Publicado en el Dossier «Próximos santos. El rostro más bellos de la Iglesia» (Palabra 676-677. Abril 2019)
Un adolescente plenamente eucarístico y tiernamente mariano, con una vida –aunque breve– vivida de manera totalmente cristocéntrica. Son estos los rasgos distintivos del testimonio de fe del jovencísimo italiano Carlo Acutis, muerto cuando tenía solamente 15 años por una leucemia fulminante. Asiduo frecuentador de la Santa Misa cotidiana desde el día de su Primera Comunión –recibida con un permiso especial a la edad de 7 años, en el monasterio de Bernaga, en Perego, cerca de Lecco– se había acostumbrado a permanecer en profundo recogimiento delante del sagrario tanto antes como después de celebración. Además, solía recitar todos los días el Santo Rosario, nutriendo hacia la Santísima Virgen una filial ternura: “mi Madre celeste”.
Convencido de que hay que evitar “morir como una fotocopia”, y de que hay que vivir tal como se nació, como un “original”, siguiendo la meta que es nuestra Patria, el joven Carlo comentaba con frecuencia que su programa de vida era “estar siempre unido a Jesús”. Su “secreto” para alcanzar esta empresa y este profundo deseo eran precisamente los Sacramentos y la oración, en particular la Eucaristía, a la que consideraba “mi autopista para el Cielo” (expresión que se ha convertido en el título de una película documental y de un libro sobre su figura). Haciendo de brújula en este camino terreno hacia la santidad, la Palabra de Dios.
Una fe encarnada
Nacido el 3 de mayo de 1991 en Londres, donde sus padres se habían mudado temporalmente por motivos de trabajo, y muerto en Monza (diócesis de Milán) el 12 de octubre de 2006, el Papa Francisco lo proclamó Venerable el 5 de julio de 2018.
De familia bien situada, pudo vivir la fe en todos los aspectos de su existencia desde pequeño, frecuentando primero las escuelas elementales y medias de las hermanas Marcelinas (una congregación dedicada a la instrucción y a la educación cristiana de la juventud, fundada a comienzos del siglo XIX) y después los primeros años de bachillerato con los jesuitas del instituto León XIII en Milán.
Se sentía más afortunado que cualquiera que hubiera vivido en la época de Cristo, porque decía que para encontrar a Jesús “basta entrar en la iglesia. Tenemos Jerusalén debajo de casa”. Con frecuencia se acercaba también al Sacramento de la Reconciliación, considerando que debía hacer “como el globo aerostático, que para subir a lo alto necesita descargar los pesos”; del mismo modo, en efecto, “para elevarse al Cielo, el alma necesita quitarse también los pequeños pesos, que son los pecados veniales”.
Atraía mucho a sus compañeros de colegio, que se encontraban bien junto a él, a pesar de que no era una persona a la que gustas en las modas; es más, solía invitarles a ir juntos a Misa y a reconciliarse con el Señor.
De él se recuerda su gran talento para la informática –era considerado un verdadero genio para su edad, con competencias que podía adquirir solo quien ya había realizado estudios universitarios–, pasión que cultivaba y a través de la cual testimoniaba su fe realizando principalmente paginas web y películas, diseño gráfico y programación, tanto que se habla de él como de un posible patrono de internet, y en general de los que trabajan en el ámbito de la comunicación social.
La Eucaristía en el centro
Antes de la enfermedad que lo atacó en 2006 y lo llevó a la muerte en poquísimos días, había ideado y organizado una exposición sobre los milagros eucarísticos en el mundo, que demuestra el culto que nutría hacia el Santísimo Sacramento, y que también le servía como ocasión para hacer que las personas cayeran en la cuenta “de que verdaderamente en la hostia y en el vino consagrado están el cuerpo y la sangre de Cristo. De que no hay nada simbólico, sino que es la posibilidad real de encontrarlo”, como contó más tarde su madre, Antonia. “En aquel periodo era ayudante de catequista y esta exposición le parecía un modo nuevo para ayudar a pensar sobre el Misterio eucarístico”. El Dicasterio para la Comunicación de la Santa Sede ha realizado también un documental sobre ella, titulado Signos, en el que están recogido testimonio de médicos y de científicos sobre la verificabilidad y la certeza de cada uno de los milagros.
La exposición ideada por el Venerable Carlo Acutis, que evidentemente está también disponible online, ha dado ya la vuelta al mundo en los cinco continentes y, en particular, en los Estados Unidos, donde se ha instalado en casi 10.000 parroquias y en más de 100 universidades, gracias también a la aportación de los Caballeros de Colón. Otras exposiciones las había dedicado a las “Apariciones y santuarios marianos en el mundo”, a los “Ángeles y demonios” y al “Infierno, Purgatorio y Paraíso”. “Quería sacudir a las almas y ha habido frutos”, continúa contando su madre.
Entre otras cosas, estaba muy ligado también a Fátima y en particular a la Aparición del Ángel, precedente a las de la Virgen, con su llamada a vivir una vida virtuosa y a reparar las ofensas a la Eucaristía. “A Carlo le había impresionado también la frase de la Virgen del 19 de agosto, en la que dice que muchas almas van al infierno porque no hay quien rece y se sacrifique por ellas”. Frase que para él se convirtió en una especie de obsesión, tanto que “por ser pequeño, ofrecía pequeñas penitencias” a la Virgen pensando en las almas del Purgatorio.
Caridad con todos
Hay que resaltar en él, por tanto, su gran espíritu caritativo hacia el prójimo, empezando por sus padres, pero también por los pobres, los ancianos abandonados, los marginados y los “sintecho”, a los cuales donaba de diversas formas los ahorros de la paga semanal. En el barrio era conocido por todos y había entablado amistad con varios porteros, muchos de los cuales eran inmigrantes de religión musulmana o hinduista, a los que no tenía miedo de hablar de sí mismo y de su fe. Por ejemplo, hizo una amistad profunda con el empleado doméstico de su casa, Rajesh, hinduista y bramán, que poco después se convertiría y pediría recibir los sacramentos: “Me decía que sería más feliz si me acercaba a Jesús. Me bauticé cristiano porque fue él el que me contagió y deslumbró con su profunda fe, su caridad y su pureza”.
El proceso de beatificación comenzó el 15 de febrero de 2013, y casi cuatro años después se cerró en Milán la fase diocesana, cuando ya su fama de santidad había explotado a nivel mundial, de maniera completamente misteriosa, pero al mismo tiempo comprensible.
“Podemos decir que, así como era famoso entre sus compañeros de clase por la facilidad para programas de ordenador o montar películas y videos, así su vida y su figura son ahora familiares a centenares de millares de chicos y chicas gracias a las redes de internet. Algunas asociaciones, parroquias e institutos incluso lo han elegido como modelo para los jóvenes”, ha declarado con ocasión del Sínodo el postulador de la causa de beatificación Nicola Gori.
Todo eso, por tanto, “gracias a esas redes sociales de las que ha sido usuario y promotor, mostrando a todos que estos medios se pueden usar de modo lícito y responsable para el bien de la comunidad y del crecimiento personal”. Efectivamente, su secreto era considerar que “cualquier medio es útil para anunciar al mundo la salvación”.
Entre otros de sus “secretos especialísimos para alcanzar rápidamente” la meta de la santidad –además de la Santa Misa, el Rosario y la visita diaria al Santísimo Sacramento, como hemos visto–, el joven Carlo sugería a sus amigos la necesidad de desear “con todo el corazón” la santidad, “y si aún no la deseas tienes que pedirlo con insistencia al Señor”; y también aconsejaba leer cada día un pasaje de la Sagrada Escritura, confesarse semanalmente “también por los pecados veniales”, hacer ofrendas y propósitos “al Señor y a la Virgen para ayudar a los demás”, y pedir continuamente ayuda “a tu Ángel de la Guarda, que tiene que convertirse en tu mejor amigo”.
En un cuaderno había escrito: “La tristeza es la mirada dirigida a uno mismo, la felicidad es la mirada dirigida hacia Dios. La conversión no es más que desplazar la mirada desde abajo hacia arriba. Basta un simple movimiento de los ojos”.
Algunos meses antes de que el Señor lo llamase a sí, mientras estaba de vacaciones con sus padres, preguntó a su madre: “¿Crees que debería ser sacerdote?”, comunicando indirectamente este deseo suyo, probablemente inconsciente. Hoy su madre es consciente de que su hijo está haciendo de sacerdote desde el cielo. En efecto, Carlo “no comprendía que los estadios estén tan llenos para los conciertos, y en cambio las iglesias tan vacías”, y repetía que antes o después sus coetáneos comprenderían que de verdad vale la pena ofrecer la vida por Cristo. Y probablemente esta intercediendo desde lo Alto.
El ofrecimiento del sufrimiento
En la cama del hospital, consciente ya de que su vida estaba llegando al ocaso, dijo a sus padres: “Ofrezco al Señor los sufrimientos que tendré que padecer, por el Papa y por la Iglesia, para no ir al Purgatorio e ir derecho al Paraíso”. Sufrimientos que llegaron, pero que él vivió con el pensamiento dirigido a quien consideraba que seguramente estaría peor que él.
Sus restos mortales reposan en Asís, la pequeña ciudad del Hermano Pobrecito –un Santo al que Carlo veneraba mucho– donde la familia tenía una segunda casa y donde él había pedido expresamente que lo sepultaran.
Son numerosas las publicaciones que cuentan su breve pero intensa vida de fe y varios centenares las paginas web y los blogs que hablan de él en diversos idiomas. Muchas son también las historias de conversión ligadas a su testimonio y ocurridas después de su muerte, provenientes de todos los rincones del mundo, desde Indonesia a China, desde Corea a Brasil, pasando por los Emiratos Árabes, Egipto, Vietnam, Alemania, Holanda y los Estados Unidos, incluidos testimonios de personas que han recibido gracias, con las correspondientes comunicaciones médicas. En la oración de intercesión para su beatificación y canonización se le recuerda como aquel que hizo de la Eucaristía el “centro de su vida y la fuerza de su empeño cotidiano”.
La decisión del Papa Francisco de elevarlo a los altares en un tiempo tan breve ha sido acogida con mucho entusiasmo y es motivo de consolación para todos aquellos que se remiten a su figura como modelo para evangelizar. No por casualidad muchos catequistas, colegios, escuelas y parroquias acuden a su experiencia para animar sus diversas actividades y hay también un sitio web que lleva su nombre y recoge todas estas experiencias. El testimonio que este jovencísimo beato deja, por tanto, a los padres y a las familias es el de educar a sus hijos desde pequeños a la oración e incentivarlos en el camino de fe.“Su jornada giraba en torno a Jesús, que estaba en el centro. Las personas que se dejan transformar por Jesús y tiene esta fuerte amistad con Dios interpelan a los otros, irradian la imagen de Dios”, dirá más adelanta su madre. En realidad, “todos nosotros inconscientemente buscamos a Dios”. Y todos lo han percibido en el joven Carlo Acutis.