Tras su sexto viaje como Papa al continente americano, el Santo Padre ha vuelto conmovido por la espontaneidad del pueblo chileno y la fe de los peruanos. Calificó en el avión de “cuento chino” que su visita a Chile fuera “un fracaso”, como le trasladó una periodista, y animó a los jóvenes a conectarse con Jesús.
TEXTO – Rafael Miner y Fernando Serrano
Al comenzar la audiencia general del pasado 24 de enero, ya en Roma, el Papa Francisco sintetizó sus impresiones tras la intensa visita al continente latinoamericano: “He regresado hace dos días del viaje apostólico a Chile y Perú. ¡Un aplauso para Chile y Perú! Dos pueblos buenos, buenos… Doy gracias al Señor porque todo ha ido bien: he podido encontrar al Pueblo de Dios en camino en aquellas tierras -incluso a los que no están en camino (y) están un poco parados…, pero es buena gente-, y animar el desarrollo social de esos países”.
El tono de la audiencia fue pausado, como es habitual. Pero en el avión de vuelta de Perú, el viaje estaba todavía a flor de piel. Hacía horas que el Papa y los periodistas estaban en el avión, tras otra jornada de gran intensidad, y en la rueda de prensa, una periodista chilena se refirió a la visita a su país como “un fracaso”. La respuesta textual del Papa en el vuelo fue ésta: “Y lo otro de Chile es un cuento chino, ¿eh? Yo de Chile me vine contento, no esperaba tanta gente en la calle. Y eso, no pagamos la entrada. O sea, esa gente no fue pagada ni llevada en colectivo. La espontaneidad de la expresión chilena fue muy fuerte. Incluso en Iquique, que yo pensé que iba a ser una cosa muy poquita, porque Iquique es desierto, ustedes vieron lo que fue la gente”.
De pie en el avión, el Papa Francisco abundó en la respuesta. Quiso salir al paso de una posible fake news, es decir, una noticia errónea o falsa que podría difundirse, y amplió su propia impresión de la visita: “En el sur lo mismo. Y en Santiago, las calles de Santiago hablaban por sí mismo. En eso creo que la responsabilidad del informador es ir a los hechos concretos. Acá hubo esto, hubo esto, y esto. Y lo del pueblo dividido no sé dónde sale, es la primera vez que lo oigo. Quizás este caso de Barros es lo que lo ha creado, pero ubicándolo en su realidad puede ser por eso. Pero a mí la impresión que me dio es que lo de Chile fue muy gratificante y muy fuerte”.
Llamamiento a rezar por la paz
Para entender mejor el diálogo, quizá convenga completar la información con las palabras del Papa del día 24, que ofrecen un enfoque evangélico. Ahí, el Santo Padre se refirió a que su llegada a Chile “fue precedida por diversas manifestaciones de protesta. Y eso hizo aún más actual y vivo el lema de mi visita: ‘Mi paz os doy’. Son las palabras de Jesús dirigidas a los discípulos, que repetimos en cada Misa: el don de la paz, que sólo Jesús muerto y resucitado puede dar a quien se confía a Él”.
El Papa siguió refiriéndose al pasaje evangélico: “No sólo cada uno de nosotros necesita la paz; también el mundo, hoy, en esta guerra mundial a pedazos… ¡Por favor, recemos por la paz!”.
Es sintomática, en este sentido, la anécdota que protagonizó el ex presidente Ricardo. Lagos en Santiago. A la salida de un encuentro con profesores de la Universidad Católica, los periodistas comenzaron a preguntar al ex presidente, socialista y no católico, sobre temas polémicos. Y su respuesta, no textual, fue la siguiente: ¿Quién soy yo para decirle al Papa lo que tiene que hacer o decir? Como seguían preguntando en la misma línea, respondió: No nos fijemos en cosas accesorias, lo importante es pensar en lo que nos ha dicho el Papa.
Tanto en la primera Eucaristía en Santiago de Chile, como en las otras dos Misas, en el norte y en el sur, el Papa lanzó llamamientos por la paz. En Araucanía, en la tierra de los indios mapuche, pidió que la paz sea “armonía de las diversidades” con “repudio de toda violencia”. Y en el norte, en Iquique, bendijo las expresiones de fe de personas de la zona y de tantos migrantes, según cuenta el obispo Mons. Guillermo Vera en estas páginas.
Un pueblo creyente
En torno a la visita al Perú no hubo intentos relevantes de marcar la agenda al Papa. O al menos no trascendieron. El sucesor de Pedro estaba realmente conmovido. según manifestó en diversas ocasiones, tanto en el avión como en la audiencia general. ¿Qué se lleva del viaje al Perú?, le preguntaron. “Me llevo la impresión de un pueblo creyente, un pueblo que pasa muchas dificultades y las pasó históricamente, ¿no? Pero una fe que me impresiona, no solo la fe en Trujillo, donde la piedad popular es muy rica y muy fuerte, sino la fe de las calles. ¿Ustedes vieron lo que eran las calles? Y no solo en Lima, evidentemente, sino también en Trujillo, también en Puerto Maldonado, donde yo pensaba tener el acto en un lugar como éste y era una plaza llena, y cuando iba de un lado para otro, también. O sea, un pueblo que salió a expresar su alegría y su fe, ¿no?”
Al final, en Lima, la referencia a los santos fue explícita y generosa: “Ustedes son una tierra ‘ensantada’. Son el pueblo latinoamericano que tiene más santos, y santos de alto nivel, ¿no? Toribio, Rosa, Martín, Juan. De alto nivel. Creo que la fe la tienen muy calada dentro. Yo me llevo de Perú una impresión de alegría, de fe, de esperanza, de volver a andar y, sobre todo, muchos chicos. O sea, volví a ver esa imagen que vi en Filipinas y vi en Colombia: los papás y las mamás a mi paso levantando a los chicos, y eso dice ‘futuro’, eso dice ‘esperanza’, porque nadie trae hijos al mundo si no tiene esperanza”.
En el avión, con los medios informativos, el Papa pidió perdón, una vez más, a las víctimas de abusos sexuales, por haber empleado en Chile el término “pruebas” al referirse al obispo Barros, cuando quiso decir que “no había evidencias” de que hubiera encubierto abusos, porque “encubrir abusos es un abuso. Lo mejor es que el que cree que es así, que aporte evidencias rápido, si honestamente creen que es así. Tengo el corazón abierto a recibirlas”.
Finalmente, relató “algo que me conmovió mucho: la cárcel de mujeres” que visitó en Santiago de Chile. “Yo tenía el corazón ahí… siempre soy muy sensible a las cárceles y los encarcelados, y siempre me pregunto por qué ellos y no yo. Y ver a estas mujeres. Ver la creatividad de estas mujeres, la capacidad de querer cambiar su vida, de reinsertarse en la sociedad con la fuerza del Evangelio…. Uno de ustedes me ha dicho: ‘he visto la alegría del Evangelio’. Quedé muy conmovido. De verdad, muy conmovido de ese encuentro. Fue una de las cosas más hermosas del viaje”.