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Concilio pan-ortodoxo: superando desacuerdos para volver a un rumbo común

Las Iglesias ortodoxas están a punto de reunirse en un concilio (el primero en más de mil años) que pretende convertirse en instrumento de unidad entre ellas. Tendrá lugar del 16 al 27 de junio de 2016 en la isla de Creta.

Bryan P. Bradley·6 de marzo de 2016·Tiempo de lectura: 5 minutos

Han sido necesarias cinco décadas de intensas negociaciones sobre los temas a tratar y el formato de toma de decisiones antes de llegar al acuerdo de convocatoria del Sagrado y Gran Concilio, cuya convocatoria acordaron por fin en Suiza en los últimos días de enero los líderes de todas las Iglesias ortodoxas autocéfalas (reconocidas como autónomas).

En el caso de que la reunión se llegue a celebrar –aún quedan discordancias que podrían cambiar los planes o hacer que no todos los convocados acudan– el concilio pan-ortodoxo será un gran evento histórico, quizás no tanto por sus eventuales contenidos, como por el mero hecho de haberse celebrado. Quien convoca la reunión de forma oficial es el Patriarca Ecuménico Bartolomé de Constantinopla, que se ha destacado por ser un incansable promotor del concilio. El objetivo es que las Iglesias ortodoxas vuelvan a funcionar no como una mera confederación de Iglesias independientes, sino como un único organismo eclesial, capaz de hablar con una voz. Esto facilitaría tanto su testimonio cristiano en el mundo como las posibilidades de diálogo ecuménico, también con la Iglesia católica.  “El advenimiento del Sagrado y Gran Concilio servirá como testimonio de la unidad de la Iglesia ortodoxa”, dijo Bartolomé durante la reunión de primados ortodoxos en Ginebra (Suiza) en enero. “No es un simple evento, sino que debe entenderse como un proceso global que se desarrolla”.

Entre las 14 Iglesias autocéfalas convocadas al concilio están los patriarcados históricos de Constantinopla, Alejandría, Antioquía y Jerusalén; los patriarcados modernos Moscú, Belgrado, de Rumania, Bulgaria y Georgia; y las Iglesias arzobispales Chipre, Grecia, Albania, Polonia y de Chequia y Eslovaquia. Formando parte de las delegaciones de estas Iglesias podrán participar representantes de otras Iglesias ortodoxas que dependientes de ellas, así como observadores no ortodoxos, que podrán asistir solamente a las sesiones de apertura y cierre.

Se ha elegido para su celebración los días cercanos a la fiesta de Pentecostés que, según el calendario oriental, este año será el domingo 19 de junio. La reunión tendrá lugar en Creta. La sede será la Academia Ortodoxa, ubicada a 24 kilómetros de la ciudad costera de La Canea. En un principio, se había previsto celebrarla en la iglesia de Santa Irene, en Estambul, pero a causa de las grandes tensiones diplomáticas entre Turquía y Rusia, el Patriarcado de Moscú pidió que cambiara el lugar.

Agenda

La reunión de los primados en Ginebra (que tuvo lugar en el Centro Ortodoxo de Chambésy), además de fijar las fechas y el lugar, aprobó de forma oficial los temas a discutir y el reglamento para los 12 días que durará el concilio.

Los representantes de las Iglesias ortodoxas han intentado elaborar desde los años sesenta una serie de documentos de base sobre diez temas que se deberían trabajar en el concilio. Acerca de algunos de ellos, en su mayoría relacionados con la jerarquía interna de la Iglesia ortodoxa, todavía no hay acuerdo.

De esos diez temas, los primados aprobaron seis que se tratarán en el concilio: la misión de la Iglesia ortodoxa en el mundo contemporáneo, la diáspora ortodoxa, la autonomía y la manera de proclamarla, el sacramento del matrimonio y las dificultades con que se encuentra, el significado del ayuno y su observancia en la actualidad, y las relaciones de las Iglesias ortodoxas con el resto del mundo cristiano. En cambio, no acordaron tratar el asunto de la fijación de un calendario común para la Pascua.

“Algunos temas se han retirado de la agenda, no porque se hayan solucionado, sino porque no era posible llegar a una solución”, ha comentado en una rueda de prensa el metropolita Hilarión de Volokolamsk, jefe del Departamento de Relaciones Externas del Patriarcado de Moscú. El metropolita Hilarión ha subrayado que el concilio debe mostrar unidad, y no airear conflictos. Asimismo, expresó su satisfacción por que los primados, ante la insistencia del primado ruso, aceptaran requerir un acuerdo unánime en el concilio para que la aprobación de cualquier decisión.

Riesgos

La exigencia de unanimidad, que supone que cada Iglesia tiene poder de veto, puede complicar el desarrollo del concilio. Sin embargo, en opinión del Patriarcado de Moscú, el concilio perdería su autoridad pan-ortodoxa si en las decisiones no participaran todas las Iglesias convocadas. “Si cualquiera de las Iglesias, por cualquiera razón, no pudiera o no quisiera participar, entonces ya no sería un concilio pan-ortodoxo. Como mucho sería un sínodo inter-ortodoxo”, dijo Hilarión.

Uno de los principales conflictos dentro de la Ortodoxia es la rivalidad entre la Iglesia ortodoxa rusa y el Patriarcado Ecuménico de Constantinopla. La primera es la más grande de las Iglesias ortodoxas con más de cien millones de fieles. El segundo, por su parte, aunque tiene en la actualidad muchos menos fieles, goza de un primado de honor sobre todo el mundo ortodoxo. Además, mientras el Patriarcado de Constantinopla siempre ha promovido la idea del concilio, el de Moscú generalmente ha tratado de complicar su organización o de quitarle importancia.

También hay otras diferencias relevantes. El Patriarcado de Antioquía, por ejemplo, está enfrentado con el Patriarcado de Jerusalén acerca del nombramiento de un metropolitano en Catar. Como consecuencia, ha amenazado con no participar en el concilio de junio si antes no se resuelve tal desacuerdo.

Esperanzas

Bartolomé ha dicho repetidamente que un nuevo retraso del concilio comprometería la imagen de la Iglesia ortodoxa en el mundo y entre sus mismos fieles. A la vez, sugiere que reunirse en un concilio es el mejor modo de avanzar en unidad. “El único camino para evitar las tentaciones de aislamiento confesional pasa a través del diálogo”, afirmó el Patriarca Ecuménico en enero. En un discurso a los obispos de su jurisdicción, varios meses antes de la reunión de Ginebra, explicó su pensamiento con más detalle: “A los que dicen, con buena voluntad, que el concilio necesita más preparación y que debe incluir en su agenda más cuestiones apremiantes, la respuesta es que es todavía más importante la misma convocatoria del concilio, como un comienzo para otros concilios, que a su vez resolverán más cuestiones ardientes.

Una cuestión en que todos parecen estar de acuerdo es que el esperado Sagrado y Gran Concilio de los ortodoxos no debe llamarse “ecuménico”. Para unos, como el Patriarca de Constantinopla, porque no participarán las Iglesias de occidente, que sí participaron en los concilios antiguos anteriores al “gran cisma” de 1054; para otros, como el Patriarcado de Moscú, porque sólo después de celebrarlo, si de hecho hay aceptación universal de sus enseñanzas, se podría reconocer un concilio como ecuménico.

En cualquier caso, como escribió recientemente el teólogo ortodoxo John Chryssavgis, archidiácono y asesor del Patriarca Bartolomé, en la revista americana First Things: “Ciertamente algo se está moviendo dentro de la Iglesia Ortodoxa. Y el rumor será más fuerte y más claro en las semanas y meses venideros”. A pesar de las incertidumbres, el mismo Chryssavgis aguarda posibles resultados históricos, con la ayuda del Espíritu Santo, tanto para la vida de los mismos ortodoxos como para sus relaciones con los demás cristianos. De hecho, ve en las actuales tensiones entre grupos y personas dentro del mundo ortodoxo ecos de las luchas que se produjeron en los concilios del primer milenio. “La Historia rara vez la hacen personas de carácter débil, y la historia eclesiástica no es una excepción”, asegura.

El autorBryan P. Bradley

Vilnius

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