El médico de Budapest
Profesor, doctor y director del departamento de cardiología de un hospital de Budapest, un carismático Klaus Maria Brandauer (Memorias de África) es forzado a una jubilación en la cual se siente vacío. Ahogándose en su tiempo libre y sintiéndose inútil, vuelve a su pueblo natal para ser médico de familia, siguiendo la estela de su difunto padre. Allí le espera el sentido, los reencuentros, la música, la belleza, y la condena del hombre con criterio.
Aunque el pistoletazo de salida de la película es una historia resabida, El médico de Budapest es una película compleja, disfrazada de fábula sencilla de tintes bucólicos, donde el velo de la tranquila vida en el campo se va desgarrando poco a poco con la creciente caza de brujas de los mediocres y aburridos, los cotillas y envidiosos (“Pueblo chico, infierno grande” reza el refrán); no obstante, la película conjuga altibajos con maestría, huyendo de esta desidia y desolación con grandes actuaciones de unos protagonistas carismáticos, y edulcorando todo con música.
La obra despliega un elenco que no tiene desperdicio, siendo cada personaje un sujeto digno de interés: una madre posesiva y deseosa de ser relevante de nuevo, un alcalde que se aprovecha de las ilusiones de la gente y aplasta con calumnias a quien se le opone; una congregación de gente aburrida, envidiosa y miedica que sirven de voceros del régimen… Un sacerdote que intenta hacer el bien en medio de un rebaño cuyo miedo y envidia es mayor que el amor; una profesora de música viuda, atractiva, realizada y feliz que ignora lo que la gente rumia a sus espaldas; un hombre anónimo y solitario siempre sentado en el mismo banco del pueblo.
Ganador del premio de la Academia por Mephisto y católico de familia judía, István Szabo dirige y escribe este largometraje con tintes biográficos (una vocación médica frustrada y haber sido informador soviético) donde la música se alza como musa, principio y fin (“siempre le fuiste fiel a la música”, le dice la esposa al protagonista) y son muchos los conflictos éticos y morales que se dan. No obstante, quizá el más importante sea la denuncia de la nueva represión, acaecida también desde el poder y tejiendo telarañas de censura social que resultan en el sofoco y el ostracismo de sus víctimas.