El apostolado de “Courage Internacional” consiste en un acompañamiento tanto espiritual como pastoral para personas que experimentan atracciones hacia el mismo sexo. El equipo de Courage quiere recordar que lo más importante de cada uno es nuestra dignidad como hijos de Dios, que no se pierde según nuestras tendencias sexuales.
Todo el apostolado de este grupo está basado en las Sagradas Escrituras y en el Evangelio. Viven acogiendo a todos “con amor y misericordia, como haría Jesús”. De ello hablan en esta entrevista, en la que tratan temas como la castidad, la amistad o los sentimientos de culpa.
¿En qué consiste el trabajo de “Courage”?
– La labor del apostolado «Courage Internacional» — fundado en 1980 y presente ahora en más de 20 países — consiste en acompañar espiritual y pastoralmente a hombres y mujeres que experimentan atracción hacia el mismo sexo. Estas personas han decidido, libremente, vivir una vida en castidad según las enseñanzas de la Iglesia Católica.
Los miembros del apostolado se reúnen regularmente en capítulos (grupos) dirigidos por un capellán —un sacerdote o diácono permanente nombrado por su obispo local—, quien los guía espiritualmente basándose en las Cinco Metas de «Courage». En síntesis, estas metas invitan y alientan a los miembros de «Courage» a profundizar en la comprensión y la vivencia de la virtud de la castidad; a tener una vida espiritual y sacramental sólida; a construir un espíritu de hermandad entre los miembros para que se ayuden mutuamente; a forjar amistades castas reconociendo la bendición que significan en la vida cristiana, y a que sus vidas sean un testimonio para los demás.
¿Qué es la castidad? ¿Cómo podemos comprometernos a vivirla en un mundo hipersexualizado?
– La virtud de la castidad, como explica el Catecismo, es “la integración lograda de la sexualidad en la persona y por ello en la unidad interior del hombre en su ser corporal y espiritual”. Independientemente de su estado de vida — soltero, casado, sacerdote o consagrado — todo bautizado está llamado a vivir la castidad. Esta virtud purifica el alma y el cuerpo de manera integral según la naturaleza y la vocación de cada persona para una entrega total del don de sí.
Nuestro compromiso de vivir la castidad debe surgir del reconocimiento de la propia dignidad como hijos amados de Dios, hechos a su imagen y semejanza. Ciertamente, vivir la castidad siempre ha sido exigente y más aún en la actualidad, dado el clima social hipersexualizado y hedonista en que vivimos. Sin embargo, es posible vivir la castidad con la gracia de Dios y una vida espiritual sólida.
Respecto a esto último, la Iglesia nos propone varios medios para ayudarnos a vivir la castidad. Entre ellos están: la vida sacramental, la oración, el orden y la ascesis según el estado de vida de cada uno, la vivencia de las virtudes morales, en especial la templanza (virtud que pone las pasiones bajo el dominio de la razón), y el conocimiento de uno mismo (Catecismo de la Iglesia Católica, n. 2337) . Es fundamental que cada persona se conozca a sí misma a la luz del plan de Dios. Dado que es “Cristo quien revela el hombre al propio hombre” (Gaudium et spes, n. 22) ese conocimiento personal es solo plenamente posible a través del encuentro con Cristo, modelo de nuestra propia humanidad. Es Él quien habla a nuestra alma y nuestro corazón y nos impulsa a ser luz en medio del mundo.
Aparte del trabajo espiritual, este compromiso por vivir la castidad requiere también una purificación de la cultura y el clima social (Catecismo de la Iglesia Católica, n. 2525) que debe comenzar en el matrimonio y en la misma familia. Si no se sabe de la sexualidad, difícilmente se comprenderá lo que es la virtud de la castidad y la libertad que vivirla trae consigo. Lamentablemente, es un tema que aún sigue siendo tabú en los hogares. Si los padres no lo hablan a tiempo con sus hijos, estos buscarán respuestas en otros lugares. El desarrollo en las comunicaciones ha facilitado el acceso a otras “respuestas” inmediatas que, a menudo, no son solo incorrectas, sino contrarias a la ley natural y a la fe.
Después del hogar, es importante que se aborde el tema en los ambientes eclesiales, así la vivencia de la castidad no solo será mejor comprendida, sino más llevadera. A veces se piensa que es una represión de los sentimiento o deseos, cuando en realidad es todo lo contrario. La castidad permite la plenitud del amor en libertad, en la integridad de la persona humana.
En Courage habláis mucho de la amistad, ¿qué importancia tiene esta en la vida de los cristianos?
– La virtud de la amistad, que es “una exigencia directa de la fraternidad humana y cristiana” (Catecismo de la Iglesia Católica, n. 1939), juega un papel muy importante en la vida del cristiano. La amistad une a dos o más personas en su lucha por alcanzar un interés o una meta en común, incluyendo el deseo de alcanzar juntos la santidad y crecer en su relación con Cristo, quien dijo a sus apóstoles, “Los llamo amigos” (Jn 15, 15). Cristo llama a sus amigos a formar un solo Cuerpo con Él y entre ellos, de tal manera que el signo más claro del amor de alguien por Dios es la medida en la que ama a su prójimo (cfr. 1 Juan 4, 20- 21).
En nuestro apostolado hablamos mucho de la amistad porque sabemos, como nos enseña la Iglesia, que “la castidad se desarrolla en la amistad” (Catecismo de la Iglesia Católica, n. 2347). Como solía decir el P. Philip Bochanski, quien hasta hace unas semanas fue director ejecutivo de Courage Internacional, “la amistad no es un premio de consolación, ni un ‘amor de segunda clase’, sino un vínculo real, cimiento de toda relación auténtica”. Jesús mismo nos enseñó a cultivar estas relaciones humanas y lo vemos a lo largo de los Evangelios. Como nos dice el Eclesiástico, “un amigo fiel es un refugio seguro, quien lo encuentra ha encontrado un tesoro” (Eclo 6, 14).
¿Cómo pueden las familias ayudar y apoyar a sus seres queridos miembros del colectivo LGBT?
– Las familias tienen en la Iglesia la misión maravillosa de acompañar a sus seres queridos y ayudarles, poco a poco, a llegar al encuentro con Jesucristo, acogiéndolos siempre con caridad y verdad.
Lo primero que recomiendo a quienes recién se enteran de que algún familiar o ser querido se identifica como miembro del colectivo LGBT, es que no se alarmen. Recomiendo que escuchen a la persona y que intenten, aunque sea difícil, comprender el momento concreto que está viviendo. Es muy importante que le expresen el amor incondicional que le tienen y lo ayuden poco a poco a ir redescubriendo su identidad más profunda como hijos de Dios. Que caminen junto a su ser querido hacia el encuentro del Corazón de Jesús. Allí pueden encontrar ese Amor y libertad que todos buscamos.
No siempre es prudente comenzar este acompañamiento planteándoles todo lo que dice el Catecismo sobre el tema. Todo depende de su situación, de su vida de fe y del momento que está viviendo. Las familias deben considerar todo esto al momento de ayudar a sus seres queridos.
Después de ese primer gran paso, para poder acompañar de la mejor manera, además de tener una vida espiritual activa, es muy necesario que los familiares se formen con las enseñanzas de la Iglesia sobre este tema. Nuestra experiencia en esta pastoral es que hay mucho desconocimiento e ignorancia sobre el tema. Es urgente y necesario que se formen en las enseñanzas de la Iglesia a la luz del Espíritu Santo. Esto les ayudará a amar con mayor libertad y a conocer y vivir la Verdad no solo en lo que se refiere a la atracción al mismo sexo, sino en todo lo que concierne a la persona humana, siempre con caridad, paciencia y delicadeza.
Es esencial que oren, no solo por su familiar, sino también por ellos mismos. Que oren para ser fieles instrumentos del amor de Dios en sus familias, conscientes de que la salvación de sus hijos no está en sus manos, sino en las manos de Dios. La oración también dispone el corazón de los padres a confiar en el Señor y respetar la libertad y los procesos de sus hijos, quienes, en su momento, escucharán la voz de Dios en su corazón. La vida de oración permite a los padres reconocer que no tienen el control de la vida de sus hijos, abriéndose así al poder sobrecogedor de la gracia.
También les invito a encomendarse a la intercesión de María Santísima, y de santa Mónica y san Agustín. Finalmente, si es posible, les recomiendo que busquen un sacerdote o director espiritual que los acompañe espiritualmente en este camino.
Parece que hoy tendemos a centrarnos en la sexualidad de las personas y en sus tendencias. ¿Cómo evitamos definir a las personas únicamente por sus tendencias sexuales?
– Efectivamente, en la actualidad se suele definir, cada vez más, a las personas por sus atracciones sexuales o afectivas. Sin embargo, la humanidad de la persona abarca mucho más que sus deseos sexuales. La Iglesia considera a la persona a la luz de su identidad como hijo de Dios, creada buena, libre y a su imagen y semejanza.
Por consiguiente, la Iglesia nos dice que la persona «no puede ser definida de manera adecuada con una referencia reductiva solo a su orientación sexual» (Congregación para la Doctrina de la Fe, «Carta a los obispos de la Iglesia Católica sobre la atención pastoral a las personas homosexuales» (1986), núm. 15). Como declaró en una ocasión el Papa Francisco, «Las personas no deben ser definidas únicamente en base a sus tendencias sexuales». Entonces, para evitar reducir a las personas a sus tendencias sexuales, hemos de tener siempre presente su dignidad de hijos de Dios.
En el apostolado Courage, nosostros no nos referimos a nuestros miembros como “gay” o “LGBTQ”. Estos términos podrían dar la impresión de que las atracciones hacia el mismo sexo definen un tipo o categoría separada de la persona con una moral diferente. Por el contrario, nos referimos a ellos como nuestros hermanos, hombres y mujeres, que experimentan atracción al mismo sexo.
Desde el principio Dios ha revelado al hombre su identidad: ¡“Hombre y mujer los creó”! Todo nuestro ser habla de quiénes somos, empezando por cada una de nuestras células, hasta las diferencias más evidentes de nuestros cuerpos. Debemos esforzarnos por utilizar el lenguaje adecuado para poder expresar la dignidad íntegra de la persona humana y no quedarnos en solo un aspecto.
Las conversaciones sobre las tendencias sexuales y el colectivo LGBT están muy polarizadas. ¿Es posible dialogar sobre esto sin caer en posturas radicales o impregnadas de ideología?
– Por supuesto, pues estamos hablando de la persona humana. Este diálogo es posible cuando conocemos con claridad las enseñanzas de la Iglesia y cuando tenemos una relación íntima con Jesucristo, la Verdad misma. De nada sirve conocer las verdades de nuestra fe, si no se encarnan en nuestras vidas para compartirlas con profunda caridad como lo hizo Jesús. Y ciertamente vivir lo que Jesús mismo nos enseñó es lo más liberador para el corazón humano, y exigente.
Como nos explica Jesús en el Evangelio, en el mundo hemos de ser “sagaces como las serpientes y sencillos como las palomas” (Mt 10, 16). Es importante saber discernir a la luz del Espíritu Santo si es el momento, la situación, o el lugar adecuado para entablar ese diálogo. Es un tema que toca fibras muy sensibles y profundas del ser humano, en muchos casos, también heridas del corazón. Por eso, es esencial ser conscientes de que estamos entrando en terreno sagrado. Así es como se empieza el diálogo sobre el tema: con caridad y verdad. Si no están ambas, es mejor dejarlo para otro momento.
Iluminados por la verdad de las Sagradas Escrituras y el Magisterio, e inflamados con el amor de Cristo en nuestros corazones, seremos capaces de entablar estos diálogos con “el método de Jesús”, como lo llama uno de nuestros miembros de «Courage».
¿Cómo ayudan en Courage a las personas a recuperarse de los sentimientos de culpa e indignidad tras las faltas contra la castidad?
– Acogiéndolos con amor y misericordia, como lo haría Jesús. Haciéndoles saber que Dios los ama infinitamente, que son mucho más que sus caídas y pecados, que son —una vez más— hijos amados de Dios. Que el Señor, en su infinita misericordia los perdona siempre cada vez que se arrepienten, porque conoce su corazón. La paternidad espiritual del capellán de «Courage» es un beneficio invaluable para los miembros de los capítulos locales. En el capellán encuentran la bienvenida amorosa y el acompañamiento pastoral que la Iglesia les ofrece a sus hijos.
Como dijo el Papa Francisco, “siempre debemos considerar a la persona. Aquí nos adentramos al misterio del ser humano. En la vida, Dios acompaña a las personas y nosotros debemos acompañarlas partiendo de su situación. Es necesario acompañarlas con misericordia. Cuando eso sucede, el Espíritu Santo inspira al sacerdote para que diga las palabras adecuadas” (Papa Francisco, citado por Antonio Spadaro, «A Big Heart Open to God» [«Un corazón abierto a Dios»], America 209:8, 30 de septiembre, 2013).
El bien que los sacerdotes pueden hacer en el confesionario es un don dado por Dios de lo alto y un tesoro en la Iglesia. Invitamos a todos los sacerdotes a que muestren el amor y la misericordia del Corazón de Jesús a quienes se acercan arrepentidos a sus confesionarios. No dejen de hablarles con la Verdad que libera el alma y con la misericordia que abraza el corazón humano. Sean realmente otros Cristos y actúen como hizo el Señor con la mujer pecadora: “Tampoco yo te condeno; vete y a partir de ahora no peques más” (Jn 8, 11).