El camino sinodal alemán concluyó su cuarta Asamblea el sábado día 10 por la tarde, después de que nada más comenzar –el jueves, 8 de septiembre– se produjera una auténtica sensación, una situación que, por las reacciones que suscitó, no entraba en los planes ni de los dirigentes del camino sinodal ni de la inmensa mayoría: el primero de los textos que se presentaba a votación, con el título de “Líneas básicas para una ética sexual renovada” –en realidad, un cambio radical de la doctrina tradicional siguiendo los dictados de la “diversidad sexual”–, no obtuvo la mayoría precisa entre los votos de los obispos.
Según los propios estatutos del camino sinodal, para aprobar definitivamente un texto se requieren dos mayorías cualificadas: dos tercios de todos los votos emitidos en la asamblea, y además dos tercios de los votos emitidos por los obispos. De los 57 votos emitidos por obispos, 31 lo hicieron con “sí” y 22 con “no”; 3 se abstuvieron.
Tras el primer momento de desconcierto, comenzó una presión prácticamente insoportable sobre los obispos que habían votado en contra. Entre lágrimas, la co-presidenta del camino sinodal, Irme Stetter-Karp, les afeó no haber tomado la palabra en el debate para dejar clara su posición; un argumento un tanto falaz, pues quien ha asistido a las anteriores Asambleas sabe que quien se atrevía a exponer una opinión minoritaria –defendiendo la Tradición y la doctrina de la Iglesia– era objeto de murmullos de desaprobación e incluso de abucheos. Además, como dijo en una intervención el cardenal Rainer Woelki, de Colonia, un grupo de esa minoría –dirigido por el obispo Rudolf Voderholzer de Ratisbona– había presentado una y otra vez documentos alternativos, disponibles en internet, que sin embargo nunca se tuvieron en cuenta.
Presión en el camino sinodal
En la rueda de prensa a primera hora de la mañana del viernes día 9, Irme Stetter-Karp, que también es presidenta del Comité Central de los católicos alemanes, incrementó aún más la presión sobre los obispos “disidentes” y les echó en cara seguir una “estrategia de bloqueo”. Incluso dejó entrever un ultimátum: si se continuaba con dicho bloqueo, el Comité Central abandonaría la Asamblea.
Para salir de la “crisis”, se tomaron diversas medidas: por un lado se elevó el tiempo de cada intervención de uno a dos minutos, para facilitar que expusieran sus reparos quienes estuvieran en contra de un determinado texto; además, el presidente de la Conferencia Episcopal y co-presidente del camino sinodal, Georg Bätzing, se reunió con los obispos a puerta cerrada. Como consecuencia de esto, en el debate sobre el texto básico “Mujeres en servicios y ministerios en la Iglesia” participó un número muy elevado de obispos, sin que se produjeran las expresiones de desaprobación usuales en anteriores asambleas.
Intimidación
A la aprobación del texto, también por parte de los obispos, contribuyeron otras dos circunstancias. Por un lado, una medida de intimidación: la exigencia de que las votaciones fueran nominales –con la correspondiente publicación en internet– y, por otro, que en cierto modo que se rebajara el tono del documento; así, dicho texto sobre la mujer en la Iglesia se presenta ahora no como una exigencia de la ordenación sacerdotal para la mujeres, sino como una “consulta a la autoridad suprema de la Iglesia (Papa y concilio)” de si se puede revisar la doctrina de “Ordinatio sacerdotalis” de Juan Pablo II (1994), en que el Papa establecía como doctrina definitiva la imposibilidad de la ordenación de mujeres en la Iglesia católica.
De este modo se consiguió aprobar el texto con solo 10 votos en contra (y 5 abstenciones) de los 60 obispos presentes. Aun así, el resto del documento –cuyo tono queda reflejado en la observación con que se introdujo: “lo que hay que argumentar no es por qué puedan ordenarse mujeres, sino por qué no pueden”– continuó manteniendo el mismo tenor literal.
Nuevo consejo sinodal
Algo similar sucedió también en la mañana del sábado día 10 al debatir un texto “de acción” sobre la erección de un Consejo Sinodal para toda Alemania, con el fin de dar continuidad al camino sinodal. Según el texto presentado, su función sería coordinar los trabajos de la Conferencia Episcopal y del Comité central de los católicos alemanes. Dicho Consejo se enfrentaría abiertamente a la nota de la Santa Sede del pasado mes de julio, que recordaba que el camino sinodal “no está facultado para obligar a los obispos y a los fieles a adoptar nuevas formas de gobierno”.
Se llegó entonces a una fórmula de compromiso: en lugar de aprobar la creación de un Consejo Sinodal, se trataba de votar sobre una “comisión sinodal”, encargada de prepararlo: “hoy no tomamos ninguna decisión definitiva”; tanto el obispo de Eichstätt, Gregor Maria Hanke, como el de Görlitz, Wolfgang Ipolt, recomendaron vivamente estudiar el documento de la Comisión Teológica Internacional sobre sinodalidad y se refirieron a que “lo importante, sobre todo, es que descubramos la parte espiritual de la sinodalidad y profundicemos en ella”. En la votación llamó la atención, entre los obispos, el elevado número de abstenciones: 10; solo 6 votaron en contra, por 43 a favor.
Promoviendo una nueva ética sexual
Por otro lado, el hecho de que el texto fundamental sobre la ética sexual renovada fuera rechazado tampoco parece tener consecuencias prácticas. Mons. Georg Bätzing anunció que –a pesar de la votación en contra– llevaría el texto, “por ser resultado del trabajo del camino sinodal”, al “nivel de la Iglesia universal”, concretamente a la visita ad limina en noviembre en Roma y a la reunión continental de los obispos en vista al Sínodo de los obispos sobre la sinodalidad, en enero.
Además anunció que la Conferencia Episcopal trataría ese texto en su Asamblea ordinaria a finales de septiembre, y también que lo emplearía en su propia diócesis, Limburgo, cosa que también ha anunciado el obispo de Dresden, Mons. Heinrich Timmerevers. Sin embargo, el obispo de Passau, Mons. Stefan Oster, mostró su sorpresa y desacuerdo: “Me pregunto si no estás adelantando algo que estaba siempre previsto en caso de que no hubiera mayorías”; si esto fuera así, “cada diócesis seguiría su propio camino y se llegaría a la división que queríamos evitar”.
Además, el sábado se aprobaron –en primera lectura, con lo que la decisión final queda aplazada a su presentación, tras diversas modificaciones, en la siguiente asamblea sinodal para su segunda lectura– tres textos relativos a la “nueva moral sexual”; uno de ellos sobre “Diversidad sexual” que –según una de las participantes en la asamblea, Dorothea Schmidt– “pone en cuestión la doctrina sobre la creación”. Sin embargo, ninguno de los obispos presentes hizo una intervención crítica al respecto. Al aprobar este texto, la asamblea sinodal exhorta a todas las diócesis a nombrar encargados para personas “LGBTI*” a fin de “sensibilizar” a los fieles en cuestiones de diversidad sexual. Solicitan además al Papa que “abra a personas transexuales todos ministerios ligados a la ordenación”.
Hay que hacer notar que sobre esos textos “de acción” no se debería haber votado, puesto que el texto base del que emanaban –“Líneas básicas para una ética sexual renovada”– había sido rechazado el jueves por la tarde. Aunque el cardenal Reinhard Marx avisó de ello, la presidencia de la Asamblea hizo oídos sordos a la advertencia y permitió la votación.
Sacerdotes homosexuales
El texto “Des-tabuización y normalización: sobre la situación de los sacerdotes no heterosexuales”, igualmente aprobado en primera lectura, exige el reconocimiento de sacerdotes no heterosexuales y solicita a los obispos que, a nivel universal, aboguen por abolir la prohibición de que se ordenen sacerdotes homosexuales. Mons. Oster volvió a mostrar su escepticismo: ese texto supone un dilema para los obispos; cuando hablan sobre homosexualidad y “posiblemente la problematicen” se ven expuestos a que eso se considere como un ataque a personas con orientación homosexual.
Por último, la Asamblea asintió, en primera lectura, al texto sobre “Proclamación del evangelio por mujeres, con la palabra y los sacramentos”, que aboga por “abrir” la predicación para las mujeres, así como por que las diócesis estudien la posibilidad de que los laicos –hombres y mujeres– administren el bautismo; lo mismo puede decirse del matrimonio.
Antes de esta votación, cinco participantes de la Asamblea solicitaron formalmente que la votación fuera secreta, conforme al estatuto del camino sinodal; según este, en ese caso, la votación ha de ser secreta. Sin embargo, la presidencia de la Asamblea lo pasó por alto –aludiendo a una “interpretación” ad hoc del estatuto—, obligando a que la votación fuera nominal. Marianne Schlosser, catedrática de Teología de Viena y premio Ratzinger de Teología, se mostró “indignada” por el modo autoritario en que se tomó esa decisión; inmediatamente después de la votación, abandonó la Asamblea.
Al término de la Asamblea, Irme Stetter-Karp volvió sobre a hablar de los obispos; con cierto aire de suficiencia, dijo: “Es positivo que los obispos hayan comprendido que la situación era seria; pero podrían haber expresado su opinión antes”. Y, de cara al Consejo Sinodal: “Estamos dispuestos a tomar decisiones difíciles junto con los obispos alemanes”.
La quinta –y previsiblemente última– Asamblea sinodal se celebrará en marzo de 2023.
* Texto actualizado a las 17.22h.