Vaticano

Cardenal Tolentino: “Necesitamos alianzas, no trincheras”

Tolentino de Mendonça acudió a Madrid y allí recibió a Omnes, antes de impartir una conferencia en la Universidad de San Dámaso sobre la amistad. Durante esta conversación, el cardenal portugués se centra en temas como la presencia de los católicos en las esferas de pensamiento y, de manera especial, en el campo de las artes y la educación.

Javier García Herrería·3 de marzo de 2025·Tiempo de lectura: 6 minutos
Tolentino

@CNS photo/Robert Duncan

El Cardenal José Tolentino es una de las figuras más destacadas en el ámbito de la teología y la cultura contemporánea. Nacido en Madeira, Portugal, es sacerdote, teólogo, poeta y escritor, con una amplia trayectoria en el estudio y la difusión del pensamiento cristiano en diálogo con el mundo moderno. Su obra se caracteriza por una sensibilidad profunda hacia la dimensión humana de la fe, explorando temas como la espiritualidad, la misericordia y la relación entre la religión y la cultura. Su capacidad para combinar erudición teológica con una mirada poética lo ha convertido en una voz influyente en la Iglesia y más allá de ella.

Desde 2022, se desempeña como Prefecto del Dicasterio para la Cultura y la Educación del Vaticano, un rol en el que promueve el encuentro entre la fe y las expresiones culturales contemporáneas. Su labor se centra en la construcción de puentes entre el pensamiento cristiano y las distintas corrientes filosóficas, artísticas y sociales de nuestro tiempo. Antes de su nombramiento, fue Bibliotecario y Archivero de la Santa Sede

¿Por qué ha elegido el tema de la amistad para su conferencia?

—Puede parecer un tema antiguo, incluso simple, pero la amistad es algo que, aunque forma parte de nuestra vida cotidiana, pocas veces reflexionamos sobre ella en profundidad. Me pareció un tema crucial por varias razones. En primer lugar, porque la universidad, en su esencia, es una historia de amistad. Como recordaba el Papa San Juan Pablo II, la universidad nació de la amistad entre maestros y alumnos que buscaban juntos la verdad. Esta amistad, que está en el origen de la universidad, continúa hoy. La universidad es una comunidad de amigos que buscan la verdad juntos.

Usted vincula la amistad con la búsqueda de la verdad. ¿Cómo se manifiesta esta amistad en el contexto universitario actual?

—En la universidad se aprende a ser amigo, especialmente, amigo de la verdad. La universidad debe ampliar nuestra sed de conocimiento y ser un laboratorio de búsqueda, de hipótesis, de confrontación y de profundización sobre la verdad. Esta amistad por la verdad es lo que define a una universidad. 

Claro, una universidad tiene que ser útil, formar personas para objetivos concretos, pero su primer deber es transmitir esta pasión por la búsqueda de la verdad. La universidad no es solo un lugar para adquirir habilidades técnicas, sino un espacio donde se cultiva una relación profunda con el conocimiento y con los demás.

¿Cómo ve el papel de las universidades eclesiásticas en la construcción de la sociedad actual? 

—Las universidades eclesiásticas tienen un papel vital. Aunque algunas ciencias que se cultivan en ellas, como la Teología o el Derecho Canónico, puedan parecer alejadas de la realidad social, en realidad son fundamentales. Sin estas disciplinas, la sociedad se empobrece. 

La teología, las ciencias sagradas, las literaturas antiguas, el estudio de la palabra y el derecho canónico son fuentes esenciales para entender la dignidad humana y el derecho civil. Por eso, las universidades eclesiásticas ofrecen una contribución muy importante a la sociedad. No solo forman profesionales, sino que ayudan a construir una visión integral del ser humano y de su lugar en el mundo.

En España hubo un debate hace unos años sobre el papel de los intelectuales cristianos. ¿Qué cree que tiene que aportar el cristianismo a la vida social e intelectual del siglo XXI? ¿Cómo pueden los cristianos influir en una sociedad cada vez más secularizada?

—Las sociedades democráticas son plurales y necesitan todas las contribuciones. El cristianismo ofrece una visión única de la persona humana, de su dignidad y de su destino. 

En un mundo donde se habla de transhumanismo y de inteligencia artificial, la pregunta fundamental es: ¿quién es el ser humano? El cristianismo tiene mucho que aportar en este debate, especialmente en la defensa de una visión integral de la persona, que no sea reducida a un mero consumidor o instrumento. 

Los cristianos deben estar presentes en la vida pública, reflexionando desde las fuentes de su fe y estableciendo un diálogo cercano en todos los medios, tanto tradicionales como digitales.

¿Y cómo cree que los cristianos pueden hacer llegar estas ideas a una sociedad cada vez más secularizada? ¿Qué estrategias podrían ser efectivas?

—Necesitamos alianzas, no trincheras. Debemos buscar formas de diálogo y de amistad social que nos permitan superar la polarización y construir una sociedad más justa y humana. 

Los cristianos deben ser capaces de escuchar y de hablar con humildad, pero también con convicción. No se trata de imponer ideas, sino de proponerlas con claridad y respeto. Además, es fundamental que los cristianos estén presentes en los espacios donde se construye el pensamiento y la cultura, como las universidades, los medios de comunicación y las redes sociales.

El Papa Francisco ha hablado mucho de la importancia de la amistad entre la Iglesia y los artistas. ¿Cómo ve este diálogo entre la Iglesia y el mundo del arte? ¿Qué papel juega el arte en la vida de la Iglesia?

—El arte es una experiencia espiritual. Los artistas, a través de su trabajo, buscan lo invisible, lo trascendente. La Iglesia necesita de los artistas para traducir las verdades invisibles en formas visibles. 

El Papa Francisco ha reforzado esta amistad, convocando a los artistas en la Capilla Sixtina y visitando la Bienal de Venecia. El arte no es solo decorativo; es una búsqueda radical de sentido, y los artistas contemporáneos nos recuerdan que la belleza verdadera es aquella que lleva en sí la memoria del sufrimiento y la compasión.

¿Y cómo ve el papel de los artistas católicos en este contexto? ¿Cree que hay un resurgimiento del arte sacro o de los artistas que se inspiran en la fe?

—No se trata de crear un club de artistas católicos, sino de poner a todos en diálogo. Los artistas católicos son una bendición para la Iglesia, pero nuestro objetivo es fomentar el diálogo entre todos los artistas, independientemente de su fe. El arte es un campo de encuentro y de búsqueda espiritual, y eso es algo que debemos valorar y promover. Hay artistas que, desde su fe, crean obras profundamente significativas, pero también hay artistas no creyentes que, a través de su trabajo, nos ayudan a reflexionar sobre las grandes preguntas de la existencia. Lo importante es que el arte siga siendo un espacio de diálogo y de búsqueda de lo trascendente.

Para terminar, hablemos de la educación católica. En España, por ejemplo, hay muchos colegios católicos, pero no todos transmiten una formación doctrinal sólida. ¿Cómo podemos revitalizar estas instituciones? ¿Qué desafíos enfrentan las escuelas católicas en el mundo actual?

—La Iglesia es el principal proveedor educativo en el mundo, y esto es una gran responsabilidad. La escuela católica no puede ser solo una buena escuela; debe ser más. Debe enseñar la esperanza, ofrecer una experiencia de humanidad integral y formar personas, no solo estudiantes. Para ello, es fundamental la formación de los maestros y la creación de una comunidad escolar que viva la fe de manera transversal. 

La identidad católica debe ser clara y visible, no solo en los símbolos, sino en la calidad de las relaciones humanas que se establecen.

El cardenal Tolentino en un momento de la entrevista.

Muchos colegios católicos cuentan con pocos profesores que sean verdaderamente creyentes. ¿Qué se puede hacer?

—No podemos aceptar que se cierren escuelas o que, por dificultades económicas, nuestros colegios terminen en manos de fondos de inversión cuyo proyecto educativo desconocemos. La escuela católica tiene una identidad y es un bien para todos.

Las familias eligen un colegio católico porque saben que allí se enseña esperanza, se transmite una experiencia integral de humanidad que ayuda a formar una síntesis entre la dimensión humana y la espiritual, la verdadera base de la vida. 

Un colegio católico no puede limitarse a ser excelente en matemáticas o en cualquier otra disciplina; debe tener una identidad cristiana clara y reconocible.

¿Y cómo se manifiesta esa identidad?

—La identidad no se reduce a la presencia de una capilla o símbolos religiosos, aunque son importantes. La identidad católica se vive en la transversalidad de todas las dimensiones de la escuela: en la acogida, en la calidad de las relaciones humanas, en la apertura y en el diálogo entre fe y razón, que debe darse de manera natural.

Por eso, es fundamental el papel de los maestros y de todo el equipo educativo. Su formación y compromiso son esenciales para reforzar la conciencia de la misión de la escuela católica y sostener la esperanza.

Hoy, en un mundo secularizado, donde muchas iglesias se vacían, las escuelas católicas siguen llenas. Esto es un signo de credibilidad. Escoger una escuela católica es hacer un pacto de confianza con la Iglesia. Las familias confían en que allí no se formará solo un número, sino una persona. Y esa sigue siendo una verdad fundamental.


* Esta entrevista se realizó el 3 de febrero de 2025.

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