Cultura

Eva Leitman-Bohrer:  “Nací en 1944 en Budapest, el peor momento para nacer, en el Holocausto húngaro”

El Centro Sefarad-Israel en Madrid ha acogido la presentación de la edición en húngaro de ‘Los papeles secretos de Pape’, donde se recoge la historia de Eva Leitman-Bohrer, superviviente húngara del Holocausto judío, la de su familia, y la de millones de familias judías que murieron a manos de nazis. Leitman-Bohrer y la autora panameña Alexandra Ciniglio cuentan la historia a Omnes.   

Francisco Otamendi·19 de diciembre de 2024·Tiempo de lectura: 6 minutos
Eva LeitmanBohrer y AlexandraCiniglio - Holocausto húngaro

Ésta es una entrevista a dos voces. La de Eva Leitman-Bohrer (Budapest, 29 de  junio 1944), judía y superviviente húngara del Holocausto, que está contando la historia. Y la de la periodista panameña Alexandra Ciniglio, autora de los ‘Los papeles secretos de Pape’ (Nagrela editores), que ayudó a Eva Leitman-Bohrer a conocer su pasado y el de su familia, entre Budapest y Madrid pasando por Tánger y por el campo de concentración de Mauthausen.

También son voz de las víctimas de la Shoá (catástrofe en hebreo, Holocausto), el asesinato de seis millones de judíos europeos por los nazis en la Segunda Guerra Mundial.

Ahora, la embajadora de Hungría en España, Katalin Tóth, y el director del Centro Sefarad-Israel, Jaime Moreno Bau, han presentado la edición en húngaro acompañados por Leitman-Bohrer, Alexandra Ciniglio y familiares del Ángel de Budapest, el diplomático aragonés Ángel Sanz Briz, que salvó a más de cinco mil judíos de la muerte en Hungría, explican las entrevistadas.

Eva, el libro en húngaro se titula ‘Pápe titkos iratai’. Háblenos de Pape y de su apellido, Leitman-Bohrer.

– Leitman es el nombre de mi padre biológico que nunca he conocido, y que murió en ‘las marchas de la muerte’, por ser judío. Bohrer (Pape) es la persona que se casó por mi madre cuando yo tenía cuatro años, que ha vivido 98 años, y que ha muerto hace 8 años: es el padre que he tenido toda mi vida. Mi nombre es el de dos padres, Leitman-Bohrer.

Alexandra, ¿cuál ha sido su objetivo con el libro?

– Lo que yo he tratado en el libro es no solamente contar la historia de Eva, sino que a través de su historia, contar la historia de millones de familias, de millones de judíos que murieron en las mismas circunstancias. Por eso, no solamente narro anécdotas que puedan resultar familiares, sino que he hecho un esfuerzo por situar el contexto histórico. Para que el que lo lea, si no sabe nada de la Segunda Guerra Mundial ni del Holocausto, pueda entender por qué tal o cual situación era importante en ese momento.

 ¿Qué eran las ‘marchas de la muerte’?

– (Alexandra) Eva sabía que Pape era su padre adoptivo, porque su padre biológico, al que ella no conoció, murió en las denominadas ‘las marchas de la muerte’ que ocurrieron hacia el fin de la guerra, cuando las fuerzas militares alemanas estaban colapsando. Los alemanes, desesperados,  comenzaron a trasladar a los prisioneros de los campos que estaban cerca del frente y a utilizarlos para realizar trabajos forzados en los campos del interior de Alemania. 

Cientos de miles de hombres, mujeres y hasta niños fueron obligados a ir caminando, kilómetros y kilómetros, cruzando fronteras, sin ropa ni calzado adecuado en invierno, y sin alimentación. Los llevaban a campos de trabajo, campos de concentración o campos de exterminio, y muchos morían en el camino, y los cuerpos quedaban tirados.      

 ¿Tenía posibilidades de sobrevivir un bebé de familia judía en 1944 en Hungría?

 – (Eva) Prácticamente nulas. Nací el 29 de junio de 1944, y mi madre siempre dijo que era el peor momento para nacer, porque en ese momento Budapest estaba bajo los bombardeos de los aliados que caían del cielo; y en tierra estaban los ‘flechas cruzados’ del partido nazi húngaro a la búsqueda de judíos para matarnos; y por otra parte, desde el 19 de marzo de 1944, Hungría estaba invadida por los alemanes. Hitler había mandado a Hungría su mejor especialista en deportaciones hacia los campos de la muerte, y estaba en Budapest en ese momento, era Adolf Eichmann. En ese momento, mi madre, pobrecita, ya era viuda y no lo sabía todavía.

A mi abuelo le quedaba un poquito de oro y pudo internar a mi madre en una clínica, pero a la hora la echaron a la calle, y estuvo buscando un refugio bajo tierra, por los bombardeos. Mi madre no tenía nada que darme porque estaba esquelética, y creo que me daban las mondas de patatas hervidas y zanahorias.

Usted se ha referido al Ángel de Budapest y a un Ángel sueco.

Cuando paró el bombardeo, mi madre se enteró por el portero de su antigua vivienda que llegaban unas cartas de España de mi abuela, que se había ido en el 39 a Tánger, y luego a Madrid. El portero le habló de unas casas protegidas del gobierno español. Ahí estaba nuestro Ángel salvador, el embajador Ángel Sanz Briz, que en la época era un jovencito de 30 años, valiente, generoso, que no podía ver esas matanzas por las calles de personas judías, –al igual que otros justos de varias naciones, como el gran Raoul Wallemberg, sueco y también diplomático–, y que salvó la vida de unos 5.200 judíos.

 ¿Cómo lo hizo?

 – (Eva) El Ángel de Budapest nos salvó de una deportación segura. Ponía la bandera de España en pisos y casas, para que fueran de protección española. No había alimentos, pero ya era el final del año 44, y en el 45 llegaron los rusos. Yo tengo una gran admiración y un deber de memoria y de agradecimiento hacia Ángel Sanz Briz y su familia, con la que me une una gran amistad. Con los hijos, suelo hacer charlas en colegios e instituciones.

Nosotros llegamos a España en 1954. Éramos apátridas, porque Hungría había sido ocupada por los soviéticos, que de aliados para liberar a Europa pasaron a ocupar Hungría y cerraron las fronteras.

¿Cómo quedaron Eva y su familia tras este Holocausto judío?

 – (Alexandra) La familia logró escapar de Hungría bajo el dominio soviético, y al escapar quedan registrados como apátridas. Durante muchos años, ella y su familia sufrieron el hecho de no tener una nacionalidad. Por eso, para Eva este reencuentro con Hungría es importante. Publicar el libro en húngaro es un tema de justicia histórica. Es bonito resaltarlo, porque siento que esta publicación es para Hungría una forma de reconciliarse con su propio pasado. En el libro, Hungría no queda bien, obviamente, porque es un hecho histórico que colaboró con los nazis, y en nuestra investigación resaltamos la figura de los ‘cruz flechados’, los nazis húngaros, que eran iguales o a veces hasta peores que los alemanes.

No es un libro bonito para Hungría, y por eso resalto el valor que tiene no negar su pasado. En Budapest puede visitarse La Casa del Terror, un museo donde muestran cómo hacían los interrogatorios a los judíos, lugares de tortura, etc., y lo exponen allí. Lo más curioso es que el mismo lugar lo usaron los soviéticos después, para hacer lo mismo.

Están reconstruyendo la memoria…

(Eva) Yo durante muchos años he sido una húngara sin ser húngara, o sea, sin importarme gran cosa. Yo en mi casa hablaba húngaro con mi padre y mi madre, es mi idioma materno, Y de repente una embajadora me pidió que la ayudara a reconstruir la memoria, porque en España ha habido muchos húngaros judíos refugiados.

Luego, con la embajadora actual, que es amiga mía, me enseñaron a apreciar el país, que es el país de mis padres, con 10 premios Nobel, cerca de 10 millones de habitantes, que ha tenido artistas, músicos, intelectuales…  He ido varias veces a Budapest y me he enganchado al país, mi padre nunca volvió porque estuvo en tres campos de trabajo, y sobrevivió porque era contable y estuvo en las cocinas.

La iniciativa de Hungría de traducir este libro es encomiable.

(Eva) Estoy profundamente agradecida. Me otorgaron la Gran Cruz de Oro del Mérito Nacional húngaro, por el trabajo de memoria del Holocausto húngaro, de los húngaros en España. Estoy muy agradecida por la traducción del libro al húngaro, en la que no he participado. Mi nivel de húngaro es familiar, de casa, no para traducir un libro. También estoy muy agradecida a Alexandra, que ha conseguido darme una voz en el libro.

(Alexandra) Ojalá ahora, al estar en húngaro, la historia pueda llegar a la gente más joven, que no conoce estos temas. Hoy en día, Eva es una de las pocas sobrevivientes del holocausto que vive en España, y está haciendo una labor muy bonita de contar la historia, con el libro, y ojalá pudiera hacer lo mismo en Hungría. Es ponerle cara a la historia, y poder entender que sí, que murieron seis millones de judíos, pero cada uno de ellos tenía una historia, una familia, es humanizar la historia para que conectar con lo que ocurrió, y aprender.

¿Qué es lo más llamativo de su trabajo con Eva Leitman-Bohrer?

 – (Alexandra) Cuando conocí a Eva ella no era capaz de contarme su historia. Como muchos otros supervivientes del Holocausto, sus padres no hablaban del tema: “borrón y cuenta nueva”. Ella también vivió con sus abuelos, y no hablaban ni sus padres ni sus abuelos, y ella no les preguntaba. Era como un código compartido: de los temas dolorosos era mejor no hablar”.

Imagínate una persona que, pasados los setenta años, comienza a descubrir su propia historia. El día que presentamos el libro en su versión en español, fue muy emocionante para mí porque fue la primera vez que pude escuchar a Eva contar su historia de forma hilada y coherente, tras la investigación realizada, y poder dejarla documentada a sus hijos y a sus nietos.

¿Cuántas personas murieron en Mauthausen, cerca de Linz?

– (Alexandra) Personalmente, viajé a Budapest, a Tánger, a Mauthausen, el campo de concentración situado a unos 20 kilómetros de Linz y en torno a 150 de Viena (entre 1938 y 1945 fueron deportadas a ese campo unas 190.000 personas, quizá más, y más de cien mil de ellas murieron a golpes, a tiros, o mediante inyecciones o gas letal: la mayoría fueron polacos, soviéticos y húngaros), y a otros lugares, para ser los más rigurosos posibles con la investigación.

Del libro, subrayaría el valor documental de lograr reconstruir hechos históricos a partir de documentos reales como certificados, cartas y fotografías, ofreciendo un testimonio valioso sobre las experiencias de las víctimas del Holocausto y las acciones de esta familia.  Y por otro lado, intenté que fuera una escritura sencilla y emotiva, haciendo que una historia compleja sea accesible para una amplia audiencia. Fueron tres años trabajando el libro y estamos muy orgullosas de lo que hemos logrado con él.

El autorFrancisco Otamendi

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