En el bullicio de la vida política, donde las voces se entrecruzan en debates acalorados y las agendas parecen desbordadas por las urgencias del momento, surge una figura que busca unir dos mundos aparentemente divergentes: la fe y la política. Se trata de José Antonio Rosas Amor.
José Antonio, un laico mexicano, padre de familia y político convencido, es el responsable de una misión singular: “Invitar a los políticos católicos a desempeñar un papel más activo en la promoción del bienestar social, inspirados por los principios de la Doctrina Social de la Iglesia”.
José Antonio dirige la Academia de Líderes Católicos (www.liderescatolicos.net) que busca “formar una nueva generación de católicos latinoamericanos con responsabilidades políticas y sociales para que transformen el rostro del continente al servicio de sus pueblos, a la luz del Magisterio de la Iglesia y de cara a los Jubileos del V Centenario Guadalupano y de los dos mil años de la redención”.
Desde su infancia, José Antonio ha sido testigo de la presencia divina en su vida. Criado por una madre soltera que lo instruyó en una fe sencilla pero profunda, aprendió desde pequeño “el valor de la confianza en la providencia”. Su madre, una comerciante con una tienda modesta, pero con un gran sentido común y sentido sobrenatural, le inculcó la importancia de abandonarse a la voluntad de Dios en todo momento.
Encuentros significativos
Su camino, como él mismo apunta, ha estado marcado por encuentros significativos. Uno de los más memorables fue con el Hermano Miguel Martínez, referente del movimiento scout en México, que dedicó tiempo y esfuerzo para guiarlo en su itinerario espiritual.
El Hermano Miguel sabía transmitir pasión por Jesús y por su Iglesia y de este religioso aprendió José Antonio a encontrar el punto de vista sobrenatural en su vida ordinaria, a desarrollar la naturalidad del que está acostumbrado a tratar a Dios, y a los ángeles con la misma confianza con la que se trata a un buen amigo.
José Antonio recuerda que en una ocasión, hace unos 30 años, cuando no existían los celulares, “uno de los responsables de los Scouts en América Latina necesitaba con urgencia hablar con el Hermano Miguel, le llamó por teléfono de su oficina y le informaron que el religioso tenía varias horas de haber salido en su auto, estaba en camino a otra ciudad, y que seguramente le faltaban aún unas seis horas de viaje. Esta respuesta le dejó frío, necesitaba con urgencia el consejo del Hermano Miguel para tomar una decisión importante, que no podía esperar. A la media hora suena el teléfono, toma la llamada, era don Miguel ‘Qué suerte lo estábamos buscando’. Y la respuesta de don Miguel fue: ‘iba yo en la carretera y mi ángel de la guarda me dijo que me estabas buscando. Así que en la primera oportunidad que tuve me estacioné y estoy llamando’. Esto es un ejemplo de la naturalidad de lo sobrenatural”.
Formación de líderes
La vocación de José Antonio se cristalizó desde temprana edad, cuando descubrió su llamado a la política como una expresión de su identidad cristiana. Su objetivo principal es “formar a católicos comprometidos que participen en la vida política desde una perspectiva de encuentro y unidad, siguiendo las enseñanzas de los Papas, especialmente las del Papa Francisco, quien enfatiza la importancia de ser signos de unidad en un mundo polarizado”.
Con una pasión ardiente y una fe inquebrantable, José Antonio busca transmitir cercanía, enseñar a los católicos a vivir con coherencia su fe en la política, recordando que el compromiso social y político puede ser un camino de encuentro con Dios y con nuestros semejantes.
Su labor inspira a muchos a abrazar una visión más integradora y humanitaria de la política, donde la fe no es un obstáculo, sino un faro que guía hacia un bien común más grande. En un mundo necesitado de esperanza y cohesión, la voz de José Antonio Amor resuena como un eco de solidaridad y amor en acción.