Carmen Abascal ha pintado constantemente tanto en pequeño formato como grande, y explorando distintas técnicas y materiales. Estudió Bellas Artes en la Complutense, en Madrid, aunque se ha dedicado desde hace muchos años a la comunicación. Pero lleva un tiempo de intensa actividad artística.
En octubre del año pasado realizó un “puertas abiertas”, y asegura estar “bastante contenta porque a la gente le gusta mi obra: he vendido bastante y he tenido también encargos”. Es verdad, asegura, que su pintura se alinea muy bien a la estética de ahora. Entre otros temas, le gusta “el horizonte como conexión, como puente entre el cielo y la tierra, como armonía, que recoge esa aspiración del hombre hacia lo trascendente, que estoy convencida que está dentro de cada persona”.
Su última exposición fue en el Puerto de Santa María, en Puerto Sherry. Ahora, Carmen Abascal trabaja en varios proyectos para presentarse en distintas ferias, tanto en España como fuera de España, que simultanea con su empresa.
¿Dónde nació y estudió usted? ¿Por dónde comenzó su actividad?
–Soy de Tudela y estudié en la Universidad Complutense, Bellas Artes. Dirigí una asociación de tiempo libre para niños, poniendo en marcha un concurso de comedias musicales, en el que la creatividad aplicada a la escenografía y vestuarios, además del baile y música, tenía un protagonismo determinante. El proyecto Concurso Nacional de Comedias Musicales consiguió gran prestigio en todo el territorio nacional, con participantes de distintas regiones españolas. Luego trabajé en una empresa de subastas.
Su sensibilidad por el arte, la belleza, surgió entonces desde muy joven…
–La he tenido siempre, desde pequeña, siempre me ha gustado mucho. Veo que el ser humano tiene esa necesidad estética, que no es un capricho, sino una necesidad, un universal del ser humano muy vinculado a la bondad, la ética y la estética están muy unidos, dicen muchos filósofos y yo lo experimento día a día. Para mí, pintar es una experiencia estética, pero que quiero compartir con la persona que ve mi obra. Creo que todos tenemos derecho a lo bello, que nos hace mejores. No sé si es muy idealista, pero estoy absolutamente convencida de que eso es así. Acabo de leer una novela “Un abril encantado”, de la australiana Elizabeth von Arnim, que es un canto a la belleza y a la bondad, y precisamente el personaje que destaca por su bondad es la que más ansias de belleza tiene, en esa novela. Además, he cultivado mucho el arte, visitas a museos, exposiciones, etc.
Hablemos de Tàpies y la arena… ¿Qué más le ha influido?
–No es sólo Tápies. El movimiento de los años 60 de los pintores españoles que trabajan con materia siempre me ha atraído mucho. Por ejemplo, tengo bastante obra también con madera, Lucio Muñoz trabajaba mucho con madera, tengo obra que hago con cuadernos… siempre me ha gustado mucho reciclar. Ahora que está muy al alza la sostenibilidad, yo he trabajado con material reciclado como expresión artística siempre. La arena me aporta mucha versatilidad para expresar la conexión con la naturaleza en distintos territorios, tanto en el mar, como en el cielo, en los volcanes, en la tierra, en el barro, la piedra, etc.
Admira y le fascina la naturaleza…
–Me gusta ir al monte, al campo. Lo necesito para desconectar conectando con la belleza.
A usted le gusta mucho el horizonte.
–Otra línea de trabajo que tengo, porque siempre me ha motivado el horizonte. Tanto en el mar, como en el campo, en la tierra, me gusta pensar que estamos con los pies en la tierra, pero mirando al cielo…
¿Y sobre los colores? ¿Qué le aportan? ¿Qué busca con su pintura?
–Los colores que encontramos en la naturaleza me atraen, aportan equilibrio y paz, algo tan necesario en estos momentos de agresividad. Con esta línea busco paz, serenidad. Mucha gente comenta que mi obra les da paz, y por otro lado, muchos clientes me piden cuadros que aporten serenidad, está claro que son valores que todos buscamos. Creo que la belleza aporta un valor trascendental que nos lleva a la verdad, a lo bueno, más que la reivindicación del arte como expresión de vida en el que se muestra lo feo. Quizá soy más soñadora en ese sentido.
Vamos terminando. Habla usted de una serie sobre conectados. ¿A qué se refiere?
–Durante muchos años he trabajado con “conectados”. Un artista necesita plasmar su expresión creativa de formas distintas, y vas evolucionando. Ahora estoy trabajando más con expresiones matéricas, con horizontes, y unas series temáticas más expresionistas. Acabo de hacer un jardín botánico, con verdes, mucha expresión de naturaleza, arbustos, árboles…
“Conectados” fue una serie influida por Gerardo Rueda. Estuve mucho tiempo haciendo ese trabajo, le llamé conectados porque unía bloques de distintos tamaños que podían ser distintas comunidades. Para mí eran como un recordatorio que nos puede ayudar, todos estamos conectados, en la familia, en el trabajo, en la sociedad civil, quería pensar en comunidades positivas y colaborativas conectadas, que tiene también una vertiente solidaria.
¿La belleza es un derecho? Es una frase suya.
–Eso pienso. Es un universal, algo que está dentro del hombre, aspirar a la belleza, una cosa que todos debemos experimentar desde lo profundo de nuestro ser, muy conectada con la bondad, a la que todos tenemos derecho y nos hace mejores. Experimentar una tarde de sol, un amanecer, un acto generoso de un niño con un anciano son hechos bellos que nos ensanchan el corazón… a todos.