Vaticano

Católicos y chiíes ante el futuro, jornadas de dialogo en Roma

Autoridades chiitas de diferentes países de Oriente Medio se han reunido en Roma junto con estudiosos y representantes de la Iglesia Católica en un encuentro impulsado por la Comunidad de Sant'Egidio.

Antonino Piccione·19 de julio de 2022·Tiempo de lectura: 5 minutos

El papa Francisco habla con un líder religioso durante una reunión interreligiosa en la llanura de Ur cerca de Nasiriyah, Irak, el 6 de marzo de 2021. (Foto CNS/Paul Haring)

Autoridades chiitas de diferentes países de Oriente Medio junto con estudiosos y representantes de la Iglesia Católica, como los cardenales Louis Raphaël I Sako, Patriarca de Bagdad de los Caldeos, y José Tolentino De Mendonça, Archivero y Bibliotecario de la Santa Iglesia Romana.

La conferencia de los días 13 y 14 de julio, que se inauguró con las ponencias de Andrea Riccardi, fundador de la Comunidad de Sant’Egidio, y de Jawad Al-Khoei, secretario general del Instituto Imam Al-Khoei, partió de la propuesta de reforzar los hilos del diálogo entre dos mundos, el católico y el chií, tras el histórico encuentro entre el Papa Francisco y el Gran Ayatolá Al-Sistani en Nayaf en marzo de 2021. Esto es lo que ha dicho el director de la sala de prensa de la Santa Sede, Matteo Bruni, con motivo de este evento: «El Santo Padre ha encontrado al Gran Ayatolá Sayyid Ali Husaini Sistani esta mañana en Náyaf.

Durante una visita de cortesía, que ha durado 45 minutos aproximadamente, el Santo Padre ha resaltado la importancia de la colaboración y de la amistad entre las comunidades religiosas para que, cultivando el respeto recíproco y el diálogo, se contribuya al bien de Irak, de la región y de toda la humanidad.

El encuentro ha servido al Papa para agradecer al Gran Ayatolá Al-Sistani que, junto a la comunidad chiita y frente a la violencia y a las grandes dificultades de los últimos años, haya levantado su voz en defensa de los más débiles y perseguidos, afirmando la sacralidad de la vida humana y la importancia de la unidad del pueblo iraquí. Al despedirse del Gran Ayatolá, el Santo Padre ha reiterado su oración a Dios, Creador de todos, por un futuro de paz y de fraternidad para la amada tierra iraquí, para Oriente Medio y para el mundo entero».

Cuatro sesiones, dedicadas a los valores humanos compartidos, la responsabilidad en la comunidad religiosa, los modelos de pensamiento y el encuentro entre generaciones: la base del entendimiento mutuo entre católicos y chiitas. En el fondo, el compromiso con la paz, la relación con la política y el Estado, la vida espiritual, el valor de la familia, el papel de los creyentes en la sociedad contemporánea. 
Con el objetivo de ofrecer una vía de diálogo no abstracta, sino practicable, capaz de abrir nuevos horizontes para el futuro en un momento histórico delicado en las relaciones entre el cristianismo y el islam, como entre Occidente y Oriente.

De ahí la idea -propuesta por Jawad Al-Khoei y compartida por Andrea Riccardi y el cardenal Louis Sako, Patriarca de Bagdad- de crear una comisión permanente entre católicos y chiíes para abordar cuestiones de interés común en un espíritu de cooperación y hermandad. Una segunda propuesta operativa se refiere a la convocatoria de una nueva reunión en Irak, en Najafa.
Esta iniciativa ha registrado numerosas posturas, dignas de ser recordadas, aunque en rápida revisión.    
Zaid Bahr Al-Uloom, director de la Academia Al-Balagha, del Instituto Imam Al-Khoei, observó que «el diálogo no significa la fusión de religiones, sino el entendimiento mutuo» y que «la guerra de religiones pone a musulmanes y cristianos en la misma trinchera».

Por eso es necesario tender puentes y derribar muros, en opinión de Andrea Riccardi, que acaba de regresar «de un largo viaje a África». Muchos países están sufriendo los efectos de la guerra en Ucrania. Ningún país es una isla. El mundo global necesita el diálogo para encontrar un alma que no tiene».

En la misma línea se situó Vittorio Ianari (Sant’Egidio), que presidió la apertura de los trabajos, invocando el diálogo y la cultura, ingredientes fundamentales para abrir una perspectiva de futuro en un mundo problemático.
Con la audacia de proponer la «vía simple y radical del buen samaritano», en palabras de Marco Impagliazzo, historiador, presidente de la Comunidad de Sant’Egidio: es la vía que «apunta a la fraternidad universal como una opción sin alternativa».

Así que no es posible seguir impávidos los pasos que nos han hecho enfermar, que han hecho enfermar al mundo. Es el momento de tomar caminos diferentes. Es hora de asumir la misma lógica que subraya el texto evangélico, aquella por la que no importa la nación o la tradición que yo sea y vosotros seáis».

La Iglesia de Francisco -concluyó Impagliazzo- no acepta encogerse, encerrarse, ser una comunidad sin sueños. Sigue hablando para que el mundo sea diferente, para que el mundo tenga un futuro».

El cardenal Louis Sako, patriarca de Bagdad, propuso un llamamiento conjunto a la paz en Ucrania por parte de católicos y chiíes, pidiendo una cooperación más fructífera.

El Cardenal Tolentino, Archivero y Bibliotecario de la Santa Iglesia Romana, destacó la importancia de la hospitalidad como «lugar teológico y humano que une profundamente a las religiones, todas las cuales responden al vacío y al desconcierto del hombre». No probemos este regalo». Los textos sagrados», añadió, presentan constantemente «un modelo predispuesto a la diversidad, con una visión sorprendentemente nueva».

Una ambivalencia dirigida al mundo judío y al griego: «la apertura, la acogida, la hospitalidad» muestran que el cristianismo «ha sido plural desde el principio». Las reflexiones también estuvieron en el centro del discurso de Ismail Al-Khaliq, director de la Fundación al-Khoei de París: «Las religiones abrahámicas que se encaminan hacia la libertad muestran cómo liberarse de la esclavitud y el pecado».

Y sobre la lucha contra el extremismo y el terrorismo, Al-Khaliq relató la experiencia francesa que, «en nombre de María», ha visto encuentros interreligiosos en diez iglesias, mezquitas y salas públicas, el último de ellos en San Sulpicio con 30 grupos y comunidades. Un camino que se replicará en otras realidades.

El profesor libanés Mahdi Al-Amin, citando la declaración de Nostra Aetate, dijo que es necesaria una visión coránica «que reconozca la alteridad religiosa y establezca las bases del diálogo con ella». Imaginar espacios y formas de establecer relaciones religiosas y humanas que puedan desarrollar un diálogo que reconozca al otro». Reconoce que el Papa ha dado pasos importantes, pero espera que se redacte un documento con los chiíes, en la línea de la declaración de Abu Dhabi firmada con Al-Tayyeb.

Entre los temas principales de la conferencia, el de la libertad acompañó las reflexiones del profesor Armand Puig, rector del Ateneo Sant Pacià de Barcelona, quien recordó que «Dios elige dejar al hombre libre porque tiene fe en él». Él creyó en nosotros antes de que nosotros creyéramos en Él.

El comienzo del siglo XXI parece ser una estela continua de enormes fracasos. «Sin embargo, esta no es la historia que Dios ha planeado para sus hijos, este no es el sueño de paz que los hijos de Abraham quieren compartir. El futuro de la humanidad no puede ser una condena». Es necesario reflexionar «sobre un modelo de pensamiento para trasladarlo a la vida concreta».

En cuanto a los migrantes, intervino Daniela Pompei, responsable de Sant’Egidio para los servicios a los inmigrantes, quien recordó la fructífera experiencia de los corredores humanitarios, cruciales para garantizar la acogida y la integración.

Monseñor Vincenzo Paglia, presidente de la Academia Pontificia para la Vida, al abordar el cuidado de los ancianos, en una sociedad cada vez más «vieja», se refirió a la comisión encargada por el gobierno italiano, que él presidió, y que elaboró un documento, refrendado por el primer ministro Draghi, sobre los derechos de los ancianos y los deberes de la sociedad hacia ellos. Con énfasis en: el derecho a la protección y la dignidad; el cuidado responsable y el respeto a la voluntad de los mayores; el derecho a una vida de relación y el deber de no abandonarlos. Y la importancia de la vida espiritual en la última fase de la vida, en la que las religiones juegan un papel decisivo. 

Del diálogo entre católicos y chiíes, del que es expresión la iniciativa de la Comunidad de Sant’Egidio, surge una firme condena del terrorismo y del extremismo religioso, fenómenos que pueden definirse como el resultado de una comprensión distorsionada de la religión, fruto del desconocimiento de las propias enseñanzas de la religión, así como de la ignorancia del otro.

Con la necesidad de que las religiones no permanezcan aisladas, sino que dialoguen en el encuentro y la visita, a través de los cuales la pluralidad puede entenderse mejor y contribuir a un mundo más pacífico.

El autorAntonino Piccione

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