Cultura

Ana Iris Simón y Diego Garrocho agitan las conciencias

El II Congreso ‘Iglesia y sociedad democrática’ de la Fundación Pablo VI ha proporcionado debate y reflexión. La periodista y escritora Ana Iris Simón denunció las dificultades para que “los jóvenes podamos construir una biografía que nos permita tener familia”, mientras el vicedecano Diego S. Garrocho alertó sobre la “inestabilidad emocional y psicológica”.

Rafael Miner·12 de marzo de 2022·Tiempo de lectura: 5 minutos
ana iris simon

Diego S. Garrocho y Ana Iris Simón en el congreso

La estabilidad de los jóvenes, los problemas emocionales y sus raíces, las dificultades laborales y salariales, y desde luego la familia, fueron algunos de los temas que abordó la mesa moderada por Rafael Latorre, periodista de Onda Cero y El Mundo, en la que se percibieron dos valoraciones contrapuestas, aunque coincidentes en algún aspecto.

Mientras Ana Iris Simón, “agitadora cultural”, como la denominó Latorre, y Diego S. Garrocho entraron sin contemplaciones en las heridas de la joven generación actual (Garrocho habló precariedad laboral, pero también de “fatiga espiritual” e “incertidumbre”), la catedrática Amelia Varcárcel, más en el entorno de la generación del 68, como se autodenominó, defendió que “este mundo es mucho más habitable que nunca antes”, y “la juventud puede plantar los buenos valores allí donde va”.

Enseguida nos ocuparemos de esta mesa, al menos en parte. Pero antes, el contexto. Dos aragoneses pusieron alto el listón del congreso. El cardenal Juan José Omella, arzobispo de Barcelona y presidente de la Conferencia Episcopal, y el ilustre jurista y economista Manuel Pizarro, presidente de la Academia de Jurisprudencia y Legislación, iniciaron la puesta en escena en la Fundación Pablo VI, que preside el obispo de Getafe, Monseñor Ginés García Beltrán.

Dignidad, diálogo

No creo que se haya producido en España una exposición tan minuciosa y sugerente de la Doctrina Social de la Iglesia, apoyada en el Magisterio papal, y especialmente en la Caritas in veritate del Papa emérito Benedicto XVI, como la que hizo el miércoles por la noche el turolense Manuel Pizarro.

Lejos de apriorismos y descalificaciones estériles, Pizarro subrayó que el “mercado no puede convertirse en un lugar donde el más fuerte avasalla al más débil”; pero destacó al mismo tiempo que un “cristiano no puede asumir la cómoda afirmación de que los mercados son amorales”; y reivindicó la “ejemplaridad”.

Antes, el cardenal Omella había propuesto un decálogo para recuperar “una sana democracia al servicio de la dignidad de la persona y el bien común”, y recordó el compromiso católico en la defensa de la dignidad del ser humano, promoción del bien común, y difusión del dialogo, la comunión y la fraternidad.

Y por si alguien pudiera acusarle de algo en su afán de diálogo, en línea con san Pablo VI, al que aludiría también Monseñor García Beltrán en la clausura, don Juan José Omella pidió “una y otra vez” perdón por los “errores gravísimos” provocados por algunos en la Iglesia, pero no eludió la denuncia en varios temas, por ejemplo, en lo relativo a la familia.

El mensaje de Jesucristo, se ve hoy atacado, señaló con claridad, por las “ideologías pujantes del momento” en cuatro puntos: la visión católica del ser humano, la moral sexual, la identidad y la misión de la mujer en la sociedad, y la defensa de la familia formada por el matrimonio entre un hombre y una mujer.

Qué pasa con la familia, con la Iglesia…

Este fue también uno de los aspectos nucleares de una de las mesas, expuesto de modo nítido o tangencial, con derivadas de diverso estilo. Nos referimos a los comentarios sobre la familia de intelectuales como Ana Iris Simón, autora del exitoso ‘Feria’, y Diego S. Garrocho, vicedecano de la Universidad Autónoma de Madrid, quienes junto a Amelia Valcárcel, catedrática de la UNED, protagonizaron una inquietante mesa.

Ana Iris Simón ofreció al comienzo un par de indicadores, como la tasa de suicidio entre los jóvenes, o a los derechos laborales, en concreto la indemnización por despido, que “van a peor”, subrayó. Sus comentarios y los de Diego Garrocho atraparon a los asistentes.

Avanzado el debate, Rafael Latorre dio paso a un breve video de la decana de Humanidades de la Universidad CEU San Pablo, María Solano, y se refirió a un comentario de Ana Iris Simón sobre la falta de anclajes de los jóvenes, o a que los vínculos o lealtades de los jóvenes no son tan fuertes como los de sus padres.

En una de tus columnas cuentas que una de tus amigas tiene una relación muy duradera, y se casa, y son muy felices los dos, y eso se interpreta como un canto a la familia tradicional, dijo Latorre.

Recogió el guante Ana Iris, y confirmó que “tengo dos amigos que se quieren mucho, llevan años juntos, y se han casado, y les he escrito una columna [en El País]. Ante unas relaciones que podríamos llamar líquidas [frágiles], por coger la idea de Bauman, y otras sólidas, hay gente que quiere hacer un invento, y hablar de relaciones gaseosas, explicó la escritora manchega. “No me gustan las relaciones líquidas, porque están casi estipuladas en términos de mercado y responden a eso que vemos, la incapacidad de comprometerse con nada y con nadie que se advierte en nuestra generación. No me gustan las sólidas, porque suenan al sometimiento, al para toda la vida… Y se inventan las gaseosas, a ver qué tal te va…, no sé lo que es…”, comentó Ana Iris, que acaba de tener un bebé hace poco, y que viene de “una familia atea”.

A su juicio, “instituciones como la familia están cada vez menos consideradas. Esto le sucede también a la Iglesia. La idea acaba muchas veces embarrada por ser una institución humana. En la institución familiar, en tanto que es una institución humana, suceden cosas que no nos gustan, y a la Iglesia le sucede lo mismo. El Estado creo que es más eficiente que el mercado para redistribuir la riqueza. ¿Qué en nombre del Estado se han cometido crímenes y se han hecho cosas que odio? Pero no por eso dejo de creer en el Estado. Quiero parecerme cuanto más mejor a ese ideal”.

Familia, estabilidad

“Lo mismo sucede con la familia. Hay que abolir la familia, porque en ella suceden una serie de historias que no me gustan. Pues no. Yo lo que quiero es parecerme a esa idea de familia” que, en palabras de algún autor, “es un refugio ante un mundo despiadado, y cada vez más”, prosiguió.

“Con la Iglesia pasa lo mismo. ¿Pasan cosas que no nos gustan? Sí. ¿Por ello hay que ir contra la Iglesia? No. Lo que hay que hacer es comprender que como institución humana debe parecerse a esa idea divina de lo que debe ser, y no de lo que es”, añadió Ana Iris Simón.

El moderador veía asentir a Diego S. Garrocho ―eso afirmó―, y le dio la palabra. “Los jóvenes empiezan a echar de menos una estabilidad, es decir, la construcción de una psicología estable”, señaló el vicedecano de Filosofía de la Autónoma. “Se habla de inestabilidad emocional, de inestabilidad psicológica, y en el fondo eso es un reflejo de la inestabilidad global que estamos viviendo. Lo raro sería que la gente tuviera una estabilidad de ánimo, volviendo a esa cuestión espiritual, cuando todo es inestable, cuando no hay un solo lugar donde uno pueda abrochar sus principios, sus esperanzas, sus miedos”.

Contrasentidos

“Hay una parte de la sociedad que habla de la familia pero que no trabaja para que puedan existir familias”, tomó de nuevo la palabra Ana Iris Simón. “En la derecha liberal se hace una sólida y férrea defensa de la familia, y está bien, pero luego no se proponen soluciones materiales ante esta cuestión. En la izquierda se es muy beligerante con la familia, pero luego se trabaja por ella”. “Entre estos dos discursos, uno poco simpático con la familia, y un trabajo para que puedan existir esas familias”, no hay nada para que “los jóvenes podamos construir una biografía que nos permita tener familia”, se quejó la periodista y escritora.

Ana Iris Simón completaba de este modo una intervención de la catedrática Amelia Valcárcel, quien había señalado que “nuestros salarios comienzan a mermar de modo preocupante, y que con un solo salario, el pisillo del que se hablaba en Malasaña se lleva el salario entero”.

La periodista y escritora había precisado al comienzo de su intervención que sus padres no son tan mayores: su padre tiene 55 años, y su madre nació en 1969. Sus padres forman parte de una generación que podía “construir una biografía”. Éste fue uno de sus mensajes.

Sobre otras mesas, de contenido laboral o educativo, por ejemplo, nos iremos ocupando más adelante. Ahora tocaba la mesa de los jóvenes y los retos del mundo que viene.

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