No me cabe duda de que uno de los tesoros de mi país –Chile– son los colegios católicos, que además de educar a los niños y a los jóvenes en las distintas asignaturas, son una escuela para la fe.
En los casi diez años que soy capellán de un colegio femenino en Chile, se han impartido clases a centenares de alumnas que se preparan para recibir los sacramentos de la Penitencia, Primera Comunión y Confirmación. También sus papás reciben clases, con el objetivo de interiorizar en la fe de sus hijos y apoyarlos en su vida cristiana. Rodrigo y María me decían que hacer las tareas de Religión con sus hijos ha sido una gran catequesis, porque han aprendido cosas que les han hecho sentirse vivos, algo que de otra manera no hubieran descubierto.
Durante el periodo más intenso de la pandemia por Covid, en que las escuelas chilenas estuvieron cerradas durante un año, se implementaron las clases a través de internet. En ese periodo, para no perder contacto con los padres y alumnas, les envié quincenalmente un breve mensaje en video a través de la web del colegio, animándolos a mantener algunas prácticas de piedad en la familia. Aunque los templos estuvieron con un acceso muy restringido largo tiempo, animamos a las familias a no decaer en su práctica cristiana.
En el tiempo posterior a las restricciones de la pandemia, constatamos que no eran pocos los padres que no habían bautizado a sus hijos. Al conversar con ellos y suscitar esta inquietud, varios reconocieron que este sacramento había quedado postergado y manifestaron su interés por recibir las clases necesarias y bautizarlos.
En otros casos, los hijos habían recibido un bautismo en una confesión cristiana no católica, y al conocer mejor nuestra fe, decidieron incorporarlos plenamente a la Iglesia Católica, al descubrir la riqueza de pertenecer a ella. Luis y Daniela, Jacob y Sofía, están contentos con el paso que dieron sus hijos.
Paulette, alumna de último año, recibió el bautismo el año pasado, y sus hermanos menores hicieron lo mismo poco después. Alejandra, en su penúltimo año, también se prepara para este sacramento. Me llamó la atención oír de alguien cercana a ella que, desde que empezó a conocer la fe, se ha convertido en una joven mucho más abierta y contenta.
También hay papás que no han recibido el sacramento del matrimonio y manifiestan su interés en formarse para recibirlo. Antonio y Alejandra, por ejemplo, están agradecidos de haber recibido el sacramento, con el apoyo de un matrimonio católico, Julián y Carmen, que los ayudaron en la preparación.
A lo largo del año hacemos entrega de objetos religiosos (agua bendita, crucifijo, Nuevo Testamento, imagen de la Virgen y del ángel custodio). Ha sido una magnífica oportunidad para explicar el sentido de esos objetos y cómo hacer uso de ellos, además de catequizar y despertar la piedad en la familia.
Me da alegría oír a papás de ex alumnas que la educación católica les ha dejado un sello que difícilmente se puede borrar, en un mundo en el que la fe se ve amenazada, y se precisa una buena dosis de valentía y de convicciones.