Ediciones Encuentro ha lanzado un nuevo libro del cardenal Raniero Cantalamessa, fraile franciscano que es además, desde 1980, predicador de la Casa Pontificia, puesto que, desde 1753, solo puede ocupar un fraile de la Orden de los Frailes Menores Capuchinos, sobre el que recae la responsabilidad de predicar en días señalados para el Papa y la Curia romana.
Fe, esperanza y caridad
En este libro, Cantalamessa profundiza en las tres virtudes teologales: fe, esperanza y caridad, aunque subrayando que “lo más importante de las virtudes teologales no es conocerlas, sino ejercitarlas”. El texto está escrito de un modo divulgativo, de modo que sea accesible a todos, no solo a los expertos.
El análisis de las virtudes arranca con el salmo 24, “¡Portones!, alzad los dinteles”, comparando la fe, la esperanza y la caridad con esas puertas que podemos abrir a Cristo y que constan de dos llaves: una situada dentro, en las manos del hombre, y otra fuera, en las de Dios.
A continuación, el predicador de la Casa Pontificia pasa a analizar la fe, profundizando en temas de especial relevancia como la relación entre fe y razón, fe y ciencia o la “noche de la fe”. Una sección importante de este apartado es la dedicada a la fe de María, que se vio probada hasta la cruz, “una réplica del drama de Abrahán, ¡pero mucho más exigente! Con Abrahán, Dios se detiene en el último momento, con ella no. […] María creyó contra toda esperanza” (p. 82).
En segundo lugar, el cardenal Cantalamessa analiza la virtud de la esperanza, una palabra que, sorprendentemente, “está ausente de la predicación de Jesús. Los Evangelios refieren muchos de sus dichos sobre la fe y sobre la caridad, pero ninguno sobre la esperanza” (p. 89). El autor explica seguidamente a qué se debe esta ausencia.
Entre otros muchos temas interesantes, incluyendo algunas imágenes que el cristianismo ha usado para la esperanza en el pasado, como el ancla o la vela, Cantalamessa recuerda que la gracia de Dios puede hacer de toda situación, incluso la más desesperada, una ocasión de bien. “La esperanza necesita de la tribulación para fortalecerse. Hace falta que mueran las razones humanas para esperar, una detrás de la otra, para que emerja el verdadero motivo inquebrantable que es Dios” (p. 126).
En último lugar, el texto nos lleva a la caridad, la única virtud eterna, ya que “la fe y la esperanza terminarán con nuestra muerte” (p. 107), mientras que la caridad, el amor, permanecerá para siempre. Se analizan en este apartado temas como la Trinidad, la Encarnación, las raíces actuales del nihilismo o cómo Jesús vivió las virtudes teologales.