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Cine: Wonder

Omnes·21 de junio de 2018·Tiempo de lectura: 2 minutos

Chbosky logra un recorrido sin baches, con sorpresas, metáforas de la vida en clase de Ciencias, humor, y la profundidad que permiten las tensiones naturales de la trama. Verán el film con gusto quienes no hayan pasado página de su infancia y antepongan la amabilidad a la justicia racionalizada.

Texto —José María Garrido

Título: Wonder
Director: Stephen Chbosky
Guión: Steve Conrad, Jack Thorne
Estados Unidos, 2017

Hace un lustro Stephen Chbosky abordó algunos problemas turbios de la adolescencia y la amistad en Las ventajas de ser un marginado. Ahora pone la cámara en las dificultades de aceptación, propia y ajena, de un niño con rostro deforme que empieza a ir a la escuela.

Auggie (Jacob Trembley) tiene de todo menos una cara admirable. Su pequeña familia, padre incluido, gravita en torno a él. La madre audaz (Julia Roberts manda) lo ha educado en el hogar hasta los diez años. El niño es avispado y feliz, aunque aún oscila en la ambivalencia de ser astronauta y ocultar su rostro: le gusta llevar puesto el casco espacial. Al llegar el momento de estudiar Secundaria, los padres deciden que vaya ya a la escuela, a cara descubierta.

El guión adapta con buen ritmo el libro juvenil La lección de August, de Raquel Jaramillo Palacio. En un curso escolar pasan muchas cosas: clases, lemas del día, recreos, comedor, miradas ladinas, amistades incoadas, Halloween, Navidad, mentiras bienintencionadas, reconciliación… A algunos espectadores nos cuesta acomodarnos a que un niño sea narrador principal, y más con doblaje. Pero la credibilidad del relato crece por las logradas interpretaciones del reparto y porque el film –siguiendo la novela– recuenta esos meses también desde el punto de vista de otros personajes.

Chbosky logra un recorrido sin baches, con sorpresas, metáforas de la vida en clase de Ciencias, humor, y la profundidad que permiten las tensiones naturales de la trama. Verán el film con gusto quienes no hayan pasado página de su infancia y antepongan la amabilidad a la justicia racionalizada.

Quienes quieran otra historia educativa, con menos presupuesto y en clave ronca, tienen La vida y nada más, del español Antonio Méndez. Son las antípodas del milagro Wonder: familia negra, pobre y desestructurada, una madre laboriosa y malhablada, dos hijos a su cargo porque el padre está en la cárcel, mientras ella trata de reconducir al hijo adolescente que flirtea con la delincuencia buscando su identidad completa, o sea, su lazo paterno… Casi teatro, sin música, cortante por los fundidos en negro y sus silencios, rodada en inglés. También en este film los personajes aprenden a mirar con más comprensión al más cercano.

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