Tras la catequesis sobre el Espíritu Santo en el matrimonio y en las familias del miércoles pasado, “hoy proseguimos nuestra reflexión sobre la presencia y la acción del Espíritu Santo en la vida de la Iglesia mediante los Sacramentos”, ha comenzado el Papa Francisco su catequesis en la Audiencia general del miércoles 30 de octubre, en una mañana soleada en la Plaza de San Pedro.
“La acción santificadora del Espíritu Santo nos llega ante todo a través de dos canales: la Palabra de Dios y los Sacramentos. Y entre todos los Sacramentos, hay uno que es, por antonomasia, el Sacramento del Espíritu Santo, y es en el que quisiera detenerme hoy. Se trata, como ustedes han comprendido, de la Crismación o Confirmación”, ha señalado.
De los siete sacramentos, “la Confirmación es el sacramento del Espíritu Santo por antonomasia. En el Nuevo Testamento vemos algunos elementos del sacramento de la confirmación. Por ejemplo, cuando se menciona la “imposición de las manos”, que comunica de manera visible y carismática el Espíritu Santo. También encontramos la “unción” y el “sello” que manifiestan el carácter indeleble de este sacramento”.
Bautismo, nacimiento; confirmación, crecimiento
“Podemos decir que, si el Bautismo es el sacramento del nacimiento a la vida en Cristo, la Confirmación es el del crecimiento, ha manifestado el Romano Pontífice. “Esto significa que se da inicio a una etapa de madurez cristiana, lo que conlleva dar testimonio de la propia fe.
Para poder realizar esta misión, es importante no dejar de cultivar los dones del Espíritu que hemos recibido”.
Lo que el sacramento de la Confirmación es en la comprensión de la Iglesia, me parece -ha añadido el Papa-, “está descrito, simple y claramente, por el Catecismo para los Adultos de la Conferencia Episcopal Italiana. Dice así: “La Confirmación es para cada fiel lo que Pentecostés fue para toda la Iglesia. […] Refuerza la incorporación bautismal a Cristo y a la Iglesia y, la consagración a la misión profética, real y sacerdotal. Comunica la abundancia de los dones del Espíritu […]”.
“Si, por tanto, el Bautismo es el sacramento del nacimiento, la Confirmación es el sacramento del crecimiento. Por eso mismo es también el sacramento del testimonio, porque éste está estrechamente ligado a la madurez de la existencia cristiana”.
Que la Confirmación sea “inicio”, no ‘extremaunción’
El problema es cómo conseguir que el sacramento de la Confirmación no se reduzca, en la práctica, a una ‘extremaunción’, es decir, al sacramento de la ‘salida’ de la Iglesia, sino que sea el sacramento del inicio de una participación activa en su vida, ha proseguido el Pontífice.
“Es un objetivo que puede parecernos imposible, dada la situación actual en casi en toda la Iglesia, pero eso no significa que debamos dejar de perseguirlo. No será así para todos los confirmandos, sean niños o adultos, pero es importante que lo sea al menos para algunos que luego serán los animadores de la comunidad”, ha señalado.
“Ayuda de fieles laicos”
Con este fin, “puede ser útil dejarse ayudar, en la preparación al Sacramento, por fieles laicos que hayan tenido un encuentro personal con Cristo y hayan tenido una verdadera experiencia del Espíritu”, ha señalado.
En su saludo a los peregrinos de diversas lenguas, el Santo Padre ha alentado: “Pidamos al Espíritu Santo que reavive el fuego del amor en nuestros corazones y nos impulse a dar un testimonio jubiloso de su presencia en nuestras vidas. Que Jesús los bendiga y la Virgen Santa los cuide.”.
Todos los Santos: los que nos precedieron quieren ayudarnos
Al concluir sus palabras en italiano, antes del «Pater Noster» en latín de la Bendición final, se ha referido a que “estamos ya cerca de la solemnidad de Todos los Santos: os invito a vivir esta fiesta del año litúrgico en la que la Iglesia quiere recordarnos un aspecto esencial -subrayó-, de su realidad: la gloria celestial de los hermanos y hermanas que nos han precedido en el camino de la vida presente y que ahora, en la visión del Padre quieren estar en comunión con nosotros para ayudarnos a alcanzar la meta que nos espera”.
“¿Qué tienen que ver los niños en una guerra?”
Y finalmente, como es habitual, el Papa ha pedido que “recemos por la paz, que es un don del Espíritu Santo. La paz en la martirizada Ucrania, en Palestina, en Israel, Myanmar, y en tantos países que viven un momento de guerra”. “Ayer vi que ametrallaron a 150 personas inocentes. ¿Qué tienen que ver los niños en una guerra? Son las primeras víctimas. Oremos por la paz. Y a todos mi Bendición”.