El mantel de la Última Cena es una reliquia que, según la tradición, cubrió la mesa en la que tuvo lugar la Última Cena de Nuestro Señor y los apóstoles. Momento en el que Cristo instauró el sacramento de la Eucaristía.
A fecha de hoy, y desde finales del siglo XIV, se encuentra en la catedral de Santa María de la Asunción, Coria, provincia de Extremadura, España.
Dada la devoción e interés religioso que siempre ha despertado el mantel, hubo que hacer reformas en la catedral para colocar la reliquia en un lugar visible y que así los fieles pudieran contemplarlo cómodamente y colaborar de ese modo a su piedad.
Hasta principios del siglo XV no contamos con referencia documental alguna, cuando Benedicto XIII –el Papa Luna– otorgó una bula en virtud de la cual se reconocía su autenticidad y se permitía el culto cada 3 de mayo. Tal día el mantel se colgaba del balcón de la catedral para su veneración.
Era tal la devoción que despertaba la reliquia, que durante siglos hubo cantidades ingentes de procesiones para pedir al Señor el fin de plagas, sequías, inundaciones u otros desastres naturales o intenciones. El mantel era exhibido en determinadas celebraciones para veneración del público a lo largo del año litúrgico.
Ese privilegio fue suprimido a finales del siglo XVIII al considerar que se estaban produciendo ciertos abusos por parte de quienes veneraban la reliquia. De hecho, se llevaban pedazos del mantel y lo desmejoraban ostensiblemente. Se decidió retirarlo de la balconada y colocarlo en una urna, donde hoy permanece.
Tal decisión conllevó que la reliquia se olvidara, y ha sido recientemente cuando se ha decidido relanzar la devoción popular al mantel de la Última Cena.
Relación del mantel con la sábana santa de Turín
Los estudiosos de ambas reliquias, el mantel de la Última Cena y la sábana santa de Turín –a la que nos referimos en el fascículo anterior– han adivinado una serie de coincidencias que llevan a pensar que ambas telas bien pudieran coincidir como manteles de la mesa donde tuvo lugar la santa cena de Jesús con los apóstoles.
Entre otras coincidencias cabe resaltar el hilo que conforma la trama de tela del mantel, que aparece torsionado en “Z”, lo cual coincide con la sábana santa.
Las medidas del mantel –de largo 4.32 m, de ancho 0.90 m– casi coinciden con las de la sábana santa –de largo 4.40 m, de ancho 1.10 m–.
Las bandas del mantel están adornadas con unas cintas de tintura azul que, según los investigadores, son de indigo natural, un colorante de uso común en la antigüedad introducido en Europa en el siglo XVI, dos siglos después de que fuera descubierta la reliquia de Coria. También hay quien afirma que esa reliquia es el mantel que Leonardo Da Vinci inmortalizó en su obra “La última Cena”, ya que en ambos casos consta esa decoración con bandas azules.
Sabemos que, en las grandes celebraciones –y la Pascua lo era– los judíos usaban dos manteles, uno sobre el que se colocaban los alimentos y otro para protegerlos. Nuestro Señor fue enterrado rápidamente, pues, como se concluye de la lectura del santo Evangelio, en tres horas José de Arimatea debía reclamar el cuerpo difunto a Pilatos, para obtener el permiso para enterrarlo, trasladarlo al sepulcro, amortajarlo y sellar la tumba. ¿Por qué no iba a tomar un mantel ante ese panorama tan acuciante? Mantel que, por otra parte, tendría bien a mano. El Señor murió en torno a las tres y debía ser enterrado antes de las seis del mismo día, porque en ese momento empezaba el Sabbath, día festivo para los judíos durante el dual no podía realizarse ninguna labor física.