Vaticano

Charles de Foucauld, “el hermano universal”, será canonizado el 15 de mayo

Descubrió la vocación religiosa y misionera al tiempo que la fe, y se puso al servicio de los más desamparados en el Sahara argelino, donde murió mártir. Una semblanza.

José Luis Domingo·3 de mayo de 2021·Tiempo de lectura: 5 minutos
Charles de Foucauld

Foto:©2021 Catholic News Service

15 de mayo de 2022. Esta es la fecha anunciada por el Papa para la canonización de Charles de Foucauld y otros siete beatos: Lázaro Devasahayam; César de Bus, sacerdote, fundador de la Congregación de los Padres de la Doctrina Cristiana; Luis María Palazzolo, sacerdote, fundador del Instituto de las Hermanas de los Pobres; Justino Russolillo, fundador de la orden religiosa de los Vocacionistas; María Francisca de Jesús, fundadora de las Capuchinas de la Madre Rubatto y la Madre María Domenica Mantovani, cofundadora de las Hermanitas de la Sagrada Familia.

Biografía de Charles de Foucauld

Charles de Foucauld nació el 15 de septiembre de 1858 en el seno de una familia aristocrática de Estrasburgo. A los cinco años perdió a su madre y cinco meses después a su padre. Los huérfanos fueron confiados a su abuelo materno, el coronel de Morlet.

Durante sus estudios, Charles pierde gradualmente su fe. «A los 17 años yo era puro egoísmo, pura vanidad, pura impiedad, puro deseo del mal, estaba como enloquecido…», «estaba en la noche. No veía ya ni a Dios ni a los hombres: Sólo estaba interesado en mí», recuerda.

Tras elegir la carrera militar, con un temperamento fogoso, multiplicó sus excesos. Apodado el «gordo Foucauld», reconoce: «Duermo mucho, como mucho, pienso poco». Habiendo heredado una gran fortuna tras la muerte de su abuelo, la dilapidó organizando fiestas. En 1880 su regimiento es enviado a Argelia. Unos meses más tarde, es licenciado por «indisciplina unida a una notoria mala conducta». El 8 de abril de 1881 fue dado de baja en las listas pero, enterado de que su regimiento iba a participar en una acción peligrosa en Argelia, pidió su reincorporación y fue readmitido. Durante ocho meses demostró ser un excelente oficial, apreciado tanto por sus jefes como por los soldados. Su escuadra regresó a Mascara el 24 de enero de 1882; pero la vida de guarnición le aburría…

Seducido por el norte de África, renuncia al ejército y se traslada a Argel. Durante más de un año, preparó científicamente y a su costa la exploración de Marruecos, que recorrió durante once meses, disfrazado de rabino. Allí se sintió abrumado por el encuentro con musulmanes que vivían «en la presencia continua de Dios». A su regreso a Francia, comenzó a interesarse de nuevo por el cristianismo. En ese momento, la vida del joven oficial cambió.  El 30 de octubre de 1886, se confesó, siguiendo el consejo de su prima, en la iglesia parisina de Saint-Augustin. El joven converso eligió dar todo a Dios. Tras una peregrinación a Tierra Santa, ingresa en el monasterio de Notre-Dame des Neiges, con los trapenses de Ardèche, el 16 de enero de 1890. «En cuanto creí que había un Dios, comprendí que no podía hacer otra cosa que vivir sólo para Él; mi vocación religiosa data de la misma hora que mi fe. Dios es tan grande. Hay tanta diferencia entre Dios y todo lo que no es Él…», escribió.

La oración del abandono

En 1897, deseando «seguir a Nuestro Señor en su humillación y pobreza», dejó la orden cisterciense para llevar una vida oculta durante tres años como siervo de las Clarisas de Nazaret. “En mi cabaña de madera, a los pies del Sagrario de las Clarisas, en mis días de trabajo y mis noches de oración, encontré tan bien lo que buscaba que es evidente que Dios me preparaba ese lugar”. Fue durante estos años cuando escribió su famoso texto que se convertiría en la Oración del Abandono:

Padre mío
Me abandono a Ti.
Haz de mí lo que quieras.
Lo que hagas de mí
te lo agradezco.
Estoy dispuesto a todo,
Lo acepto todo,
Con tal que tu voluntad
se haga en mí
Y en todas tus criaturas.
No deseo nada más, Dios mío.
Pongo mi vida en tus manos.
Te la doy, Dios mío,
Con todo el amor
de mi corazón.
Porque te amo
Y porque para mí
amarte es darme,
Entregarme en tus manos
sin medida,
Con una infinita confianza,
Porque tu eres mi Padre. 

En 1900, regresó a Francia para empezar a estudiar para el sacerdocio. Fue ordenado sacerdote el 9 de junio de 1901, a la edad de cuarenta y tres años.

A petición suya, fue enviado al monasterio trapense de Akbes. «Me sentí llamado inmediatamente a ‘las ovejas perdidas’, a las almas más abandonadas, a las más desamparadas, para cumplir con ellas el deber del amor: ‘Amaos los uno a los otros como yo os he amado. En esto conocerán todos que sois discípulos míos:’. Sabiendo por experiencia que no había pueblo más abandonado que los musulmanes de Marruecos, del Sáhara Argelino, pedí y obtuve el permiso para ir a Béni Abbès, un pequeño oasis del Sáhara Argelino cerca de la frontera con Marruecos», escribió a su amigo Gabriel Tourdes en 1902.

Posteriormente, desde 1905, vivió en Tamanrasset, en el desierto de Hoggar. En la ermita que construyó con sus propias manos, vivió «ofreciendo su vida por la conversión de los pueblos del Sahara». Deja constancia de sus sentimientos en esta nota biográfica de los inicios : “Hoy, tengo la felicidad de colocar -por primera vez en zona tuareg- la Santa Reserva en el Tabernáculo». «¡Sagrado CORAZÓN de JESÚS, gracias por este primer Sagrario en zona tuareg! ¡Que sea el preludio de muchos otros y el anuncio de la salvación de muchas almas! ¡Sagrado CORAZÓN de JESÚS, irradia desde el fondo de este Tabernáculo sobre el pueblo que te rodea sin conocerte! ¡Ilumina, dirige, salva estas almas que Tú amas!».

A fuerza de generosidad, de un duro trabajo de traducción de las escrituras, que incluyó la realización de un diccionario tuareg-francés, actuando de manera completamente desinteresada, se ganó el reconocimiento y la estima de los tuaregs, que incluso le cuidaron cuando cayó gravemente enfermo. «Mi apostolado debe ser el apostolado de la bondad. Si me preguntan por qué soy manso y bueno, debo decir: ‘Porque soy el servidor de alguien mucho más bueno que yo’”.

Luchó contra la esclavitud que aún existía en este pueblo, y utilizó el dinero que sus familiares le enviaban desde Francia para comprar esclavos y liberarlos. “Descubrió que Jesús” – según palabras de Benedicto XVI en 2005, durante la ceremonia de beatificación- “vino a unirse a nosotros en nuestra humanidad, invitándonos a la fraternidad universal que experimentó en el Sahara, al amor que Cristo nos dio como ejemplo”. Fe, esperanza y caridad sin desfallecimientos: «¡Mañana se cumplirán diez años de que digo la Santa Misa en la ermita de Tamanrasset! ¡y ni un solo convertido! Hay que rezar, trabajar y esperar». Trabajo incesante que elude los subterfugios: «Estoy persuadido de que lo que debemos buscar para los oriundos de nuestras colonias, no es ni la asimilación rápida ni la simple asociación ni su unión sincera con nosotros, sino más bien el progreso que será muy desigual y que deberá ser alcanzado por medios a menudo muy diferentes: el progreso debe ser intelectual, moral y material”.

Ante el temor de las bandas de saqueadores, con objetivos más o menos políticos mientras Europa estaba desgarrada por la Primera Guerra Mundial, el ermitaño hizo construir un «bordj» (fuerte) en Tamanrasset para que los tuaregs se refugiaran. Es allí, el 1 de diciembre de 1916, donde él morirá, asesinado por un disparo efectuado por quien lo custodiaba. Tenía 58 años.

Su deseo de martirio, siempre presente, lo había expresado en una nota espiritual de 1897: «Piensa que has de morir mártir, despojado de todo, tendido en el suelo, desnudo, irreconocible, cubierto de sangre y de heridas, violenta y dolorosamente asesinado… Y desea que sea hoy… Para que te conceda esta gracia infinita, sé fiel en velar y llevar la cruz. Considera que es a esta muerte a la que debe conducir toda tu vida: ve por esto la poca importancia de muchas cosas. Piensa a menudo en esta muerte para prepararte para ella y para juzgar las cosas en su verdadero valor».

«Charles de Foucauld, en una época en la que no se hablaba de ecumenismo y menos aún de diálogo interreligioso, sin tener que hablar a nivel teológico con quienes no compartían su fe, fue un interlocutor que fue el hombre de la caridad. Ese es Charles de Foucauld el hermano universal», explicó el padre Bernard Ardura, postulador de la causa de canonización del padre de Foucauld, a Vatican News en 2020.

Desde entonces, han surgido comunidades de sacerdotes, religiosos y laicos que forman la familia espiritual de Carlos de Jesús. A través de su diversidad, estas comunidades muestran la unidad de su origen y su misión.

El autorJosé Luis Domingo

Corresponsal de Omnes en Francia.

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