La primera sesión de la Asamblea del Sínodo de los Obispos “por una Iglesia Sinodal: comunión, participación y misión” culminó el sábado 28 de octubre de 2023.
Este mismo día se dio a conocer la Relación de Síntesis al concluir la primera Sesión de la XVI Asamblea General Ordinaria del Sínodo, que lleva el título “Una Iglesia sinodal en Misión, en la primera parte habla de El rostro de la Iglesia sinodal; en la segunda parte se señala Todos discípulos, todos misioneros; mientras que la tercera parte invita a Tejer relaciones, construir comunidad.
La realidad es que, a pesar de las “confrontaciones” y opiniones aparentemente irreconciliables con las que se inició el sínodo, el documento aprobado salió adelante sin apenas problemas, superando los dos tercios de los votos. Este material pasará ahora a las Iglesias locales para su profundización, pero también a los teólogos y estudiosos.
Una nueva etapa en la que, como indica el documento final, “las Conferencias Episcopales y las Estructuras Jerárquicas de las Iglesias Orientales católicas, actuando como vínculo entre las Iglesias locales y la Secretaría General del Sínodo, tendrán un papel importante en el desarrollo de la reflexión. A partir de las convergencias logradas, están llamados a centrarse en las cuestiones y propuestas más relevantes y urgentes, fomentando su estudio teológico y pastoral e indicando las implicaciones canónicas”.
El sínodo, en palabras del Secretario general, el cardenal Mario Grech, “es una experiencia que no concluye hoy pero seguirá”, porque es una Iglesia que “está buscando espacios para todos, para que nadie se sienta excluido”. Aseguró además que hoy al concluir en los participantes “se sentía una gran alegría que se podía tocar con la mano”.
El documento final
El Informe de Síntesis al término de la XVI Asamblea General del Sínodo sobre la Sinodalidad, que se dio a conocer en la conclusión de la Asamblea recoge “los principales elementos que surgieron del diálogo, la oración y la discusión que caracterizaron estos días”. Es el punto final de una fase y el inicio de otra que concluirá el año que viene: “Esta Sesión abre la fase en la que toda la Iglesia recibe los frutos de esta consulta para discernir, en la oración y el diálogo, los caminos que el Espíritu nos pide seguir. Esta fase durará hasta octubre de 2024, cuando la Segunda Sesión de la Asamblea concluirá sus trabajos, ofreciéndolos al Santo Padre”.
Estructura del texto
El texto está estructurado en tres partes. El primero, “El rostro de la Iglesia sinodal» , presenta “los principios teológicos que iluminan y fundamentan la sinodalidad. La segunda parte, titulada “Todos los discípulos, todos los misioneros”, trata de todos aquellos involucrados en la vida y misión de la Iglesia
sus relaciones. La tercera parte se titula “Tejiendo vínculos, construyendo comunidades”. Aquí la sinodalidad aparece principalmente como un conjunto de procesos y una red de organismos que permiten el intercambio entre las Iglesias y el diálogo con el mundo”.
Puntos clave
“En cada una de las tres partes, cada capítulo recoge las convergencias , los temas a abordar y las propuestas que surgieron del diálogo. Las convergencias identifican los puntos fijos hacia los que puede mirar la reflexión: son como un mapa que nos permite orientarnos en el camino y no perdernos. Los temas a abordar reúnen los puntos sobre los cuales hemos reconocido que es necesario continuar el estudio teológico, pastoral y canónico: son como encrucijadas en las que es necesario hacer una pausa para comprender mejor el rumbo a tomar. Las propuestas, en cambio, indican posibles caminos a seguir: algunas se sugieren, otras se recomiendan y otras se solicitan con más fuerza y determinación”.
El documento contiene puntos interesantes, no en vano, una de las principales prioridades se dirige a “la ampliación del número de personas involucradas en los caminos sinodales”, lo que pone de manifiesto el progresivo descenso de la participación, e incluso interés, que ha habido este sínodo.
Tampoco esconde el documento la incomprensión o incluso el miedo que la presentación y ciertos aspectos de desarrollo del camino sinodal han podido dar lugar en muchos fieles: “Sabemos que «sinodalidad» es un término desconocido para muchos miembros del Pueblo de Dios, lo que causa confusión y preocupación en algunos. Entre los temores está el de que se cambie la doctrina de la Iglesia, alejándose de la fe apostólica de nuestros padres y traicionando las expectativas de quienes aún hoy tienen hambre y sed de Dios. Sin embargo, estamos convencidos de que la sinodalidad es una expresión del dinamismo de la Tradición viva”.
El documento apunta la necesidad de “clarificar la relación entre la escucha de la Palabra de Dios atestiguada en la Escritura, la aceptación de la Tradición y del Magisterio de la Iglesia, y la lectura profética de los signos de los tiempos”. Junto a ella, se aboga por una renovación de la vida, los lenguajes y, en muchos aspectos, la dinámica pastoral de las comunidades; un ejemplo de esto es la afirmación de que “es importante proseguir la investigación sobre el modo en que la lógica catecumenal puede iluminar otros caminos pastorales, como el de la preparación al matrimonio, o el acompañamiento en las opciones de compromiso profesional y social, o la misma formación para el ministerio ordenado, en la que debe estar implicada toda la comunidad eclesial”.
Especial interés, aunque escasamente desarrollado en este documento, tiene el apunte a “otras expresiones de la oración litúrgica, así como las prácticas de piedad popular, en las que se refleja el genio de las culturas locales, son elementos de gran importancia para favorecer la participación de todos los fieles, introducirlos gradualmente en el misterio cristiano y acercar a los menos familiarizados con la Iglesia al encuentro con el Señor. Entre las formas de piedad popular, la devoción mariana destaca especialmente por su capacidad de sostener y alimentar la fe de muchos”.
Los pobres, en el centro
“La opción preferencial por los pobres está implícita en la fe cristológica”, destaca el documento. Una pobreza que no tiene una sola cara sino numerosos rostros: migrantes y refugiados; pueblos indígenas, quienes sufren violencia y abuso, especialmente las mujeres personas con adicciones víctimas de racismo, explotación y trata son los bebés en el útero y sus madres”. Ante ellos, destacan desde el sínodo el “compromiso de la Iglesia debe llegar a las causas de la pobreza y la exclusión” y hace una llamada al “deber de comprometerse a participar activamente en la construcción del bien común y en la defensa de la dignidad de la vida, inspirándose en la doctrina social de la Iglesia y actuando de diferentes formas”.
En el contexto en el que se ha desarrollado la Asamblea, marcada por conflictos como los de Sudan, Ucrania, Tierra santa o Armenia, “la Iglesia enseña la necesidad y alienta la práctica del diálogo interreligioso como parte de la construcción de la comunión entre todos los pueblos”.
Las iglesias orientales
La actualidad de las Iglesias orientales católicas, sus problemas y la relación con las iglesias de otros ritos, especialmente latino, ha sido uno de los pntos en los que han trabajado en esta Asamblea. Entre ellos “la importante migración de fieles del Oriente católico hacia territorios de mayoría latina plantea importantes cuestiones pastorales. Si el flujo actual continúa o aumenta, puede haber más miembros de las Iglesias católicas orientales en la diáspora que en los territorios canónicos. Por diversas razones, el establecimiento de jerarquías orientales en los países de inmigración no es suficiente para resolver el problema, pero es necesario que las Iglesias locales de rito latino, en nombre de la sinodalidad, ayuden a los fieles orientales que han emigrado a preservar su identidad. y cultivar su herencia específica, sin sufrir procesos de asimilación”.
El documento señala, también, la “petición de constituir con el Santo Padre un Consejo de Patriarcas y Arzobispos Mayores de las Iglesias católicas orientales”.
Laicos y familia, primera Iglesia
También forma parte del documento una llamada a la misión de todo bautizado en la Iglesia y, en especial, el papel de la familia como “la columna vertebral de toda comunidad cristiana. Los primeros misioneros son los padres, los abuelos y todos aquellos que viven y comparten su fe en la familia. La familia, como comunidad de vida y de amor, es un lugar privilegiado de educación en la fe y en la práctica cristiana, que requiere un acompañamiento particular dentro de las comunidades”.
El papel principal de los laicos en la misión de la Iglesia parece estar, al menos en teoría, perfectamente clarificado: “Los fieles laicos están cada vez más presentes y activos también en el servicio dentro de las comunidades cristianas” subraya el documento que alude a que “los carismas de los laicos, en su variedad, son dones del Espíritu Santo a la Iglesia que deben ser manifestados, reconocidos y valorados plenamente”.
Iglesia ministerial
Entre estas conclusiones emerge además una percepción de “la necesidad de una mayor creatividad a la hora de establecer ministerios basados en las necesidades de las iglesias locales” sin esconder los malentendidos que “Iglesia ministerial” pueda causar. En este sentido, se enmarca la reflexión del papel de la mujer en la Iglesia. Las propias mujeres presentes en la Asamblea han destacado el deseo de “evitar repetir el error de hablar de las mujeres como un tema o un problema”. En este ámbito, las discusiones sobre la ordenación femenina ha vuelto a estar sobre la mesa sin conclusiones: el documento llama a continuar un estudio teológico y pastoral sobre esta cuestión que evite caer en una “expresión de una peligrosa confusión antropológica”.
Carisma y jerarquía
“La dimensión carismática de la Iglesia tiene una manifestación particular en la vida consagrada, con la riqueza y variedad de sus formas”. Señala el documento, que pone en valor su “conversación en el Espíritu o formas similares de discernimiento en la realización de los Capítulos provinciales y generales, para renovar estructuras, repensar estilos de vida, activar nuevas formas de servicio y cercanía a los más pobres” pero alude a la persistencia de estilos autoritarios que socavan el diálogo fraternal.
También se hace referencia a “las asociaciones laicales, los movimientos eclesiales y las nuevas comunidades que son un signo precioso de la maduración de la corresponsabilidad de todos los bautizados”. El documento centra la labor de la “vida consagrada, las asociaciones laicales, los movimientos eclesiales y las nuevas comunidades” al servicio de las Iglesias locales.
Clericalismo y celibato
Uno de los temas estrella, no sólo del sínodo, sino del pontificado de Francisco, ha sido su continua alusión al clericalismo en la Iglesia. En este punto, señala el documento, “un obstáculo para el ministerio y la misión es el clericalismo. Surge de la incomprensión de la vocación divina, que lleva a concebirla más como un privilegio que como un servicio, y se manifiesta en un estilo de poder mundano que se niega a rendir cuentas”.
Por otro lado, aunque la eliminación del celibato parecía ser uno de los temas estrella de esta Asamblea, el documento destaca las “diferentes valoraciones sobre el celibato de los sacerdotes. Todos aprecian su valor lleno de profecía y de testimonio de conformidad con Cristo; algunos se preguntan si su conveniencia teológica con el ministerio presbiteral debe necesariamente traducirse en una obligación disciplinaria en la Iglesia latina, especialmente donde los contextos eclesiales y culturales lo hacen más difícil”. Un tema que seguirá, como desde hace decenios, dentro de la reflexión de la Iglesia.
Asimismo, en un ejercicio de transparencia, los miembros del sínodo piden “a las Iglesias locales que identifiquen procesos y estructuras que permitan verificar periódicamente las formas en que los sacerdotes y diáconos que desempeñan funciones de responsabilidad ejercen el ministerio. Las instituciones ya existentes, como órganos de participación o visitas pastorales, pueden constituir el punto de partida para este trabajo, asegurando la participación de la comunidad”.
Obispos y sinodalidad de la Iglesia
La labor de los sucesores de los apóstoles ha sido otro de los puntos de discusión de esta Asamblea, tanto desde el cambio de su configuración como en el desarrollo de las conversaciones. El documento final alude al papel del obispo como “principal responsable del anuncio del Evangelio y de la liturgia”. El obispo, destaca el resumen, “está llamado a ser ejemplo de sinodalidad”. No olvidan que “muchos Obispos se quejan de una sobrecarga de compromisos administrativos y jurídicos, que dificulta el pleno cumplimiento de su misión. Incluso el obispo tiene que afrontar su propia fragilidad y sus límites y no siempre encuentra apoyo humano y espiritual”. En este punto, el documento propone la activación de “estructuras y procesos de verificación periódica de la labor del Obispo, hacer obligatorio el Consejo Episcopal” y unir, a las ternas de posibles obispos los pareceres “del Nuncio Apostólico con la participación de la Conferencia Episcopal. También es necesario ampliar la consulta al Pueblo de Dios, escuchando a un mayor número de laicos y consagradas y cuidando de evitar presiones inadecuadas”.
La última parte del documento se centra en el establecimiento de una verdadera cultura de la sinodalidad en la Iglesia: “Necesitamos superar la mentalidad de delegación que se encuentra en muchas áreas de la atención pastoral. Una formación sinodal tiene como objetivo permitir al Pueblo de Dios vivir plenamente su vocación bautismal, en la familia, en el ámbito laboral, en el ámbito eclesial, social e intelectual, y hacer a cada uno capaz de participar activamente en la misión del Iglesia según los propios carismas y la propia vocación”.
Una última parte que invita a adoptar la tarea de la escucha en todos los procesos de la vida eclesial. “La Iglesia se ha encontrado con muchas personas y muchos grupos que piden ser escuchados y acompañados” apunta el documento que destaca a los jóvenes, las voces de las víctimas y sobrevivientes de abusos sexuales, espirituales, económicos, institucionales, de poder y de conciencia por parte de miembros del clero o las personas que se sienten marginadas o excluidas de la Iglesia, por su situación conyugal, identidad y sexualidad”.
Asimismo, se llama a hacer “estructuralmente” una Iglesia sinodal atendiendo a la “configuración canónica de las Asambleas continentales que, respetando las peculiaridades de cada continente, tenga debidamente en cuenta la participación de las Conferencias Episcopales y de las Iglesias, con delegados propios que hagan presente la variedad del Pueblo fiel de Dios”.
El documento reflexiona, al final, sobre lo que ha supuesto este proceso llevado a cabo asta ahora como una “oportunidad de experimentar una nueva cultura de sinodalidad, capaz de orientar la vida y la misión de la Iglesia. Sin embargo, se recordó que no basta con crear estructuras de corresponsabilidad si falta la conversión personal a una sinodalidad misionera”.
La nueva configuración de la Asamblea del sínodo también tiene cabida en este documento que apunta a la continuidad de la presencia de otras personas además de obispos “como miembros de pleno derecho en el carácter episcopal de la Asamblea. Algunos ven el riesgo de que no se comprenda adecuadamente la tarea específica de los obispos. También se aclarará en base a qué criterios los miembros no obispos pueden ser llamados a formar parte de la Asamblea”.
El documento, que vuelve ahora a las Iglesias particulares, es la base para la siguiente fase del sínodo que culminará en la asamblea que tendrá lugar en Roma en octubre de 2024.