Cultura

Gershom Scholem (1897-1982). La revelación y la tradición judías

En estos años de redescubrimiento de la tradición y cultura judías por parte del mundo católico, un autor clave para comprender el pensamiento judío hoy -y sus tensiones y conflictos- es Gershom Scholem, que es una figura relativamente poco conocida en España.

Jaime Nubiola·10 de enero de 2022·Tiempo de lectura: 4 minutos
Gershom Scholem leyendo el Zohar.

Gerhard Scholem hizo todo lo que estuvo en sus manos para ser lo más judío posible. Nació en 1897 en una familia judeo-germana asimilada, para quienes la judeidad no era nada más que tradiciones de sus antepasados. Por ello, la búsqueda del joven Scholem fue vista como un acto de rebeldía, muestra de unos intereses demasiado judíos. Prueba de esto es su rechazo al nombre de “Gerhard” y su sustitución por el nombre mucho más judío “Gershom”.

Estudió matemáticas, filosofía y lenguas orientales antes de encontrar el que sería su tema preferido de estudio: la Cábala, el sistema de interpretación de las doctrinas ocultas de la tradición mística judía. Participó en grupos sionistas desde joven. Aseguraba que el sionismo no era para él un movimiento únicamente político, favorecedor de la creación del Estado de Israel, sino un movimiento de profunda renovación del judaísmo.

Para Scholem, el judaísmo era algo particular, imposible de asimilar a cualquier otra cultura sin destruirse; la búsqueda de ese “verdadero judaísmo” fue lo que le movió a estudiar la Cábala y otros movimientos históricos, así como a unirse al sionismo y a trasladarse a vivir a Jerusalén, donde fallecería en 1982, después de una prolífica vida académica en la Universidad Hebrea. Su interés por la renovación espiritual del pueblo judío le llevó a investigar sobre la historia, el mesianismo y la identidad y misión histórica judías.

Su pasión por el pasado no era un interés meramente erudito: lo que esperaba encontrar en la historia era la fuerza renovadora que permitiera construir el presente para dar así al pueblo judío nuevos motivos para luchar por existir. Así lo escribe en Grandes tendencias de la mística judía: “Las historias todavía no han terminado, todavía no se han convertido en historia, la vida secreta que hay en ellas puede emerger nuevamente en ti o en mí el día de hoy o de mañana”.

Scholem consideraba que la prueba irrefutable de la particularidad del pueblo judío era su resiliencia: a pesar de las vicisitudes de la historia y de las circunstancias difíciles por las que tuvo que pasar, supo preservarse siempre y conservar su sentido y su misión. “En última instancia este sentido se fundamentaba en la relación particular que guarda el pueblo elegido con Dios y que la tradición preserva a la par que enriquece según las circunstancias históricas”, ha escrito César Mora (“Gershom Scholem, redescubridor de la mística judía”, El Ciervo, 2019). Para Scholem, es llamativo cómo, bajo circunstancias sociales muy duras, capaces de aplastarlo, el judío se ha reconfigurado y desarrollado. Esto no lo achaca únicamente al vínculo religioso, pues le parece que justamente la época actual, marcada por la secularización, no ha sido capaz de hacer obsoleto el vínculo común del pueblo.

Para Scholem, la especificidad del pueblo judío surge en gran medida por la elección de Dios y el mensaje que le reveló. Esta revelación no es comprendida como un momento único y final, sino que se irradia y se expresa en toda la realidad y a través de toda la historia.

Scholem comprende la revelación como algo abierto, pendiente de su configuración final que solo se comprenderá mirando hacia atrás: “La palabra de Dios, si existe algo semejante, representa un absoluto, del que tanto puede decirse que descansa en sí mismo como que se mueve en sí mismo. Sus irradiaciones están presentes en todo aquello que, en cualquier parte, pugna por expresarse y configurarse… y es precisamente en esta diferencia entre lo que se llama palabra de Dios y la palabra humana donde se halla la clave de la revelación” (Scholem, Hay un misterio en el mundo: Tradición y secularización, p. 18). 

Por ello, la revelación es comprendida por Scholem como algo abierto a interpretación, un encuentro del hombre con la palabra de Dios que es infinitamente interpretable, que se va configurando a través de las experiencias históricas y con ellas se renueva. La experiencia histórica se torna así para el judaísmo en algo fundamental, en donde el pueblo judío encuentra su identidad y donde se encuentra con la revelación.

Uno de estos momentos fundamentales que imprime identidad en el pueblo judio sería la revelación del Sinaí y, aun hoy, la pregunta por los contenidos de la revelación y su confrontación con los tiempos sigue siendo vigente.

Para Scholem, la revelación se adapta al tiempo histórico y por ello en cada momento de la historia hay que plantearse nuevamente esta pregunta y buscar una respuesta también en la historia. Las experiencias históricas llevan al judío necesariamente a plantearse su identidad; a diferencia del cristiano, a quien las circunstancias históricas no le dicen —según Scholem— nada de su identidad, pues su momento configurador —la venida del Mesías— ya ocurrió en el pasado. El presente y el futuro están para el judío abiertos y radicalmente relacionados con su identidad más íntima. Sucesos como la Shoá son fundamentales para comprender la identidad judía de hoy.

La revelación —para Scholem— está abierta a la novedad de la creatividad humana. No se trata de algo fijo y que solo deba ser transmitido, sino de algo vivo, en una constante relación con la conciencia creyente y abierta a la espontaneidad. Scholem ve en la tradición el secreto del pueblo judío, pues representa la unión de lo antiguo con lo nuevo, la aceptación de la novedad y su integración en lo ya establecido.

Aprender de nuestros “hermanos mayores en la fe” —como gustaba llamar Juan Pablo II al pueblo judío— es un desafío. En esta dirección, Gershom Scholem es un autor que puede ayudarnos, pues da mucho que pensar.

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