El día 24 a las siete de la tarde -hora de Roma- el Papa Francisco dio inicio a un nuevo Año Jubilar, con el rito de apertura de la puerta santa en el atrio de San Pedro.
Fue una ceremonia de gran belleza litúrgica y cargada de simbolismo, que precedió a la celebración de la Santa Misa de la Natividad del Señor en la Basílica vaticana.
El llamado Jubileo de la Esperanza que la Iglesia acaba de estrenar se extenderá hasta el 6 de enero de 2026.
Recuerdo del Jubileo del año 2000
En el atrio del imponente templo, frente a una puerta circundada de flores, el Papa ejecutó un rito que lleva 600 años celebrándose, desde que Martín V abriera por primera vez el portón de la basílica de San Juan de Letrán.
La memoria voló inevitablemente a lo ocurrido hace un cuarto de siglo, cuando Juan Pablo II cruzó la puerta de San Pedro envuelto en una brillante capa pluvial de colores, conmemorando los dos mil años de la redención.
El mismo gesto cansado y orante del Papa polaco en aquella noche lo vimos también en Francisco, que llevó un sencillo manto de color blanco e iba sentado en una silla de ruedas, debido a su delicado estado de salud.
Con 88 años recién cumplidos y más de una década de ministerio petrino, verle atravesar la puerta santa tuvo una especial fuerza expresiva, pues presenciamos una imagen que resumía el magisterio con el que lleva once años guiando a la Iglesia.
Ya en la Exhortación Apostólica Evangelii Gaudium, que es la carta programática de su pontificado, publicada en noviembre de 2013, hablaba de su deseo de “una Iglesia con las puertas abiertas”.
Otra frase, “en la Iglesia caben todos”, ha sido el leitmotiv de su predicación en los últimos meses, desde que lo repitiera con insistencia en la Jornada Mundial de la Juventud en Lisboa, en agosto de 2023.
Los primeros en cruzar la puerta santa
Esta apertura y universalidad estuvieron presentes en toda la ceremonia. Tras el Papa, 54 fieles provenientes de los cinco continentes -algunos de lugares como Egipto, Eritrea, Vietnam, Samoa o Papua Nueva Guinea- entraron por la puerta santa.
En la Misa, la oración de los fieles arrancó con una petición en chino e incluyó, no por coincidencia, otra en árabe rogando por la paz.
Las ofrendas fueron llevadas por personas ataviadas con sus vestidos regionales: se podían distinguir trajes asiáticos, árabes y africanos, las plumas y la manta de una india americana, y el atuendo típico de los gauchos argentinos.
En otro momento, niños de varios países llevaron una ofrenda floral al Niño Dios.
Un pontificado de esperanza
La celebración de la Nochebuena fue el culmen de un pontificado que ha subrayado la centralidad de la misericordia en la vida de la Iglesia.
Vimos a un Papa recogido en oración, gastado, sostenido para atravesar una puerta que simboliza la reconciliación con Dios y sobre todo simboliza a Jesucristo, que se autoproclamó “la puerta de las ovejas”.
Francisco personifica él mismo la esperanza que la Iglesia predica a sus hijos en este Año Santo. Sobre esta virtud teologal versó su homilía de la Misa: “Hermanos y hermanas, este es el Jubileo, este es el tiempo de la esperanza. Este nos invita a redescubrir la alegría del encuentro con el Señor, nos llama a la renovación espiritual y nos compromete en la transformación del mundo, para que este llegue a ser realmente un tiempo jubilar”. En un mundo atravesado de guerras y dolor, el Papa venido del nuevo mundo nos deja como legado la esperanza.