Allí, en el Madrid castizo y también universitario, acompañado por el vicedecano de la Facultad de Teología, Juan de Dios Larrú Ramos, que presidió el acto, y por el rector de la basílica de San Miguel, Juan Ramón García-Morato, teólogo y médico, José Miguel Granados Temes, que suma a sus tareas pastorales en la diócesis de Madrid, una intensa labor investigadora en torno al matrimonio y la familia, presentó ante numeroso público su último libro, ‘Transformar el amor. Matrimonio y esperanza en los grandes relatos’, editado por Eunsa.
José Miguel Granados publicó ya en la Universidad San Dámaso su tesis doctoral sobre ‘La ética esponsal de Juan Pablo II’, defendida hace años en la Universidad lateranense de Roma. Sus dos últimos trabajos han sido ‘El evangelio del matrimonio y la familia’, y una reflexión sobre los valores humanos y familiares en autoras de ámbito anglosajón, titulada ‘Mujer, ayúdame a amar’.
En el discurso de Granados Temes fueron desfilando autores universalmente conocidos, y otros no tanto. Como si fuera “una visita a una exposición artística literaria”, señaló. “Entramos en el recinto ferial de los grandes relatos, que reflejan la vida y la historia humana. Y lo hacemos con la mirada o la perspectiva del evangelio del matrimonio y de la familia. Podríamos decir que se trata de una visita a una exposición que podríamos titular ‘las edades del matrimonio’, descubierta en grandes relatos”.
Virtudes domésticas, valores familiares
Porque “al adentrarnos en la exposición literaria recogida en el presente libro, descubrimos en esos relatos cautivadores de historias y relaciones humanas, por un lado, un ramillete de hermosas virtudes domésticas, como la paciencia, el perdón, la humildad, el coraje, la fortaleza, la perseverancia, la confianza, la alegría, la laboriosidad”, añadió el autor.
Y “por otro, nos sorprenderemos al encontrar importantes valores familiares” ―continuó―, “como la tarea de formar un hogar, espacio de acogida de cada persona, de cuidado del débil y necesitado, ámbito de cobijo y apoyo, de promoción y estímulo, de formación humana y cristiana; o la mirada de ternura hacia el otro, con el afecto sincero, la vida en común, el servicio prestado generosamente, la alegría compartida”.
Pero sobre todo, subrayó José Miguel Granados, “consideraremos aspectos y dimensiones fundamentales de la identidad, la vocación y la misión del matrimonio. Así, la procreación como forma sublime de la fecundidad del amor, al recibir el don incomparable de cada hijo; la dignidad de la mujer, esposa y madre, la misión específica del padre; la educación como prolongación de la paternidad y la maternidad; la maduración afectiva; el protagonismo de la familia en la transformación social para construir una civilización de la vida y del amor”.
Enseñan a vivir
Algunos de los autores y relatos que encontramos en el recinto ferial que describe Granados son, entre otros, J.R.R.Tolkien, “con su impresionante recreación mitológica de admirable hondura antropológica”, que nos traslada “a un cosmos lleno de belleza y de tensión dramática entre las fuerzas del bien y del mal”, en palabras del autor; su amigo y colega universitario C. S. Lewis, con su “hermosa alegoría de la historia de la salvación” y la lección del niño Eustace, en ‘Las crónicas de Narnia’;personajes memorables del genial Charles Dickens, al que citaremos al final en su ‘Casa lúgubre’; Elizabeth Gaskell y su fortísima denuncia social; Oscar Wilde y El retrato de Dorian Grey; las novelas de Jane Austen (‘Sentido y sensibilidad’, ‘Orgullo y prejuicio’); narraciones de misterio y suspense como las de Anna Katharine Green, o fantasmagóricas, como las Wilkie Collins; aventuras, como las de Julio Verne; o soledades, como la de Robinson Crusoe (Daniel Defoe).
También es posible observar la doble vida moral en el ‘Doctor Jekyll y Mr. Hyde’ de Robert Louis Stevenson; narraciones infantiles del danés Hans Christian Andersen, como ‘La reina de las nieves’, o de Edith Nesbit (‘Cinco niños y Eso’); la novela policíaca, con maestros del suspense y la indagación del crimen, como sir Arthur Conan Doyle, Agatha Christie, Mary Elizabeth Braddon, Fergus Hume, Austen Freeman o Nicholas Carter; el genial G. K. Chesterton en la sabiduría humana del Padre Brown; o “sagas de novelistas norteamericanas con valores familiares cristianos y figuras femeninas admirables, que nos enseñan además a apreciar el don de los hijos”.
Rusos, franceses, ingleses…
El autor no olvida tampoco a grandes dramaturgos europeos del XIX, como “el profundo escritor rusoFiodor Dostoievski, gigante moderno del espíritu cristiano, que nos hace pensar en la conciencia moral adormecida y despertada por el amor, con la historia del joven anarquista Raskolnikov en Crimen y castigo”; el literato francés Víctor Hugo, que “transmite, en el gran relato Los miserables, el sentido cristiano de la vida y del sufrimiento injusto, vencido con la misericordia”; el también francés Alexandre Dumas, que deleita con las desventuras y la epopeya de Edmundo Dantes en ‘Elconde de Montecristo’, con la necesidad de superar el rencor mediante el perdón cristiano”.
Y cita, finalmente, novelistas ingleses de comienzos del siglo X, que“muestran el poder de la gracia en situaciones de ruina moral”, como Graham Greene o Evelyn Waugh, en ‘Regreso a Brideshead’, o “las advertencias de famosasdistopías contemporáneas de denuncia. Como la diatriba socio-política ‘1984’, deGeorge Orwell. O la angustiosa profecía del totalitarismo postmoderno en ‘Un mundo feliz’, de Aldous Huxley”.
El porqué del título
Con frecuencia se comienza un libro con la cita escueta de una frase de algún autor que resulta especialmente inspiradora para el trabajo realizado, explicó en su intervención José Miguel Granados. “En mi caso elegí estas dos afirmaciones concatenadas de la exhortación apostólica a los jóvenes titulada ‘Christus vivit’, del Papa Francisco: “Solo lo que se ama puede ser salvado. Solamente lo que se abraza puede ser transformado”.
De ahí nace el título de esta obra: “Transformar el amor”, desveló. “Pues el amor humano no es algo espontáneo y automático, que funciona por sí solo con su propia dinámica interna de forma inexorable. No se debe olvidar que nuestra naturaleza está herida por el pecado. Por ello, es imprescindible un trabajo de recuperación. En realidad, el ser humano en cuanto llamado al amor requiere ser trasformado con el auxilio de maestros de vida y de comunidades formativas. El que emprende la tarea de vivir y caminar junto a otros hacia una meta de trascendencia ha de ser educado, madurado, mejorado, en un proceso delicado y esforzado, artesanal, de purificación, sanación y aprendizaje constante”.
Y añadió el autor que, “como insinúa la sentencia papal mencionada, lo que más renueva y embellece el corazón y la entera existencia es la conciencia de ser amado personalmente, de modo único, incondicional y pleno. Ser querido de veras llena de sentido la propia existencia y motiva para desplegar lo mejor de uno mismo en la entrega de sí, en el don de uno mismo a los demás. Además, la gracia divina viene en ayuda de la debilidad humana de modo sobreabundante. Cristo es el redentor del corazón, que nos otorga las capacidades efectivas para superar las dificultades y vivir conforme a nuestra dignidad y al proyecto de Dios. Así ha ocurrido en la vida de los santos”.
Por este motivo, expuso Granados, “a lo largo del libro aludimos a diversos cónyuges cristianos y matrimonios ejemplares, cuyo testimonio manifiesta el cumplimiento heroico de la vocación conyugal en la vida concreta”.
La esperanza, nervio central
En cuanto al subtítulo del libro ―’Matrimonio y esperanza en los grandes relatos’―,“el ámbito considerado es el matrimonio en cuanto fuente de esperanza en algunas narraciones de ficción”, señaló Granados, que a continuación trazó un atractivo panorama.
“La alianza de amor conyugal es el espacio querido por Dios para engendrar y educar la vida humana, para desplegar al máximo su virtualidad”, concluyó. “Es la escuela del amor verdadero y hermoso. Brota del compromiso mutuo del varón y la mujer que, releyendo el lenguaje esponsalicio del cuerpo y del corazón, se comprometen y entregan de por vida para construir humanidad. La promesa divina fundamenta, precede y acompaña a la promesa mutua de los esposos. El don de Dios, al superar las fracturas humanas, hace brotar la esperanza de un hogar de amor bello, fiel y fecundo, participación humana del misterio de la comunión trinitaria familiar de las divinas personas”.
Precisamente es la esperanza el nervio central en la breve conclusión del libro, titulada ‘Del don al compromiso’. Tras contar los regalos que Galadriel, la sabia princesa de los elfos en el reino de Lothlórien, ofrece al despedirse de la comunidad del anillo ―hablamos de ‘El señor de los anillos’―, señala el autor que “así también, la promesa del amor conyugal contiene una semilla divina de fecundidad capaz de superar todas las pruebas, para florecer con eterna belleza, que comienza ya en esta tierra”.
El que ama siempre gana
Granados menciona en el libro “la cultura del cuidado, tan ponderada por el Papa Francisco, con la lectura de la última novela completa de Dickens, ‘Nuestro amigo común’”; la encíclica ‘Spe salvi’ (‘En esperanza fuimos salvados’) de Benedicto XVI, y a san Juan Pablo II, con su ‘Carta a las familias’, entre otros autores. Pero debemos citar una frase suya al comentar una novela de Charles Dickens. “Comprendemos que ―a diferencia de los parámetros mundanos de la competencia y la ley del más fuerte― en realidad, el que ama siempre gana, aunque parezca derrotado. Así ocurre con diversos personajes en la espléndida novela Casa lúgubre”.
Sin ánimo de hacer espóiler, en ‘Casa lúgubre’ se aprecian, comenta el autor, “aparentes perdedores, como Ada Claire que acompaña a su marido en la caída, seducido por la expectativa falaz de una herencia; o la joven Esther Summerson, que se contagia de una enfermedad grave por cuidar a las familias miserables de los obreros; o Mr. Jarndyce, tutor de la joven, siempre paciente y dispuesto a echar una mano a todos; o el coronel George Runcewell, que arriesga su negocio por proteger a un niño de la calle; o Caddy Jelliby, que consigue contraer un matrimonio honroso y formar un hogar digno tras superar sus circunstancias familiares calamitosas; o, en fin, el barón sir Leicester Deadlock, que pasa por encima de su orgullo nobiliario por salvar a su mujer deshonrada: todos estos aparentes fracasados son los que salvan el mundo en que viven con gestos auténticos y discretos de amor sacrificado”.