Si preguntamos a alguien que se haya acercado a la lectura de los Evangelios qué es lo que más le ha impresionado, lo más probable es que se refiera al relato de la Pasión del Señor. Pero si le preguntamos por lo más destacable de la predicación de Jesús, seguramente señalaría las parábolas. El propio Evangelio lo dice: Les enseñaba en parábolas.
Por poca formación que tenga el lector, advierte de inmediato que las parábolas no son narraciones del tipo de una fábula -«lo cuento para entretener»-. Porque la literatura de ese tipo generalmente encierra un propósito aleccionador o instructivo.
La parábola permite transmitir un contenido con sencillez. En este sentido, su significado fundamental se percibe con facilidad por todas las personas, sin importar el lugar o la época. Pero, a la vez, las parábolas de Jesús incluyen detalles o aspectos que enriquecen el contenido, aunque no se perciben tan a primera vista. De hecho, en la misma predicación de Cristo, los escribas y fariseos las entienden con más profundidad que la mayoría de los oyentes. Parte del significado, sobre todo lo que se refería a su persona misma, era específicamente para ellos.
Libro
A desentrañar ese profundo significado de las parábolas nos ayuda este libro de Julio de la Vega-Hazas. En él se analizan veinticinco parábolas, agrupadas en cinco grandes temas:
El primero recoge las denominadas parábolas del Reino, en las que Jesús anuncia la llegada del Reino de Dios o Reino de los cielos y la actitud con que debe disponerse el hombre para alcanzarlo. En ellas se subraya que vale la pena jugarse todo para conseguirlo, aunque deban arrostrarse dificultades.
A continuación, encontramos las parábolas de la respuesta a la llamada, que de un modo u otro contienen un toque de atención para percibir la presencia de Dios en nuestra vida, de modo que se pone de relieve la insensatez de quienes desoyen esa llama, la ignoran o la olvidan, quitándole importancia o dejándose llevar por otros intereses que les parecen más necesarios o urgentes.
En el tercer capítulo están las que el autor llama parábolas del juicio divino. En este grupo se reúnen algunas parábolas especialmente expresivas, porque el relato pone de relieve el agudo contraste entre el comportamiento de la persona prudente y sensata frente al proceder de la alocada y frívola, con diversos matices, en los que fácilmente se puede encontrar retratado el lector.
Siguen en un cuarto capítulo las parábolas de la misericordia. Tres son las parábolas reunidas bajo este epígrafe, y las tres son del evangelio de san Lucas, entre ellas, la que generalmente se ha considerado como la más conmovedora y bella de todas, la parábola del hijo pródigo o, como también se la denomina a veces, del padre misericordioso.
Y por último aparecen unas parábolas sobre virtudes. Este quinto capítulo, como advierte el propio autor, aglutina varias parábolas heterogéneas, agrupadas por un fondo común: enseñar alguna virtud o prevenir sobre algún vicio. De ese modo se reúnen unas preciosas enseñanzas que hablan con elocuencia al hombre de hoy y de todos los tiempos, siempre necesitado de virtud, que es lo que le hace bueno, en el profundo sentido de la palabra.
El significado de cada una de las parábolas salta a la vista -es un mensaje perenne-, pero se enriquece cuando se ve, como aquí, su entronque con el Antiguo Testamento, y el significado de varios detalles que corresponden a la vida y cultura de los oyentes, y que se puede escapar con facilidad al lector de hoy.
Una virtud destacaría de este libro: que tratando una materia como es los escritos bíblicos, que se presta a consideraciones exegéticas de altos vuelos (pero que resultan más bien farragosas para los no especialistas), sabe exponer con claridad la enjundia de las enseñanzas de Jesús y pone de relieve, sobre todo, su aplicación práctica para la vida cristiana. El lector es llevado así muchas veces a descubrir aspectos en los que no se había fijado, o conclusiones y consecuencias que no había sospechado antes. De ese modo, la lectura de estas reflexiones abre un amplio panorama que enriquece nuestro conocimiento del evangelio y abre caminos a nuestra vida espiritual.
Con muy buen criterio, el autor del libro incluye al comienzo de cada parábola el texto evangélico que va a comentar a continuación. Me atrevo a sugerir al lector, para alcanzar un mejor aprovechamiento del libro, que una vez haya leído con detenimiento el comentario de la parábola, vuelva a una lectura sosegada del texto del evangelio, hecho ahora con las resonancias que su lectura despertará gracias a los comentarios y reflexiones recién leídas: seguro que esa nueva lectura le resultará esclarecedora, le permitirá descubrir nuevos aspectos y, sobre todo, suscitará aplicaciones prácticas para sacar más provecho de ese tesoro que es la palabra de Dios, la que el Hijo de Dios quiso dejarnos para enseñarnos el camino que conduce a la felicidad.