad, no impide que el resultado sea brillante, pues en esta cantata se percibe especialmente el talento de Bach como dramaturgo y su genialidad como compositor, que se muestra ya en un estilo maduro y consolidado.
La entrada del Rey en su Corte
Comienza esta cantata, de hecho, con un gesto de notable carácter dramático, ya que el coro inicial que esperamos encontrar en una cantata se encuentra presentado ni más ni menos que sobre una obertura al estilo de la ópera francesa. Desde finales del siglo XVII las óperas representadas en la corte versallesca de Luis XIV, y después en las de casi toda Europa, comienzan con una obertura en tres partes que se interpreta con la entrada del Rey.
La primera parte es una solemne marcha, que anuncia la venida del monarca al teatro, la siguiente es una sección fugada rápida que dinamiza la presencia del rey y la tercera es una repetición de la marcha inicial para indicar que comienza el espectáculo. Pues bien, siendo el Adviento el tiempo de esperar la llegada del Rey, Bach diseña el coro inicial con el esquema de la obertura francesa, con una intención que cualquiera de sus instruidos oyentes en Weimar percibiría con toda evidencia.
En la marcha inicial, el coro va cantando voz por voz el primer verso del himno que da título a la cantata (“Ven ya, Salvador de las naciones”); después las cuatro voces al unísono cantan el segundo (“muestra al Nacido de la Virgen”). Tras ella encontramos una rápida y animosa fuga coral en la que el coro canta el tercer verso (“que se admire de él todo el mundo”). Finalmente, se repite la marcha inicial cuando el coro al unísono repite la melodía coral cantando el cuarto verso (“pues Dios ha dispuesto tal nacimiento”). El Hijo de Dios, y de la Virgen, está a punto de entrar como Rey Salvador en su Corte, en donde se reúnen todas las naciones de la tierra.
Anuncio y fe
En las cantatas maduras de Bach (las correspondientes a su etapa en Weimar, y todavía más las compuestas en Leipzig), al coro inicial sigue una sucesión de recitativos y arias. Los primeros, con un acompañamiento sencillo, sirven usualmente a la voz solista para anunciar y exponer el contenido de la fe. En las segundas, con un ropaje instrumental amplio y cuidado, el solista canta expresivamente su fe hecha oración. Aunque no siempre se da esta división entre el anuncio (el recitativo) y la fe (el aria), nos puede servir para comprender y seguir el camino espiritual que Bach propone en cada una de sus cantatas.
En el caso de la BWV 61, el tenor anuncia en un recitativo la fe en la Encarnación del Salvador, como comienzo y raíz de todas sus venidas a este mundo. Tras una exposición sencilla, el violoncello, que hasta el momento tan sólo acompañaba como bajo continuo, se anima maravillosamente en las palabras finales del anuncio: “Vienes y haces brillar tu luz plena de bendiciones”. Un nuevo recurso dramático que recuerda la necesidad de anunciar la luz bendita que traerá el Rey Salvador. A continuación, el tenor transforma su anuncio en expresión de la fe a lo largo del aria que sigue al recitativo. Se trata de una oración pidiendo protección y bendición a Jesús, cantada con un imparable ritmo de giga (danza muy animada que solía bailarse en bodas y festejos populares) que evoca la alegría del amor y de la fe en el Salvador.
La Palabra y la música
Después de esta coreografía de la fe, Bach nos golpea con un nuevo gesto dramático. Un recitativo en tonalidad menor confiado al bajo, que representa la Vox Christi, irrumpe sobre un fondo de cuerdas en pizzicato. El color menor evoca la oscuridad y la noche, el pizzicato que pulsa las cuerdas de los instrumentos, sugiere el golpe seco de quien llama a una puerta. El contraste con el aria anterior no puede ser más dramático, para preparar así al oyente de cara a que preste atención a las palabras de este recitativo, que anuncia la presencia de Jesús a la puerta de cada creyente con las mismas palabras del Apocalipsis: “Mira que estoy a la puerta y llamo…” (Apocalipsis 3,20).
Con este áspero cambio de tono, el camino espiritual de esta cantata nos lleva desde la próxima venida del Rey a la presencia actual de Cristo que llama a la puerta de cada corazón. Ante este anuncio, el corazón creyente entona un canto de acogida en la fe al Dios que nos llama. Así lo hace la soprano el aria que sigue a este imponente recitativo. Un aria de dulzura e intimidad, donde la fe medita en su melodía sobre un sencillo acompañamiento de violoncello, donde se responde a la llamada del Salvador (“Ábrete, corazón, de par en par, que viene Jesús y va a entrar”).
La soprano canta ábrete sobre una figura de tres notas ascendentes que el violoncello irá recordando a lo largo de toda el aria, en la que, efectivamente, se levanta el corazón; sin embargo, cuando la soprano canta el último verso (“¡Oh, qué feliz seré!”) el violoncello hace manar como una ondulante corriente de corcheas que parecen evocar el mar de felicidad que recibe el corazón que ha escuchado despierto la llamada del Rey que llama a la puerta y ha sido capaz de abrirse a Él. Una vez más, la Palabra de Dios encuentra en la música de Bach un admirable reflejo.
Para terminar la cantata, Bach no recurre al austero coral final que será de rigor en las cantatas de Leipzig, sino que compone una breve pero animada fantasía coral. Voces e instrumentos expresan la alegría y la vivaz expectación contenida en el texto que cierra la cantata (“¡Amén, amén!¡Ven, hermosa corona de alegría, no tardes! Te espero con ansia”).
El camino espiritual nos ha guiado desde la solemne proclamación de la entrada del Rey en Corte hasta la pintura musical de las actitudes que esta despierta en el creyente: alegría, petición, disponibilidad, entrega y esperanza cierta. Los que escucharon en la capilla de la corte ducal de Weimar la cantata con la que Bach estrenó su producción musical para el Adviento, posiblemente experimentarían alguna de estas actitudes gracias a la sugestiva fuerza espiritual de su autor. Posiblemente también hoy seguirá despertando en el corazón de muchos oyentes estas actitudes que nos propone la llegada del Adviento. Puede comprobarse escuchándola en esta cuidada versión de la Netherlands Bach Society, que incluye subtítulos en inglés para saborear a la vez la música y la palabra.