Cultura

El corazón mariano de Austria: Mariazell, la “Magna Mater Austriae”

El santuario de Mariazell, acoge en su interior la venerada talla de la Virgen María, Magna Mater Austriae. Un lugar de peregrinación y devoción desde hace nueve siglos.

Jacqueline Rabell·17 de septiembre de 2021·Tiempo de lectura: 5 minutos
Mariazell Austria

Foto: ©Bwag

Según cuenta la tradición, en torno al año 1157 el abad Otker, del monasterio benedictino de San Lamberto, envió a uno de sus monjes a lo que más tarde se conocería como Mariazell, que entonces pertenecía a los dominios del monasterio, con el propósito de que se hiciera cargo de las almas de los habitantes de la zona.

Con el beneplácito del abad, el hermano Magnus se puso en camino llevando con él una pequeña figura de la Virgen con el Niño tallada en madera de cal. En la noche del 21 de diciembre, mientras se dirigía a su destino, una roca de grandes dimensiones apareció en el camino, impidiéndole continuar el trayecto.

Al dirigirse a la Virgen en busca de ayuda, la roca se partió en dos y dejó el camino libre. Cuando por fin logró llegar a su destino, el hermano Magnus se puso a construir una pequeña celda (Zell, en alemán) que le serviría de alojamiento, a la vez que como lugar de oración. De ese pequeño habitáculo es de donde parece derivar su nombre; Maria por la talla que con él trajo el monje, y Zell por la celda donde estuvo situada al principio: Mariazell.

Templo románico, ampliación gótica

Sin embargo, de acuerdo con la inscripción que aparece sobre el portal principal, parece que la construcción de la primera iglesia románica no fue hasta 1200, o sea, casi medio siglo después de su llegada. A lo largo de los años posteriores, la fama del lugar se fue extendiendo gracias a los numerosos fieles a los que la Virgen otorgaba sus gracias, convirtiéndose en el lugar de peregrinación por excelencia de los habitantes de los territorios austriacos. A ello contribuyó la concesión de una indulgencia plenaria del Papa Bonifacio IX en 1399, lo que favoreció el desarrollo de celebraciones y procesiones, que sobrevivieron a pesar incluso de las restricciones religiosas impuestas por el emperador José II (1765-1790).

La ubicación geográfica del santuario sin duda favoreció que a lo largo del siglo XV Mariazell no sólo fuera un lugar frecuentado por habitantes de la zona de Austria, sino también por franceses, suizos, alemanes, bohemios, polacos, húngaros, croatas o serbios. Esa es la razón principal de que se llevara a cabo una ampliación, de estilo gótico, sobre la primitiva iglesia románica. Parece que esta se inició con la adición de un coro y siguió con la construcción de una nueva nave central y dos laterales.

Pero no solo el “pueblo llano” acudiría a Mariazell a implorar la intercesión de la Virgen o en acción de gracias por los favores concedidos. También la familia imperial se convertiría en protectora y devota de la Madre de Mariazell, especialmente después de la contrarreforma. Fue entonces cuando se hizo necesaria una ampliación de la iglesia gótica, que fue en su mayor parte patrocinada por los Habsburgo. Las reconstrucción y ampliación se inició en el año 1644, bajo la dirección del constructor Domenico Sciassia. No sería hasta cuarenta años más tarde cuando se pudo dar por terminado el colosal proyecto, que Sciassia no llegaría a ver acabado. La inmensa obra y los desafíos que supuso aunar los elementos góticos con las nuevas introducciones barrocas, han convertido a Mariazell en una joya arquitectónica y en la iglesia más grande de Austria.

Entre las partes de la iglesia que más dificultad presentaron se encuentra la fachada, la cual consigue aunar el gran portal ojival y la originaria torre gótica que, según la tradición mandó construir el rey húngaro Luis I, y las dos torres barrocas ideadas por Sciassia. Un hecho que pasa desapercibido, pero que fue una manera de honrar también a los húngaros, peregrinos habituales a Mariazell.

Peligros y dificultades

Fue en esos años de gran cambio y movimiento cuando el emperador Leopoldo I visitó el santuario y nombró a la Virgen de Mariazell generalísima de su ejército imperial. Corría el año 1676 y, por aquel entonces, los territorios austriacos necesitaban de toda la ayuda posible, debido a la constante amenaza y progresivo avance de las tropas otomanas hacia los territorios habsbúrgicos. Un enemigo que con el transcurrir de los años se había convertido en un peligro permanente, que no remitiría hasta el año 1683 cuando, gracias al genio militar del príncipe Eugenio de Saboya, se logró detener el asedio a Viena, expulsarlos de los territorios austriacos y poner fin a su hegemonía en el sureste de Europa.

Tal y como se menciona al principio, la fama de Mariazell consiguió sobrevivir incluso a las restrictivas leyes del emperador ilustrado José II y la piedad popular, aunque ya no alentada por la monarquía, siguió viendo en la Virgen de Mariazell su protectora.

A lo largo del siglo XIX el santuario no experimentaría más ampliaciones, pero sí tuvo que ser profundamente restaurado debido a los daños que ocasionó el gran incendio ocurrido en la noche de Todos los Santos de 1827. Dada su importancia, hubo numerosas contribuciones económicas que ayudaron a su rápida restauración entre 1828 y 1830. Sin embargo, no se siguieron los planos anteriores, sino que se tendió a una mayor simplificación constructiva. Aprendida la lección, se instalaron por primera vez pararrayos en el tejado de la iglesia. Aunque los daños fueron numerosos, se consiguió salvar la estatuilla románica de la Virgen, que sigue hoy día en su lugar original, la Capilla de Gracia, el corazón del santuario. La capilla se ha convertido en la parte más antigua del templo (1690) y contiene la talla de 48 centímetros de la Virgen con el Niño, a la que hoy se honra como la Magna Mater Austriae y con la que el hermano Magnus comenzaría su labor evangélica en 1157. Ya entrado el siglo XX, la iglesia seria elevada por el Papa a la categoría de basílica menor en 1907.

Visitada por los Papas

Pocos años después de haber sido elegido Pontífice, san Juan Pablo II visitó Mariazell el 13 de septiembre de 1983. Años más tarde, su sucesor, Benedicto XVI regresaría el 8 de septiembre del 2007 para celebrar los 850 años del santuario y honrar al lugar con el premio papal de la “Rosa de Oro”, una flor forjada en oro y llena de esencias aromáticas como bálsamo, incienso y agua bendita. Otros santuarios que recibieron este mismo honor, en su momento con Juan Pablo II, fueron Loreto, Lourdes y Czestochowa.

En la homilía que predicó entonces, Benedicto XVI habló sobre el significado de la peregrinación y su relación con Cristo y su Iglesia. Pero también de ese Dios Niño en los brazos de su Madre, que al mismo tiempo está crucificado sobre el altar mayor: “Debemos contemplar a Jesús como lo vemos aquí, en el santuario de Mariazell. Lo vemos en dos imágenes:  como niño en brazos de su Madre y, sobre el altar principal de la basílica, crucificado. Estas dos imágenes de la basílica nos dicen: la verdad no se afirma mediante un poder externo, sino que es humilde y sólo se da al hombre por su fuerza interior:  por el hecho de ser verdadera. La verdad se demuestra a sí misma en el amor”.

Aunque a veces transmitir este mensaje y predicarlo en un mundo hostil al amor de Dios puede resultar desesperanzador. No desfallezcamos, como muy bien expresaba Benedicto XVI en esa misma homilía: “Peregrinar significa estar orientados en cierta dirección, caminar hacia una meta. Esto confiere una belleza propia también al camino y al cansancio que implica”.

El autorJacqueline Rabell

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