Cultura

Fabrizio Caciano “Todas las semanas volvemos con más de lo que salimos”

Omnes·18 de abril de 2018·Tiempo de lectura: 3 minutos

Fabrizio Caciano es el fundador de Puertas de Emergencia, que acompaña a las familias, pacientes, médicos, enfermeras y trabajadores de los hospitales de Lima durante las noches.

TEXTO – Fernando Serrano

“El motivo importante para continuar en las labores de apoyo social es el compromiso como padre con Valentino, mi hijo de 7 años”, señala Fabrizio Caciano. Es uno de los fundadores de Puertas de Emergencia, organización sin ánimo de lucro que busca apoyar y acompañar a los familiares de los enfermos que están en los hospitales de Lima, en Perú. “Aunque también compartimos con los trabajadores de limpieza y seguridad, enfermeras, trabajadoras sociales”.

Una historia de conversión

Fabrizio Caciano nació en Lima. Durante su infancia y adolescencia creció en una familia católica y practicante, y estudió en un colegio marianista. Pero a los 20 años, su vida dio un giro: “A raíz de la muerte de mi madre y de mi mejor amigo en un corto periodo de tiempo, entro en una crisis de fe que duro más de 20 años”.

Estudió Marketing y Administración de Empresas. Desde joven su vida estuvo ligada en labores de solidaridad y concienciación social. “Fui educador de calle y administrador de una ONG que desarrollaba un programa para rehabilitar a niños que consumían drogas”, explica nuestro protagonista; “de esta forma conocí una parte de la realidad bastante diferente a la que estaba habituado”. Durante 14 años recorrió las calles de Lima, pero esa actividad también le permitió conocer otros países. “Estas experiencias me permitieron viajar varias veces a Europa como expositor y participé de varios congresos internacionales sobre temática de vida en calle”.

Un encuentro más personal con Dios tuvo lugar en 2013. “En noviembre de 2013 participé en un retiro de Emaús en la parroquia María Reina. Aquí entendí dos cosas: que Dios existía y que había estado siempre a mi lado”, de esta forma explica lo que consdiera su conversión. “Desde esa fecha, mi visión de la vida gira en ser buen padre, hermano y ciudadano”, y participa activamente en la comunidad de Emaús. “A partir de entonces he ayudado a promover estos retiros y comunidades en otras 5 parroquias de Lima. Mi vida gira en torno al servicio de otras personas a través de las enseñanzas de mi religión”.

Puertas de emergencia

¿Y Puertas de Emergencia? Nos explica: “El origen de Puertas de Emergencia viene de una anécdota personal. Me tocó pasar una noche en la sala de espera de la unidad de cuidados intensivos de un hospital fuera de Lima. Acompañaba a mi padre que fue atropellado. Durante el día hacía mucho calor, pero por la noche la temperatura bajaba mucho y no lo sabía. Vestía ropa muy ligera para la noche. Una señora que estaba a mi lado, con sus 3 hijos, me prestó una manta y otro señor  un pedazo de cartón para que me acomodase en el suelo”. Esta experiencia de solidaridad en medio del dolor le dejó una huella muy grande, y sembró en él una sensibilidad hacia una realidad que es casi invisible para el resto.

Sobre esa base, cuando llegó el año 2016, año de misericordia, Fabrizio quería hacer algo con dos compañeros de Emaús, así que sin darle muchas vueltas, un día, después de las reuniones, decidieron hacer 60 bocadillos, compraron refrescos y acudieron al hospital María Auxiliadora, al sur de Lima.  Esa fue la primera vez, y desde entonces hemos salido todos los miércoles por la noche. A veces regresamos a medianoche, pero nunca hemos dejado de salir”. En la actualidad, “es una plataforma de acción católica que atiende a familiares de pacientes atendidos en hospitales de Lima”.

Compartir el pan

“La premisa del equipo es simple: compartir. Desde el punto de vista de nuestra fe, compartir el pan es lo más significativo que puede haber”, resalta Fabrizio cuando le preguntamos por el objetivo de Puertas de Emergencia. Desean evangelizar, pero “no vamos directamente a hablar de Dios con la gente, se lo mostramos”.

El tiempo trasncurrido, aunque aún escaso, le permite una valoración de la experiencia. “He aprendido muchas cosas en estos dos años. Sobre todo, el valor de pertenecer a una comunidad integrada por personas convocadas por el amor a Jesús. He aprendido el valor y poder de la oración. He visto personas con familiares con enfermedades terminales seguir con fe hasta el final. Se me han acercado personas a pedir oración por su hija, por su madre, tía… todas las semanas regresamos habiendo recibido con más de lo que salimos”.  

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