“Great Expectations”, Grandes esperanzas, una de las mejores novelas de Dickens, narra la historia de un muchacho que pierde la inocencia en su intento presuntuoso de escapar de su baja condición social. El tema central es la distinción entre las verdaderas y las falsas promesas, que generan, correlativamente, esperanzas auténticas o sucedáneas.
El jovencito Pip, sobrino de un honrado y sencillo herrero de pueblo, se deja arrastrar -confundido por una serie de situaciones, que interpreta de modo equivocado- por la vana ensoñación de llegar a ser un caballero (“gentleman”), alguien importante en la escala social. Le induce a ello la atractiva y cruel Estela, cuya extravagante tía, despechada y enloquecida por el abandono de su novio en el día de la boda, mantiene la mesa mugrienta del festín intacta, viste desde entonces el ajado traje de novia, y expira rencor vengativo hacia los hombres.
Durante su vida acomodada en Londres, el joven pretencioso vive frívolamente, renegando de sus humildes orígenes y avergonzándose de sus seres queridos. Con el tiempo, Pip descubrirá la identidad de su misterioso benefactor: un convicto a quien ayudó siendo niño, que lo trata como a un hijo, pero por quien el joven siente ahora profunda repugnancia. Sin embargo, superando el desagrado inicial, será capaz de corresponder a su amor desinteresado, ayudándole en su necesidad. Es entonces cuando aflora lo mejor del corazón de Pip.
Al regresar al pueblo, arruinado y humillado, Pip encuentra la acogida compasiva de su tío, y decide reemprender una nueva existencia, basándose ahora en el sentido auténtico de la vida, descubierto tras su profunda equivocación. Y lo mismo le ocurrirá a Estela, cuya falsa percepción de la vida le llevó también a un gran desengaño, al contraer matrimonio con un maltratador.
Tras mucho sufrimiento, causado por la consecución de las falsas expectativas, ambos jóvenes descubren cuáles son las promesas valiosas que ofrecen la esperanza que no defrauda y orientarán sus vidas según las opciones adecuadas, conforme a la bondad y el amor al prójimo.
Por fin, el protagonista -transformado por la dolorosa purificación, que le ha hecho sabio- llega a afirmar: “El sufrimiento ha sido más fuerte que todas las demás enseñanzas, y me ha enseñado a entender cómo era tu corazón. He sido doblado, quebrado, pero me he convertido -eso espero- en una mejor persona”.
Todos los anhelos del corazón humano contienen una promesa que genera esperanza. La atracción recíproca de la masculinidad y la feminidad -el eros- constituye el deseo de engendrar en la belleza (Platón). El significado esponsalicio del cuerpo humano (Juan Pablo II), establecido por el Creador, contiene el don y la vocación de construir una comunión interpersonal de amor hermoso y fecundo entre un hombre y una mujer. El sacramento del matrimonio cristiano lleva a plenitud el proyecto originario, superando la fractura del pecado con la fuerza de la gracia.
Las interpretaciones reductivas y falsas, propugnadas por algunas ideologías de moda, rebajan el fin de la noble atracción originaria a la mera física y química de placer egoísta y utilitario, o a la idolatría romántica de una suerte de pirotecnia de emociones fugaces. El resultado inevitable es la frustración y el vacío existencial, la división y la confrontación que arruina a las personas y a las sociedades.
Urge recuperar el sentido genuino del amor humano de entrega, inscrito por el Creador en la gramática de la afectividad (Benedicto XVI): un amor generoso y fiel, formado en la forja de las virtudes humanas y cristianas; un amor que da vida y construye hogares cálidos, constituidos en cuna y escuela de la vida humana; un amor auténtico e íntegro, que regenera las civilizaciones conforme al designio de Dios.
Esta es la apasionante misión de los matrimonios cristianos, enviados como buena nueva para el mundo: recuperar la alegría del amor (Francisco) que la Iglesia, familia de familias, ha de ofrecer hoy a una cultura desorientada. Serán los matrimonios audaces y santos quienes traigan a nuestra sociedad la gran esperanza cristiana del amor familiar que todos sueñan.