Nadie duda de que los crímenes de Daesh constituyen un genocidio en toda regla. Pero se echaba en falta una condena clara de la comunidad internacional.
— Miguel Pérez Pichel
Es difícil calcular las cifras de la barbarie de Daesh (también conocido como Estado Islámico) contra las minorías religiosas de Irak y Siria (cristianos, yazidíes, chiíes y otras minorías), o simplemente contra aquellos que disientan de sus prácticas extremas, con independencia de su credo. Los testimonios de primera mano que nos llegan por medio de testigos que consiguen huir del territorio bajo control de Daesh son muy reveladores: asesinatos masivos, mutilaciones, esclavitud, violaciones…
En febrero, el Parlamento Europeo hizo un llamamiento para poner fin al genocidio ocasionado por Daesh. Los eurodiputados condenaron las graves violaciones de los derechos humanos perpetradas por este grupo terrorista y sus técnicas de exterminio particularmente contra miembros de minorías religiosas y étnicas. En marzo, fue el secretario de Estado estadounidense, John Kerry, quien afirmó que los crímenes de Daesh contra la población iraquí y siria, en concreto contra los miembros de las minorías religiosas allí existentes, constituyen un violento genocidio. Por último, en abril, la Cámara de los Comunes del Parlamento Británico ha aprobado, por 278 votos a favor y ninguno en contra, declarar y confirmar que es un verdadero genocidio contra cristianos, yazidíes y otras minorías religiosas el que se está verificando en Siria y en Irak.