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Conciencia escatológica y signos de los tiempos

¿Vivimos ya en un estadio escatológico de la historia de la salvación, con presagios de la parusía? Enrique Cases reflexiona sobre ello en su último libro ‘El Evangelio eterno’. 

Francisco Otamendi·28 de enero de 2025·Tiempo de lectura: 5 minutos
Juicio Final de Lucas Van Leyden

“La fuerza arrolladora (del mensaje de Jesús) había consistido en que Jesús anunció con autoridad el próximo fin del mundo, la irrupción del Reino de Dios”, manifestó Joseph Ratzinger en su obra ‘Escatología. La muerte y la vida eterna’ (1977), que Enrique Cases cita en la introducción de su libro.

“En el vigor de esta esperanza habría consistido lo explosivo, lo nuevo, lo grande de Jesús, debiendo interpretarse todas sus palabras a partir de este centro. Para Jesús, el ser cristiano se resumiría en esta petición central del Padrenuestro: “Venga a nosotros tu Reino”, petición que se fijaría en el hundimiento del mundo y la irrupción de lo que únicamente Dios puede hacer”, añadía Ratzinger.

El anuncio de la venida de Cristo al final de los tiempos

Sin embargo, “la escatología, como ‘doctrina de las postrimerías’, ha ocupado el último lugar de los tratados teológicos”, y “durante siglos ha estado durmiendo el sueño de los justos”. Solo  “últimamente, como consecuencia de la crisis histórica de nuestra época, ha pasado a ocupar el centro del pensamiento teológico”, analizaba el que más tarde sería Benedicto XVI.

Enrique Cases, autor prolífico, que ha tratado ya el tema del Más allá, reflexiona sobre las etapas de la historia de la salvación,  y avanzado su libro sobre ‘El Evangelio eterno’, considera dos cosas:

1) En primer lugar, “el anuncio de la venida de Cristo al final de los tiempos se contiene en todas las manifestaciones de la fe de la Iglesia, con el testimonio de los Padres, la liturgia y la doctrina del Magisterio”. Y la ausencia de una reflexión teológica a la altura de su trascendencia, constituía un lamentable vacío. Hoy la situación ha cambiado (,,.). Se ha reactivado el interés por la parusía”.

¿Cómo es el cielo? ¿Y el infierno’

Además, como reflexión adicional, el autor de ‘El Evangelio eterno’ (editado por ExLibric), dirá también: “¿Cómo es el Cielo? Interesa muchísimo saber algo o todo sobre esta cuestión, pues es para siempre” (p. 140). 

Lo mismo cabe aplicarse del infierno, que el autor recoge de san Juan Bosco y santa Teresa de Jesús, mencionando también la visión en Fátima a los tres pastorcillos, y algunas otras personas, varias santas y santos, que ”lo han visto y lo cuentan” (p.149).

Sin embargo, el espacio dedicado al Cielo es muy superior, toda la segunda parte del libro, que relata un bonito diálogo entre una bienaventurada del Cielo, de san Luis Potosí, a un laico en México, titulada ‘La gloria accidental del Cielo’, que recoge ‘Los deleites del Más Allá’. La recomendación aquí es leerlo en apoyo de la fe y la esperanza cristiana, sin distraerse en detalles pintorescos o científicos.

El Evangelio eterno

Autor: Enrique Cases
Editorial: ExLibric
Número de páginas: 338
Idioma: Castellano

Secuelas del adormecimiento

Decíamos que el autor considera dos cosas. La segunda es ésta: 2) “Las secuelas de este paulatino adormecimiento de la conciencia escatológica han impreso un sesgo negativo a la conducta eclesial”. Una Iglesia que ya no se siente –aunque se sepa teóricamente– la comunidad de los que esperan la venida del Señor Jesús, “casi sin percibirlo se inclinará a instalarse en el mundo lo más cómodo posible”, señala Enrique Cases (pp. 132-133).

“Sólo la memoria inquietante de la inminencia de la parusía puede liberar a la Iglesia para una función liberadora”, añade. En la clave de “una Iglesia convencida de la real proximidad del Señor, hay que situar el papel de los signos de la Parusía”. 

Joaquín de Fiore y la historia de la salvación

Enseguida veremos cuáles son estos signos. Pero antes, parece conveniente recordar algunas aportaciones del abad cisterciense Joaquín de Fiore (1130-1202), analizadas por el teólogo catalán.

Partiendo de la fe en Dios trino, Joaquín de Fiore deduce un desarrollo histórico en tres etapas: la edad o época del Padre, el tiempo entre Adán y Cristo (Antiguo Testamento); la edad del Hijo, que inicia Jesús, el Mesías, y continúa con la Iglesia, y que concluye con su segunda venida o Parusía; y la edad del Espíritu Santo, que termina con la venida final de Cristo, el final del tiempo. 

La edad del Espíritu Santo

El autor dedica al Espíritu Santo varios capítulos salteados, en particular conforme avanza el libro. En la última Cena, Jesús anuncia a los Apóstoles que les enviará el Espíritu Santo, “que les llevará a la verdad”. En Pentecostés se advierte “parte de esa acción”. 

En la edad del Hijo esa acción es ”muy intensa en la santidad individual, en los contemplativos, en los dones, en fundaciones, iniciativas apostólicas, conversiones, eficacia de los sacramentos… “Pero en la siguiente edad será más intensa”.

Iglesia de Pedro-Iglesia de Juan, los laicos

En la edad del Espíritu Santo, se le atribuyen otros dones: inspiraciones, carismas (hay otro capítulo dedicado a ellos), divinos impulsos, luces, conversiones fervientes, perdón, regeneración (“el gran don de esta edad, siguiendo a san Pablo: ‘No todos moriremos, pero todos seremos transformados’”), renovación y santificación, “conduciendo a la Iglesia, que se puede llamar de Juan, sin dejar de ser la Iglesia de Pedro”, señala el libro.

En los primeros dos mil años de la Iglesia, “el Papado ha sido fundamento de la fe”, reflexiona el autor, y “el prestigio de la Iglesia estuvo sobre todo en los monjes y los religiosos”, con actividad contemplativa, y también civilizadora, formativa y apostólica. Pero en el milenio posterior a la segunda venida, “en la edad del Espíritu Santo, se extenderá a los laicos, como ya se advierte en el siglo XX en multitud de movimientos, fundaciones y nuevos caminos, uniendo trabajo y oración, familia y oración, ciencia y oración, cultura y oración”, escribe el profesor barcelonés.

Parámetros de la segunda venida de Cristo

Antes de esta edad del Espíritu Santo, el milenio, tendrá lugar el final de la edad del Hijo, la segunda venida de Jesús, anunciada por Él mismo, “intermedia entre el nacimiento y el Juicio Final”. 

El autor reflexiona en estas páginas sobre el capítulo 24 de san Mateo, “en el cual Cristo anunció muchos de los signos que preceden a la segunda venida, junto a su  paralelo Marcos 13 y Lucas 21”, y un llamamiento a estar en vela, “porque no sabéis qué día vendrá vuestro Señor”.

Muchas de las promesas anunciadas por los profetas “no se han realizado en la edad del Hijo, como la inmortalidad, la paz, la conversión de los judíos…,”, pero “la Palabra de Dios es infalible, lo que quiere decir que se cumplirán en un futuro posterior a la segunda venida de Cristo”. Enrique Cases entra aquí en los tiempos de la segunda venida y los signos, aunque dejamos para el lector su reflexión sobre los mil años, el milenarismo. “Seis veces dice (el Apocalipsis) que durará el Reino de Cristo mil años” (Ap. 20).

Momento de la segunda venida 

¿Cuándo será esta segunda venida de Jesús e inicio del milenio? “Esa pregunta ya se la hicieron los discípulos a Jesús. No sabemos ni el día ni la hora, pero están profetizados unos signos que la preceden, como la estrella lo fue para los magos con su ciencia astronómica” (p. 87). Y cuando Jesús se elevó al Cielo en la Ascensión, dos hombres vestidos de blanco dijeron: “Galileos (..), el mismo Jesús que ha sido tomado de entre vosotros y llevado al Cielo, volverá como lo habéis visto marcharse al Cielo”. 

Signos pormenorizados

Necesariamente sintetizados, el autor menciona estos “signos pormenorizados” que precederán a la segunda venida (los signos citados y los comentarios son textuales del libro): 

“Apartamiento de Satanás y los suyos (…). –Predicación del Evangelio a todo el mundo. – Vuelta de las doce tribus a Jerusalén (cumplida en 1948). Gran apostasía. Estamos en ella. – Gran tribulación. Estamos en ella. –Guerras. Estamos en ellas pero según los profetas vendrán más y más mortíferas. –Persecuciones a los cristianos (…). –Confusión. Aparecerán muchos falsos profetas y engañarán a mucha gente. –Aumento de los pecados (los pecados de esta época son abrumadores, leyes anti-Dios, abortos a millones, blasfemias, satanismos. Cuando veáis la abominación de la desolación, anunciada por el profeta Daniel (…). El signo antes de la venida de Cristo puede ser la supresión de la Eucaristía, el sacrificio perpetuo. Habrá signos en el sol. y la luna y las estrellas; (…)”.

El apóstol san Pablo añadió a estos signos, en su primera Carta a los Tesalonicenses, “la apostasía y el Anticristo”.

El Reinado eucarístico

Otra aportación del libro en torno a “la venida de Cristo intermedia entre el nacimiento de Jesús y el Juicio Final”, es el concepto de que “el intermedio será eucaristico”, expone san Ireneo de Lyon. En efecto, entre las características del milenio posterior, el autor subraya en primer lugar el “Reinado eucarístico”. “Jesucristo instituyó la Eucaristía para perpetuar la visibilidad ante el hombre. Dios quiere extenderla en el tiempo. Para ello, hace del hombre Eucaristía viviente”.

El autorFrancisco Otamendi

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