Miguel Ángel Jiménez Salinas, sacerdote de Ciudad Real, es el responsable del sostenimiento de la Iglesia en la Conferencia Episcopal Española. A las puertas de la celebración del Día de la Iglesia diocesana, afirma que el futuro que se dibuja en España, también para el sostenimiento de las comunidades parroquiales, es complicado y confía en la ayuda de conjunta de los fieles para superar este momento.
La Iglesia española celebra este próximo domingo, 8 de noviembre, el Dia De la Iglesia diocesana. Una jornada con la que se quiere recordar a los fieles que todos somos responsables de sacar adelante nuestra gran familia que es la Iglesia, con la aportación económica, sí, pero también a través de nuestra actividad solidaria, evangelizadora, etc. El responsable del sostenimiento de la Iglesia, Miguel Ángel Jiménez Salinas, recuerda, en esta entrevista con revista Palabra, que esta campaña «no exige nada a nadie, se pide colaborar, cada uno según sus posibilidades».
P- Este año la campaña viene, como todo, claramente marcada por la situación que atravesamos a raíz de la pandemia. En estos momentos son muchas las personas que no pueden acudir físicamente a su parroquia y puede surgir la duda ,¿cómo pueden seguir ayudando?
Al servicio de las parroquias tenemos un instrumento importante que es el portal de donativos donoamiiglesia.es. Desde él se puede realizar un donativo, de la cuantía y de la periodicidad que se quiera, a cualquier parroquia de España, grande o pequeña, cercana o lejana. Este portal quiere ser una ayuda fundamental para ellas, y especialmente en este tiempo en el que se ve muy limitada la asistencia física, pero que la Iglesia sigue llegando a muchas personas ofreciendo consuelo, esperanza y, también, toda la ayuda material que se necesita. Ya existía antes de la pandemia, pero en ella se ha demostrado como una herramienta muy eficaz de ayuda porque cualquier persona puede realizar su donativo, cualquier hora, en cualquier lugar, y, además, destinarlo no solo a la parroquia que quiera, sino que también puede detallar si quiere que su donativo se destine a Cáritas o cualquier de otra de las acciones que sepa se están realizando.
P- Hay personas que no han podido pisar su parroquia, o su centro dee Cáritas en meses, ¿cómo no perder el sentido de parroquia, de familia, en estas circunstancias?
M.A.J.- Eso es quizá lo más importante que tenemos que tener presente. Cuando en la misa hacemos la profesión de fe respondemos: «Sí, creo», pero respondemos todos juntos. La fe es una cuestión personal que respondemos en comunidad junto con otros. Por eso queremos remarcar tanto y hacer tanto hincapié en que somos una familia. Nuestras parroquias tienen que ser lugares de encuentro, en el que nos acostumbremos a estar, sobre todo que descubramos en ella que pertenecemos a la Iglesia, que en ella hemos recibido la fe y es en ella el lugar en el que encontramos el mejor ambiente para su crecimiento.
Igual que nuestra vida cristiana, debemos descubrir en la parroquia nuestra referencia más concreta para que, desde ella, nos sepamos miembros vivos de la Iglesia, es una tarea, un camino.
La Iglesia en pandemia
P- Durante todo el tiempo de pandemia, la Iglesia ha venido trabajando de muchas maneras; la primera pastoralmente, pero también en el campo asistencial o educativo han seguido adelante o surgido muchas iniciativas, ¿cómo se ha podido sostener esta actividad? Y en cierto modo ¿cómo se prevé el futuro?
M.A.J.- Lo que se prevé para el futuro, aunque nos cueste, es dificultad y sufrimiento, pero que juntos lo podremos afrontar. Ese será nuestro mejor punto de apoyo.
En el portal iglesiasolidaria.es, porque a veces hay que concretar las cosas, hemos descubierto todo lo que la Iglesia estaba haciendo durante los meses de primavera de este año, en marzo, abril y junio, y también lo que ahora sigue haciendo: una labor que mira a la persona en todas sus dimensiones. Es verdad que hay muchas asociaciones y ONG que suponen una ayuda constante, pero la Iglesia mira a la persona de manera integral. Dar de comer, repartir alimentos, ayudar a pagar el recibo de la luz o a buscar trabajo, dentro de las dificultades que puede conllevar, porque para todo se necesitan recursos, es una tarea que muchos están ofreciendo. La mirada integral de la Iglesia sobre el hombre también habla de su dignidad, ofreciendo consuelo y esperanza. Acompañando en tantas situaciones de dolor y de dificultad.
Día de la Iglesia diocesana
P- La campaña del Día de la Iglesia diocesana lleva varios años con una misma línea “somos una gran familia contigo” ¿no puede generar cierto cansancio esta misma idea repetida? ¿por qué se ha elegido esta idea como eje de comunicación?
M.A.J.- Ya lo decíamos un poco antes. Ese mensaje quiere transmitir lo que la Iglesia es, lo que somos en ella. Por eso, a ese mensaje también lo acompañamos con “somos lo que tú nos ayudas a ser y «SomosIglesia24Siete». Todo forma parte de la misa idea. Si miramos hacia dentro de la Iglesia descubrimos que Dios es nuestro Padre, que todos somos hijos suyos y, por lo tanto, hermanos entre nosotros. En una familia no nos desentendemos unos de otros, sino que todos colaboramos, todos ayudamos, todos ofrecemos lo que somos y tenemos porque lo importante es que juntos sigamos caminando. Pero esa Iglesia que es familia, en la que todos somos hijos, depende de la aportación de cada uno, de su entrega corresponsable. También, por supuesto, la Iglesia mira hacia fuera de sí misma porque está comprometida con la sociedad y, por eso, «SomosIglesia24Siete». Permanentemente abiertos y dispuestos a ayudar, eso es lo que significa 24Siete, 24 horas al día, siete días a la semana: siempre dispuestos a dar por los demás todo lo que tenemos.
Colaboración más allá de lo económico
P- En un momento en el que la crisis económica no es una amenaza sino una realidad, ¿no es exigir demasiado el pedir ayuda para la Iglesia? ¿de verdad revierte esta ayuda?
M.A.J.- Por supuesto, lo que la Iglesia es y hace, su misión y tarea lo vive mirando al mundo. Ya dijo el papa san Juan Pablo II que esta Iglesia mira al hombre concreto y real y busca su bien, su salvación. No se exige nada a nadie, se pide colaborar, cada uno según sus posibilidades. Nosotros hablamos de compartir, de entregar, de colaborar con tiempo, con cualidades, con oración, con apoyo económico y, si se miran cada una de estas dimensiones en conjunto, lo que vemos es que una persona puede colaborar de maneras diferentes. Habrá personas que, por su profesión o por sus ocupaciones, no tengan tiempo para compartir, pero sí podrán ayudar con alguna de sus cualidades porque las pondrán no solo al servicio de la Iglesia sino, a través de ella, compartiéndolas con el mundo. Otros, quizá, podrán rezar, es una tarea a veces olvidada que podemos ofrecer por los demás: rezar por otros. Por supuesto, la colaboración económica, porque sin dinero y sin apoyo no podríamos ayudar en tantas necesidades como muchas veces hay. También con tiempo. Entregar tiempo a los demás es tremendamente valioso.
Lo más importante es que cada uno podemos sentirnos llamados a colaborar de una manera determinada sin que sea excluyente, es decir, quizá muchos podemos colaborar en esas cuatro dimensiones: con nuestro tiempo, con nuestras cualidades, con nuestra oración y con nuestro apoyo económico, es decir, con todo lo que somos.
Por último ¿colaboramos más ahora con nuestra parroquia? Quizás siempre centramos la mirada en la colaboración económica, pero, ¿son igualmente loables todas las maneras de ayudar?
M.A.J.- Así es. Muchas veces, porque también es lo más inmediato, cuando alguien nos pide ayuda, nos tocamos el bolsillo. Efectivamente, hay veces que, si ese compromiso no llega al bolsillo, -lo dice el papa Francisco- no es todo lo serio y radical que podría ser. Sin embargo, ningún tipo de colaboración es excluyente y, en nuestras parroquias, se necesita la colaboración de todos. Esa es la llamada que todos estamos recibiendo y que estamos llamados a responder: colaborar con nuestra parroquia, de la manera en la que podamos; que nos impliquemos porque pertenecemos a la Iglesia, que es nuestra madre. En una familia, en una comunidad, cada uno aporta según su forma de ser según sus circunstancias, sus cualidades, compartiendo todo, ofreciendo todo. También en nuestra parroquia tiene que ser así.