Maria Teresa Signes, es vicerrectora, profesora de los grados de Educación de la Universitat Abat Oliba CEU (UAO CEU) y miembro del grupo de investigación ‘Familia, Educación y Escuela Inclusiva’ (TRIVIUM) de la UAO CEU. Junto a otros profesores ha escrito el libro Pandemia y resiliencia: aportaciones académicas en tiempos de crisis, dentro del que dedica un capítulo al Poder de la belleza en tiempos de pandemia. De estas reflexiones ha hablado con Omnes, en una conversación sobre la belleza, la naturaleza humana y la trascendencia.
En este libro usted alude al protagonismo del arte, en sus múltiples manifestaciones, como «refugio» durante la pandemia ¿Cree que este parón obligado nos ha obligado a volver la mirada hacia aquello que realmente nos define como seres humanos – creadores de belleza? ¿Hemos aprendido a valorar más la belleza cotidiana que nos rodea, por ejemplo, la naturaleza?
R.- Efectivamente, la situación inesperada en la que nos encontramos todos hace ahora aproximadamente un año, ha supuesto un “parón obligado” en nuestras dinámicas diarias. Toda la actividad en ocasiones frenética que llevamos en nuestro día a día, se vio completamente alterada no con una reducción, sino con un confinamiento que nos aisló del resto de miembros de la comunidad, dejándonos solo la compañía de las personas con las que convivimos y en algunos casos, en la más absoluta soledad.
No olvidemos que ya decía Aristóteles que el hombre es un ser social por naturaleza y lo hacía argumentando su afirmación en la necesidad que tenemos de los demás, no solo para nuestra supervivencia física, sino también por nuestra supervivencia espiritual. En este sentido, recientes informes, están demostrando que la situación de pandemia y el aislamiento social que ha derivado de ella, está provocando un aumento considerable de problemas de salud mental. Todo ello acompañado evidentemente de la difícil situación económica y de crisis social que se ha ido generando a lo largo de este último año.
El arte ha supuesto un mecanismo de defensa, se han encontrado formas de manifestar miedos y angustia y también de expresar emociones y hacerles frente.
Es en todo este complejo contexto en el que han surgido iniciativas que han tenido como trasfondo actividades de tipo cultural y artístico. En este sentido, el arte ha supuesto un mecanismo de defensa y prevención puesto que, a través de la pintura, de la música, de la literatura…, se han encontrado formas de manifestar miedos y angustias, así como modelos resilientes para poder expresar emociones e incluso poder hacerles frente.
El arte, en todas sus formas, permite también procesos de mímesis y catarsis. Mímesis por cuanto que le permite al ser humano identificarse con determinadas situaciones y catarsis por cuanto que esta identificación, hace posible su transformación y por tanto la superación de esas situaciones complejas.
La capacidad de crear en situaciones incluso traumáticas ponen de manifiesto la necesidad que el hombre tiene de expresar mediante la obra artística sus emociones.
El ser humano es el único ser capaz de emocionarse ante una obra de arte, especialmente en el momento en el que se identifica con ella y es además el único ser creador de arte. A lo largo de la historia de la humanidad, son muchas las obras artísticas que ponen de manifiesto la angustia que el hombre ha sentido en determinados momentos de la historia. Muchas obras artísticas, especialmente pinturas, representan los temores que se sintieron ante determinados hechos, como epidemias, guerras y la representación de la propia muerte como un hecho aterrador. Esta capacidad de crear en situaciones complejas e incluso traumáticas, ponen de manifiesto la necesidad que el hombre tiene de expresar mediante la obra artística sus emociones y sentimientos.
Así mismo la situación creada a raíz de la pandemia, ha provocado un cambio considerable en los hábitos y las rutinas de vida de las personas. Más allá de las consecuencias podríamos decir positivas, que esto ha tenido para el medio ambiente, me refiero a la considerable bajada de contaminación medioambiental por la reducción de tráfico de vehículos, aviones, barcos, etc., así como la cría de algunas especies animales, ha provocado también una nueva mirada hacia esa naturaleza, así como hacia las cosas cotidianas.
El aislamiento social y personal, ha permitido valorar aquellas cosas que en nuestro día a día pasan inadvertidas, precisamente por ser cotidianas. En demasiadas ocasiones pensamos que nuestra realidad será la que es, eternamente, sin plantearnos lo efímera que puede ser nuestra propia vida. La pérdida de esta cotidianidad, ha permitido valorar mucho más las pequeñas cosas, un café con un amigo, con compañeros de trabajo, un saludo, un paseo, observar el cambio que se produce en primavera cuando florecen las flores de los almendros, una mirada, una sonrisa…, son tantas las cosas que forman lo cotidiano… Confío en que todo cuanto nos ha sucedido nos ayude a valorar toda esta realidad de las pequeñas cosas que son en definitiva las que nos ayudan a tomar conciencia de quiénes somos y lo importante que es respetar la naturaleza que nos da tanto.
El libro
Hace tiempo, se hizo viral una foto de varios estudiantes en el Louvre mirando sus móviles sin atender a la Gioconda, en este sentido ¿Cómo educar, desde niños, a las personas en el ámbito de la contemplación y no sólo del mirar? ¿Cómo desarrollar un espíritu crítico frente a la autocontemplación que ofrece la cultura mediática?
R.- Lo primero que debemos considerar es la diferencia que hay entre ver, mirar y contemplar. Ver vemos porque tenemos ojos, y en este sentido, podemos ver pasar la vida ante nuestros ojos. Mirar conlleva la intención de analizar eso que vemos. Supone por tanto un paso más en la relación con la realidad.
La mirada, por tanto no es indiferente sino que supone ir más allá de la imagen que captan nuestros ojos. En este sentido, el mirar nos permite conocer y aprehender, esto es hacer nuestra, parte de la realidad y del otro, e incluso de nosotros mismos. Sin embargo, contemplar supone trascender la realidad, profundizar en ella hasta el punto de buscar la verdad en el interior de lo que estamos mirando.
Contemplar nos permite llegar a la esencia de las cosas, tomando conciencia de lo que las cosas son. Cuando hablamos de contemplar, no hablamos de una tarea que hacemos con nuestros ojos, ni siquiera con nuestro cerebro, sino con nuestra alma.
Mirar nos permite conocer y aprehender, esto es, hacer nuestra, parte de la realidad y del otro, e incluso de nosotros mismos.
Efectivamente, si queremos hacer de nuestros niños y adolescentes personas íntegras capaces de contemplar, debemos educarles para que sean capaces de hacerlo. Para ello, hay que enseñarles desde pequeños la importancia que tiene el silencio. Tarea nada fácil en una sociedad que huye del silencio.
En una sociedad que no se plantea aislarse del ruido mediático probablemente porque supone encontrarse interiormente y esto en demasiadas ocasiones asusta.
Hay que educar a niños y adolescentes para que sean capaces de escucharse a sí mismos, porque solo cuando sean capaces de escucharse a sí mismos, serán capaces de escuchar a los demás.
La contemplación desde el contexto de la educación, va de la mano de la escucha. Y la escucha empieza por uno mismo. Aceptar quién se es, sin caer en la autocontemplación superficial que nos lleva a una soberbia y a un aislamiento personal, no es nada fácil. Educar en este sentido significa educar el juicio como capacidad que nos permite el razonamiento. Tener un buen juicio crítico supone tener una madurez física y mental fruto de una buena educación, no solo escolar sino también familiar. El espíritu crítico debe empezar por ser aplicado sobre uno mismo, siendo capaces de ver cuál ha de ser el sentido de la vida, siempre desde la humildad y el reconocimiento de nuestra vulnerabilidad y contingencia
Se plantea en esta situación una ardua tarea por parte de las familias y de los maestros por cuanto una cultura mediática como la que tenemos actualmente, marcada por una visión materialista, secularizada y, en demasiadas ocasiones, personalista, dificulta la educación de los más jóvenes.
Max Jacob afirmaba que el camino más seguro para alcanzar el bien es la belleza. Santo Tomás de Aquino desarrolló la «Via Pulchritudinis» como una de las maneras de conocer a Dios. ¿Cree que esa educación en la belleza puede ser una vía de trascendencia para la sociedad de hoy?
R.- Efectivamente, la educación en la belleza supone educar en la trascendencia y para ello contamos con la contemplación, como la vía para discernir sobre qué es lo bello, al profundizar a través de ella y llegar como decíamos a la esencia misma de las cosas.
En la cultura posmoderna en la que nos encontramos inmersos, se puede comprobar de qué manera, es difícil producir un encuentro autentico no ya entre las distintas personas, sino del propio hombre consigo mismo y por supuesto con el sentido real de la vida humana.
Así, se pone de manifiesto, la necesidad de generar actividades que permitan hacer surgir la naturaleza más profunda del hombre, con una identidad bien constituida y articulada, en base a sus capacidades y potencialidades, dentro de un continuo proceso de búsqueda de sí mismo y de la verdad.
Educar en la belleza supone educar en lo profundo, trascendiendo la propia obra de arte. Recordemos las palabras del Santo Padre Juan Pablo II cuando en su Carta a los artistas, decía que: al modelar una obra, el artista se expresa a sí mismo hasta el punto de que su producción es un reflejo singular de su mismo ser, de lo que él es y de cómo es…. Por medio de las obras realizadas, el artista habla y se comunica con los otros. La historia del arte, por ello, no es sólo historia de las obras, sino también de los hombres.
Educar la mirada hacia la contemplación de la belleza es abrir la mente humana hacia su propia esencia y hacia su propia identidad.
Definir qué es lo bello, como concepto vinculado con el análisis epistemológico y afectivo que nace de la interacción de la persona, consigo misma y con el mundo que le rodea, debe entenderse como un elemento más del proceso educativo. Y por consiguiente, la educación de la belleza puede ser considerada como una vía de trascendencia para la sociedad actual hacia lo bello y lo verdadero.