Durante la Edad Media comenzaron a erigirse cruces en los caminos o cruceros; se atribuye al Papa León III, en 779, la frase: “Que se erijan cruces en las esquinas de los caminos donde la gente suele reunirse”; pero incluso ya algo antes, en los siglos VII y VIII, se extendieron las denominadas “cruces altas” irlandesas y anglosajonas, de donde pasaron por ejemplo a España. Mientras que en la Península Ibérica predominan los cruceros o cruces de caminos de piedra, muchos de ellos relacionados con el Camino de Santiago, en Alemania, Austria y Suiza se realizan de todo tipo de materiales –piedra, metal o madera–. También en este ámbito cultural su origen se remonta a la Edad Media; pero, desde la Reforma protestante, esta devoción popular quedó reservada a las regiones que se mantuvieron católicas, como Renania, Baviera, Austria y algunos lugares de Suiza.
El Bildstock
Entre los numerosos tipos de cruces de caminos, quizá el más típico de las regiones alpinas sea el denominado “Bildstock” o “Bilderstock” (“caseta con imagen/imágenes”). Ahora bien, aunque se suela relacionar con los Alpes, se da también en Franconia, en las partes católicas de Baden, Suabia, en Eichsfeld, en la zona de Fulda, Münsterland, la Alta Lusacia y en Renania: Colonia –donde se encuentran más de 200 de estas cruces– tiene incluso un barrio denominado “Bilderstöckchen” –el sufijo -chen denota diminutivo, un uso bastante usual en la ciudad de la famosa catedral–, así llamado porque allí se encontraba una caseta con imágenes, mencionada por primera vez en 1556.
Estas cruces se suelen alzar preferentemente a lo largo de las carreteras y en los cruces de caminos; frecuentemente son pequeñas obras de arte que invitan a detenerse, pues reconfortan al caminante. En ocasiones han sobrevivido durante siglos; otras son más recientes. A veces se han conservado en su lugar original, a veces se han salvado de la intemperie y se han renovado ampliamente.
Diferentes tipos de cruces
Establecer una tipología resulta prácticamente imposible, pues se extienden desde sencillas estelas de piedra hasta auténticas capillas. En muchos casos reproducen sencillamente un crucifijo, con o sin acompañamiento de la Virgen; pero en muchos otros tienen imágenes de santos. En ocasiones están cerrados con rejas, tras las cuales se encuentran valiosos relieves, pinturas u obras pictóricas policromadas. Otras veces, en la base de una cruz de camino se graba el año de construcción, una breve oración, una petición, un agradecimiento, una bendición o una cita bíblica: “Alabado sea Jesucristo, Ave María”, “Santa María, ruega por nosotros”, “Solo en la cruz está la salvación” o “Ten piedad de nosotros”. Muchas veces, la devoción popular concreta la oración: “Dios bendiga nuestros campos y los proteja del granizo, las heladas y la sequía”.
Orígenes de la tradición
También sus orígenes son muy diversos: desde ser sencillos hitos de camino hasta las célebres “cruces de la peste” en recuerdo a diversas epidemias, pasando por el recuerdo de un accidente o de un difunto, o también el cumplimiento de un voto. En ocasiones, también son lugares de peregrinación y procesión. En el mes de mayo, en muchos lugares se acude a ermitas con imágenes de la Virgen, por ejemplo, de la Piedad.
Las cruces son asimismo lugar de peregrinación con ocasión de las fiestas de la Ascensión y del Corpus Christi. En lugares rurales, los tres días anteriores a la Ascensión se denominan días de rogativas, en los que se celebran procesiones para pedir buen tiempo y buena cosecha; las cruces de los caminos sirven de estaciones de la procesión. Durante las procesiones festivas del Corpus Christi, las cruces de los caminos se decoran y sirven como altar para dar la bendición.
Junto a muchas cruces de caminos suele haber algún banco, que invita a reflexionar sobre las imágenes que allí se representan, que giran en torno a la obra redentora de Cristo. Por tanto, estas cruces no solo ayudan a encontrar el camino en sentido literal, sino también el camino de la vida.
Algunas cruces de particular relieve
En Baviera, en Frauenberg, hay dos cruces relacionadas con la Primera y la Segunda Guerra Mundial. La primera, denominada “Garma-Kreuz” (“cruz de Garma”) por hallarse en una granja de dicho nombre, fue construida por soldados que volvieron de la Primera Guerra Mundial en memoria de sus compañeros caídos y en agradecimiento por haber sobrevivido a las batallas. Además, cerca de ella crece un tipo de rosa que tiene el significativo nombre de “Paz”.
La llamada “Cruz de Müller” fue erigida por la familia del mismo nombre tras la Segunda Guerra Mundial. Se hizo por doble agradecimiento: por un lado, Fritz Müller había sobrevivido cuando huyó del avance de las tropas rusas desde su Silesia natal hasta la Baja Baviera. Y su esposa Marianne, que había sido expulsada de los Sudetes, también llegó sin novedad. “Los dos estuvimos durante meses de camino, con sólo las posesiones más necesarias y en condiciones adversas”, recuerdan. Después de medio siglo desde su huida, erigieron una cruz en señal de agradecimiento.
En Kemoding (al noreste de Múnich), la familia Faltenmaier conserva una cruz germano-rusa: un soldado ruso de ocupación, después de la guerra, descubrió la cruz y se la llevó a su casa. Su nieto Wadim Ulyanov, de Minsk, se la devolvió a Andreas Faltenmaier durante su visita a Bielorrusia: “Debía volver a Alemania para servir de recordatorio para la paz en el mundo”, dice el Sr. Faltenmaier, quien además fabricó una cruz de peregrino, de unos 20 kilos, para poder peregrinar con ella a la romería del distrito cercano de Maria Thalheim, si bien “por las restricciones del COVID hasta ahora solo lo he podido hacer una vez”.
Muy conocida en Baviera es también la “Cruz en el Verde”, cerca de Múnich, que se erigió en el siglo XIX y es un destino popular para caminantes y peregrinos. Se alza sobre una colina, abriéndose a una impresionante vista del paisaje.
Aunque la mayoría de las cruces de caminos tienden a seguir una forma tradicional, también en la población de Kemoding, anteriormente citada, Anton Eibl ha diseñado una cruz muy moderna, situada en el extremo oriental del pueblo, junto a un árbol frutal y dos bancos. Sobre una base de madera a la altura de una persona, hay una obra de arte de metal forjado con una bola dorada en el centro: “Siempre quise poner una cruz –dice Eibl– pero con una forma ligeramente distinta. Creo que ha quedado bien; la esfera simboliza el corazón de Jesús”.