“Han venido por muchos caminos y de muchas Iglesias, llevando cada uno en el corazón preguntas y esperanzas, y estoy seguro de que el Espíritu nos guiará y nos dará la gracia para seguir adelante juntos, para escucharnos recíprocamente y para comenzar un discernimiento en nuestro tiempo, siendo solidarios con las fatigas y los deseos de la humanidad”.
Estas son las palabras introductorias con las que el Papa Francisco inició el proceso sinodal, que involucrará a todos los fieles dispersos en todos los rincones del mundo y en diversos niveles de responsabilidad y compromiso, a partir de su común pertenencia bautismal, hasta octubre de 2023.
Unas palabras que, en nuestra opinión, encierran la esencia de lo que el obispo de Roma pretende entregar a la humanidad entera para que encuentre un rayo de esperanza en las muchas crisis que la afligen.
Es un traspaso, pero también un compromiso. El compromiso de una Iglesia que a pesar de las dificultades del momento, fuerte en la historia que la ha forjado a lo largo de los milenios, no quiere abdicar de su papel de madre y maestra, peregrina junto a sus hijos hacia el premio eterno prometido por su fundador Jesucristo.
El Papa ha sido consciente de todo esto desde el inicio de su pontificado, y ha apuntalado toda su predicación y su magisterio con documentos principales, empezando inevitablemente por la Evangelii gaudium, que podemos decir que es el punto de apoyo de esta visión global que “anticipa” y “abarca” lo demás.
No es un secreto que en los debates que precedieron al cónclave que eligió a Jorge Mario Bergoglio, resonó en varias ocasiones la petición de una mayor colegialidad y participación entre los distintos organismos eclesiales.
Ciertamente, estamos en un punto de no retorno, y los muchos “procesos” iniciados han generado una dinámica de movimiento que tiene como objetivo último volver a ser -a nivel de la Iglesia y de los fieles, y en última instancia del “cristianismo”- de nuevo “protagonistas” en el acompañamiento del desarrollo natural de la sociedad y de los pueblos. Ciertamente, no es un camino exento de obstáculos o riesgos, pero el objetivo no es tanto “solucionar” o “arreglar”, como estimular la comprensión y el deseo de “solución” y “arreglo”, no como un maquillaje sino como un cambio profundo que comienza ante todo en el interior.
Volvamos a esas palabras introductorias del inicio del Sínodo 2021-2023.
“Han venido por muchos caminos y de muchas Iglesias”. Lo que se quiere expresar aquí es la variedad y universalidad del Pueblo convocado y presente en este viaje, del que apenas se conoce el inicio y no el desarrollo, confiado, como se dirá más adelante, a las “sorpresas” del Espíritu Santo.
“Llevando cada uno en el corazón preguntas y esperanzas”. Aquí se recoge la inquietud y la perspectiva de futuro de la época contemporánea, donde la gente tiene expectativas para las que espera respuestas definitivas.
“Estoy seguro de que el Espíritu nos guiará y nos dará la gracia para seguir adelante juntos”. El Papa es consciente de que sin el Espíritu, su guía y su gracia, nadie puede hacer nada, y lo reitera concretamente en la continuación de su reflexión.
“Para escucharnos recíprocamente y para comenzar un discernimiento en nuestro tiempo”. Aquí son evidentes las dos palabras clave que acompañarán el camino sinodal: la escucha -que deberá ser comunitaria pero también y sobre todo personal en la oración- y el discernimiento, como etapa siguiente y como disposición para comprender realmente lo que el Espíritu pide a su Iglesia.
Finalmente, “siendo solidarios con las fatigas y los deseos de la humanidad”. Todos estamos en el mismo barco y la crisis de la pandemia lo ha dejado muy claro; Francisco lo ha repetido varias veces. Así que la única forma de “salir mejor” es aplicar la solidaridad, hacernos cercanos, prójimos y en muchos casos hasta tiernos, que es el estilo de Dios, y es el tipo de Iglesia al que todos, empezando por el Vicario de Cristo, aspiramos en este gran proceso que se abre en nuestro caminar como bautizados.