–Óscar Garrido Guijarro*, profesor de Relaciones Internacionales
Los acontecimientos en Oriente Medio forman parte de la actualidad informativa que envuelve nuestras vidas. En medio de las dolorosas e inquietantes noticias que nos llegan desde allí aparecen términos como coptos, caldeos o maronitas que nos resultan familiares, pero posiblemente no sepamos bien dónde situarlos o de dónde provienen. Óscar Garrido, autor de Arrancados de la Tierra Prometida (San Pablo, 2016), analiza en estas páginas la delicada situación de los cristianos en el mundo árabe.
En ese complejo mosaico étnico-religioso del Oriente Medio, muchos desconocen que hay países que no son completamente musulmanes, o se ignora que alrededor del 40 % de la población libanesa es cristiana, que los cristianos suponen el 10 % de la población en Egipto, o que representaban hasta hace bien poco un 10 % en Siria y un 5 % en Irak.
Por lo general, los árabes cristianos en Oriente Medio son ciudadanos de segunda clase en su propia tierra –en términos de libertades, igualdad y derechos sociales y políticos– y han sido y son objeto de ataques, discriminaciones y persecuciones, aunque con diversa intensidad dependiendo de la época y del país que se trate. Los cristianos han sido discriminados de manera clara, y así ha quedado “legislado” a lo largo de la historia del islam, y lo sigue siendo ahora en nuestra época contemporánea.
Con respecto a su influjo en Occidente, los cristianos árabes, por ejemplo, nunca han ocupado un papel significativo en la política de Estados Unidos, principal valedor de los valores occidentales en Oriente Medio. Y aunque entienden que Europa ha mostrado en ocasiones sensibilidad hacia su delicada situación, sin embargo saben de las limitaciones europeas. Europa se ha convertido en un continente post-cristiano que, además, carece del poder militar necesario. Y la actuación de las potencias europeas en defensa de los árabes cristianos a lo largo de la historia ha conllevado problemas para estas comunidades. Las circunstancias de peligro se han incrementado para los árabes cristianos cuando se han visto envueltos en medio de conflictos entre musulmanes y europeos, porque a veces los musulmanes han percibido a los árabes cristianos como colaboradores del enemigo.
Presente y perspectivas de futuro
Los recientes acontecimientos que han causado o están causando cambios en el devenir político y social de Irak, Siria y Egipto afectan sin duda al estatus de las comunidades árabes cristianas en estos países. El auge del islamismo político –fundamentalista y moderado–, que propone volver a una estructura política basada en la tradición legal islámica –sharía– está conduciendo a las comunidades árabes cristianas a una marcha atrás en términos de libertades y derechos; y lo que es más grave: el derecho más básico, el derecho a la vida, se ve amenazado para muchos cristianos. La noción de ciudadanía y de igualdad de derechos, tal como es considerada en la cultura política occidental, todavía está sin resolver en la tradición cultural y política musulmana, donde esta noción de ciudadanía sigue descansando en la filiación religiosa y no en la filiación al Estado.
En los últimos años la dictadura laica de Irak ha sido derrocada, la de Egipto peligró con la llegada de los Hermanos Musulmanes al poder y la de Siria está tocada de muerte. Como acertadamente ha descrito M. A. Bastenier, “el régimen tiránico y sanguinario de Sadam Hussein era la hermética tapa que cerraba la caja de Pandora. En su territorio no prosperaba Al Qaeda porque entre las gravísimas taras del dictador –como Assad en Damasco– no figuraba el integrismo religioso, y su dictadura no consentía competidores”. Mariano Aguirre, director del Norwegian Peacebuilding Resource Centre, ha subrayado también que “la primavera árabe que transformaría democráticamente Oriente Próximo ha resultado ser un periodo de violentas incertidumbres y realineamientos geopolíticos inesperados. Los optimistas estrategas de la promoción de la democracia no previeron que la caída de los dictadores podría generar una fragmentación violenta de la región”.
Mártires del siglo XXI
La instauración del Califato por parte del grupo terrorista Daesh en zonas de Irak y Siria en junio de 2014 ha hecho visible ante los ojos de la opinión pública mundial las violentas persecuciones que sufren los cristianos en Oriente Medio. Las macabras fotografías y vídeos de torturas y crucifixiones de cristianos aireadas por los propios terroristas para sembrar el pánico han supuesto un toque de atención a las conciencias de muchos líderes políticos y sociales del planeta. El impactante vídeo de los terroristas de Estado Islámico decapitando a cuchillo en una playa de Libia a 21 cristianos coptos egipcios dio la vuelta al mundo en febrero de 2015. Lo mismo las imágenes de las casas de los cristianos marcadas con la letra árabe nun –inicial de la palabra “nasrani” (“nazarenos”)–, que nos recuerdan las prácticas nazis para estigmatizar y aterrorizar a los judíos, y que han hecho caer en la cuenta al mundo entero de este fenómeno de salvaje persecución contra los cristianos denunciada en tantas ocasiones, también antes de la irrupción de Daesh.
Por aquel entonces la activista somalo-holandesa Aayan Hirsi Ali publicaba un artículo en el semanal norteamericano Newsweek titulado La guerra global contra los cristianos en el mundo musulmán. Aayan Hirsi Ali denunciaba que “los cristianos están siendo asesinados en el mundo islámico a causa de su religión. Es un creciente genocidio que debería provocar la alarma global […]. La conspiración del silencio que rodea esta violenta expresión de intolerancia religiosa debe detenerse. Nada menos que el destino de la cristiandad –y en última instancia de todas las minorías religiosas en el mundo musulmán– está en juego”.
En otro artículo, el secretario ejecutivo del American Jewish Committee, David Harris, ha resaltado la pasividad y el mutismo ante este fenómeno de intolerancia y violencia: “Lo que ha habido es silencio. Como judío encuentro ese silencio incomprensible. Los judíos sabemos muy bien que el pecado del silencio no es una solución ante los actos de opresión. […] ¿Cuántos ataques más, cuántos más fieles muertos, cuántas iglesias destruidas más y cuántas familias más tendrán que huir antes de que el mundo encuentre su voz, manifieste su indignación moral, exija algo más que fugaces declaraciones oficiales de aflicción y no abandone a las comunidades cristianas en peligro?”.
Según la organización Open Doors, en la actualidad alrededor de cien millones de cristianos sufren algún tipo de persecución en más de sesenta países, y más de siete mil cristianos murieron en 2015 por causa de su fe. International Society for Human Rights, una ONG alemana, estima que el 80 % de la discriminación religiosa que actualmente tiene lugar en el mundo está dirigida contra los cristianos.
El 13 de marzo de 2015, cincuenta países firmaron una resolución en el Consejo de Derechos Humanos de la ONU, que se reunía en Ginebra, “en apoyo de los derechos humanos de los cristianos y otras comunidades, sobre todo en Oriente Medio”. La resolución, cuyos principales impulsores fueron Rusia, Líbano y la Santa Sede, pide a los países que apoyen la presencia histórica arraigada de todas las comunidades étnicas y religiosas en Oriente Medio, y recuerda que las comunidades cristianas en esta región se encuentran en particular peligro: “Oriente Medio está viviendo una situación de inestabilidad y conflicto que recientemente se ha visto agravada. Las consecuencias están siendo desastrosas para la región. La existencia de muchas comunidades religiosas está seriamente amenazada. Los cristianos están viéndose ahora especialmente afectados. Estos días incluso su supervivencia está en cuestión […]. La situación de los cristianos en Oriente Medio, una tierra en la que llevan viviendo durante siglos y donde tienen derecho a permanecer, es motivo de grave preocupación”.
Tres días después de la aprobación de la mencionada resolución, el representante diplomático del Vaticano ante la Naciones Unidas en Ginebra, Silvio Tomasi, afirmaba: “Tenemos que parar esta especie de genocidio. De lo contrario, en el futuro nos preguntaremos por qué no hicimos nada, por qué permitimos que una tragedia tan terrible sucediera”. Más recientemente el obispo sirio de Homs, Mons. Jean Abdou, ha denunciado la existencia de un verdadero genocidio en Siria y que “a algunos países no les preocupan los cristianos de Oriente Medio”.
Entre las conclusiones del informe sobre libertad religiosa en el mundo en 2016 publicado por Ayuda a la Iglesia Necesitada, el sacerdote sirio católico Jacques Murad
–secuestrado en mayo de 2015 por Daesh y que logró escapar tres meses después, como cuenta en la sección Gente que Cuenta–, subraya que “nuestro mundo vacila al borde de la completa catástrofe desde que el extremismo amenaza con borrar todo rastro de diversidad en la sociedad. Pero si hay algo que nos enseña la religión es el valor de la persona humana, la necesidad de respetarnos unos a otros como un don de Dios”. Y explica cómo, de vuelta a su ciudad, Al Qaryatayn, pudo recuperarse con la ayuda de un amigo musulmán. “Lo más fácil para mí habría sido caer en la ira y el odio, pero Dios me mostró otro camino. A lo largo de toda mi vida de monje en Siria he buscado puntos de encuentro con los musulmanes”.
El citado informe destaca “el surgimiento de un nuevo fenómeno de violencia religiosa que podríamos llamar ‘hiperextremismo’ islamista”, que se caracteriza por su “credo extremista y el sistema legal y de gobierno radicales, su intento sistemático de aniquilar o expulsar a cualquier grupo que no comparta sus opiniones, su trato cruel a las víctimas, el uso de las redes sociales para reclutar a sus seguidores o intimidar al contrario y la búsqueda de repercusión mundial favorecida por grupos extremistas asociados”.
Los efectos perversos de este hiperextremismo para los cristianos árabes son patentes: “En algunas zonas de Oriente Medio, entre ellas Siria e Irak, está eliminando toda forma de diversidad religiosa”. Debido al radicalismo islamista, según Naciones Unidas el número de refugiados en el mundo ha crecido de 5,8 millones en 2015 a 65,3 millones en 2016.
Egipto y los coptos
El término “copto” se usa con sentidos diferentes, no sólo en el habitual, que es el religioso. Para la mayoría de los coptos el término no es simplemente una designación religiosa; le dan también un sentido cultural e incluso étnico. Subrayan que el término procede del griego “Aygyptos” y sostienen que la identidad copta está intrínsecamente unida a la identidad, historia y cultura egipcias. Constituyen la mayor comunidad árabe cristiana de Oriente Medio.
La violencia contra los coptos por motivos de identidad religiosa es un fenómeno reciente. Apareció por primera vez en 1972 cuando los musulmanes de la ciudad de Khankah quemaron una iglesia ilegal y destruyeron propiedades coptas. La violencia ha continuado desde entonces. A lo largo de las últimas décadas han sido asesinados unos 1.800 coptos y se han perpetrado cientos de actos de vandalismo contra propiedades de cristianos sin que casi nadie haya sido juzgado por ello, y mucho menos castigado.
El ataque más cruento contra los cristianos tuvo lugar en Alejandría el 1 de enero de 2011 cuando un terrorista suicida atentó contra los coptos que participaban en una iglesia en los oficios religiosos de Año Nuevo. Murieron 21 cristianos y 97 sufrieron heridas. En julio de 2013, tras las protestas que acabaron con el derrocamiento del presidente islamista Mursi, se desencadenaron jornadas de intensa violencia que enfrentaron al ejército con seguidores de los Hermanos Musulmanes. Los coptos fueron violentamente perseguidos por los islamistas, que les acusaban de estar detrás del golpe contra Mursi. Durante el verano de 2013, medio centenar de iglesias y varios centenares de propiedades cristianas fueron atacadas o quemadas y decenas de coptos fueron asesinados. Jordi Batallá, coordinador del trabajo sobre Norte de África de Amnistía Internacional, denunció entonces la pasividad de las fuerzas de seguridad del Estado.
Irak: asirios y caldeos
Las principales comunidades árabes cristianas en Irak son los caldeos y los asirios. En las últimas décadas del siglo XX los cristianos de Irak, lo mismo que sus compatriotas musulmanes, sufrieron bajo el régimen totalitario de Sadam Hussein, que no toleraba ninguna forma de organización o institución colectiva sin el control directo por parte del Estado. A pesar del reconocimiento constitucional de la libertad religiosa, la religión y la práctica religiosa estaban muy vigiladas. Tras la caída de Sadam Hussein en 2003, Al Qaeda, primero, y Daesh, después, han desatado la caza del cristiano. Sólo entre 2004 y 2009 se registraron unos 65 atentados contra iglesias cristianas en Irak. En octubre de 2010, un centenar de cristianos fueron secuestrados por un grupo de yihadistas en una iglesia asiria cristiana de Bagdad. El resultado fue la muerte de 58 rehenes y 67 heridos. Los secuestradores entraron a tiro limpio durante la misa de víspera del día de difuntos. En la Navidad de 2013, Daesh perpetró una matanza de cristianos en Bagdad. Un coche bomba estalló frente a una iglesia, mientas se celebraba la Misa del gallo. Murieron 38 personas y 70 resultaron heridas.
El 9 de junio de 2014 Daesh se hizo con el control de una considerable parte del centro y del oeste de Irak, y del este de Siria. El 29 de junio publicó una grabación en la que anunciaba la constitución del califato desde Alepo (Siria) hasta Diyala (Irak). Unos días más tarde, Daesh se dirigía en un mensaje por escrito a los cristianos de Mosul a los que amenazaba con la muerte si no se convertían al islam.
En septiembre de 2014, el patriarca caldeo, Louis Raphael Sako, en un encuentro con el embajador de Estados Unidos ante la ONU, Keith Harper, hizo un llamamiento para que se protegiera a los cristianos iraquíes. El patriarca advirtió de que si los cristianos iraquíes no podían retornar a sus lugares de procedencia en la llanura de Nínive, cerca de Mosul, tendrían el mismo destino que los desplazados palestinos. Y añadió: “Los cristianos en Irak tendremos un futuro si la comunidad internacional nos ayuda inmediatamente. La población está decepcionada por la poca ayuda que se ha recibido hasta ahora. Actualmente están desplazados en Irak unos 120.000 cristianos. Necesitan de todo, porque los terroristas de Daesh les han quitado todo.
Siria: melquitas y siriacos
En Siria, las dos principales comunidades cristianas son los melquitas y los siriacos. El Estado sirio se configura como una república bajo una dictadura militar presidida por Bashar Al Assad. Bajo esta dictadura, las comunidades árabes cristianas en Siria son supervisadas por el régimen, pero el gobierno les da libertad para comprar tierras y construir iglesias. Las iglesias dirigen sus asuntos internos con libertad. El gobierno se encarga además de proporcionar a las iglesias luz y agua. Los cristianos practican su fe libremente y las liturgias de las fiestas religiosas son emitidas por los medios de comunicación públicos.
Esta situación ha variado sustancialmente en los últimos cinco años. Inspirada por los levantamientos populares ocurridos en Túnez y Egipto, en marzo de 2011 una multitud de manifestantes sirios se movilizó en la calle contra el régimen sirio. Al Assad respondió utilizando la fuerza militar. Todavía hoy, tras más de cinco años de guerra civil, el régimen sirio continúa desmoronándose sin que existan expectativas de que una intervención externa o una rebelión armada puedan acelerar su caída y poner fin a la represión, que ya ha causado centenares de miles de muertos, desplazados y refugiados.
Con la entrada en el conflicto sirio del Daesh, que lucha por el derrocamiento del régimen de Al Assad y trata de atraer a las fuerzas rebeldes que actúan contra el régimen, la situación del conflicto ha cambiado radicalmente. Así lo experimentan los cristianos sirios, y así también lo perciben Estados Unidos y los aliados occidentales, que pasaron de barajar una intervención armada en Siria contra el régimen de Al Assad, en el verano de 2013, a desarrollar, desde finales de septiembre de 2014 y hasta hoy, una intervención contra Daesh, en colaboración con Al Assad, en suelo sirio.
Entre 2011 y 2013, un millar de cristianos sirios perdieron la vida y unos 450.000 han sido desplazados, según declaraciones del patriarca de Antioquía para los melquitas católicos, Gregorio III Laham. En dos años, la ciudad de Alepo, que anteriormente contaba con la comunidad cristiana más grande de Siria, había perdido la mayor parte de sus miembros. El éxodo de cristianos de Siria es una repetición de lo que ha venido ocurriendo en Irak durante los últimos diez años. En 2014, Daesh se lanzó a la persecución de los cristianos en el territorio que controlaba en el norte de Siria. Según el informe de 2015 de la organización Open Doors, desde que comenzó la guerra el 40 % de la población cristiana ha abandonado el país: alrededor de 700.000 personas.
Líbano y los maronitas
Los maronitas son la principal comunidad árabe cristiana en Líbano, el único país de Oriente Medio en el que los cristianos –el 40 % de la población– no son una minoría. Es el único país de la zona cuyo Jefe de Estado ha de ser, según establece la Constitución, un cristiano. Este hecho convierte a Líbano en un país singular, aunque también hay que decir que la reciente elección de Michel Aoun ha requerido un año de intensas negociaciones.
Los cristianos en Líbano, como pueblo libre, han tenido la capacidad de liderar el renacimiento cultural e intelectual árabe de la primera parte del siglo XX, y han trabajado como agentes de progreso en Líbano en todos los terrenos: educativo, medios de comunicación, innovación comercial, banca o industria del entretenimiento. Beirut, a pesar de casi tres décadas de guerra civil, es todavía la ciudad más libre del mundo árabe, y continúa además siendo el pulmón para muchos cristianos que han emigrado de Turquía, Armenia, Siria o Irak.
Las revoluciones y cambios de régimen que han sacudido Oriente Medio en los últimos años no han afectado a nivel institucional al país, aunque las consecuencias se hacen notar habida cuenta de la oleada de refugiados sirios que acoge Líbano, más de un millón, en un país de sólo cuatro millones de habitantes.
Palestina e Israel
Las comunidades árabes cristianas que viven en territorio palestino-israelí no son numéricamente tan importantes como las de Líbano, Egipto, Siria o Irak.
En Israel viven unos 161.000 cristianos, el 80 % de origen árabe. La mayoría residen en el norte. Las ciudades con más cristianos son Nazaret (alrededor de 15.000), Haifa (15.000); Jerusalén (12.000) y Shjar’am (10.000).
En territorio palestino (Cisjordania y Gaza) viven unos 52.000 cristianos árabes, en su mayoría melquitas greco-ortodoxos. El resto son siriacos, católicos romanos, greco-católicos, armenios, coptos y maronitas.