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Celibato: ¿amistad o matrimonio con Cristo?

Explicar qué es el celibato, especialmente el de los laicos no consagrados, no es una tarea sencilla. En "Una seducción misteriosa" Javier Aguirremalloa propone una explicación de este concepto entendiéndolo como una relación esponsal.

Javier García·2 de noviembre de 2024·Tiempo de lectura: 3 minutos
hombre

@Guillaume de Germain en Unsplash

Hay libros breves que arrojan mucha luz sobre temas relevantes pendientes de iluminar. «Una seducción misteriosa» es uno de esos libros y el tema en el que profundiza es la naturaleza del celibato, particularmente el de los célibes que viven sus vidas de cristianos corrientes, es decir, sin incorporarse al estado religioso ni al sacerdocio.

Esta obra tiene un enfoque muy personal, de los que comprometen a un autor, aunque apenas aporta testimonios propios. Aguirreamalloa conjuga buenas dosis de teología bíblica, patrística, magisterio de la Iglesia, antropología filosófica y cultura contemporánea (hay citas genialmente traídas de Bono, Paul McCartney, William Faulkner o Aleksandr Solzhenitsyn). La lectura es muy fluida y deja entrever el pasado guionista y crítico cinematográfico del autor. 

Explicar la propia identidad

En la introducción se señala el objetivo del ensayo, explicarse a sí mismo su propia identidad, encontrar un «logos», una respuesta de la razón, para las vidas de quienes, como él (un laico célibe del Opus Dei) eligen el camino del celibato.

La explicación del celibato que propone el autor subraya la naturaleza esponsal, algo que a muchos puede sorprender tratándose de un laico, porque la esponsalidad con Jesús es un concepto frecuentemente aplicado al estado religioso. Sin embargo, la lógica argumental del texto resulta convincente y es heredera, por cierto, de su anterior libro, «La historia de amor más grande jamás contada», una exposición sistemática del cristianismo.

Naturaleza esponsal del celibato

Una de las explicaciones habituales del celibato es la analogía con la amistad, pues Cristo llama a sus discípulos amigos. Sin embargo, Aguirremalloa señala que la amistad no requiere exclusividad ni frecuencia diaria, pero la esponsalidad sí. En la amistad no buscas enamorarte, en la esponsalidad sí, por lo que tiene sentido ampliar la comprensión del celibato en este sentido.

Frente a otros paradigmas alternativos del celibato laical (el celibato como identificación con Jesús célibe o como amistad con Jesús), «Una seducción misteriosa» sostiene que el celibato laical es esponsal. De hecho, para el autor la esponsalidad es una característica fundamental de todo cristiano, como miembro de la Iglesia, esposa de Cristo.

Si lo más esencial del cristiano (su «qué») es la filiación divina, ser hijo de Dios, el «cómo» de esa relación es un cómo sacramental, eucarístico. Y por lo tanto, esponsal. Ahí Aguirreamalloa entronca con una amplia tradición de la Iglesia (arrinconada durante siglos y recientemente revitalizada) que ha visto en la Eucaristía (actualización del misterio pascual) el «sacrum connubium» (la sagrada boda) que produce el «admirabile commercium» (el admirable intercambio) de las naturalezas humana y divina. 

Soledad y curación

En este punto es donde aparece la mayor originalidad del libro. Si lo más nuclear del matrimonio es la presencia del cónyuge para curar la soledad del ser humano (“No es bueno que el hombre esté solo. Voy a hacerle una ayuda adecuada”, Gn 2, 18), su paralelo en la vida del célibe es otra presencia, no la de otro, sino la del Otro; la de Jesús en la Eucaristía.

Presencia real para curar la soledad, una curación que ya no será necesaria en el cielo, pura presencia del Otro sin ninguna mediación, pues en la vida eterna no hay matrimonio varón-mujer, ni sacramento de la Eucaristía. Este es el cogollo del asunto, que necesariamente deja al margen mil matices y otros tesoros preciosos presentes el libro. 

Discernimiento vocacional

Una segunda parte del libro (titulada «Celibato o matrimonio») se dedica al discernimiento vocacional. Y de nuevo el planteamiento es fresco y original. Muchos han dicho que la libre elección de vida de quien tiene recta intención y las aptitudes mínimas para el camino en cuestión es manifestación de verdadera vocación divina.

Pero, según el autor, eso no sólo es compatible con el “No sois vosotros quienes me habéis elegido, sino que Yo os he elegido…” sino que, de hecho, es la forma más coherente con la naturaleza divina de relacionarse las libertades de Dios y del hombre. Se trata de una perspectiva atractiva, construida a partir de dos sugerentes (y poco transitadas) visiones de la libertad, una desde la filosofía y otra desde la teología.

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