En julio de 1945, como parte del “Proyecto Manhattan”, el ejército estadounidense llevó a cabo una prueba nuclear en el desierto de Nuevo México, Estados Unidos. Apenas unas semanas después, dos bombas nucleares detonaron sobre Hiroshima y Nagasaki, en Japón, causando la muerte a cientos de miles de personas.
En el aniversario de la tragedia, la Conferencia episcopal de los obispos católicos de Estados Unidos (USCCB) ha emitido una declaración. La nota la firma el obispo David J. Malloy, presidente del Comité de Justicia Internacional y Paz de la USCCB.
Al principio del comunicado, Malloy lamenta que las guerras y el desarrollo de las armas nucleares sigan adelante, “mientras se disuelve la arquitectura de control de armamentos”. Después de estar “al borde de la aniquilación nuclear”, los obispos avisan de que “la amenaza de más de 10.000 armas nucleares en nuestro mundo no debe alejarse más de la conciencia pública de la generación actual”.
Una crisis actual
El obispo Malley menciona las amenazas nucleares cruzadas en la guerra actual entre Rusia y Ucrania. Acusa también el provecho que sacan los Estados y otros actores no estatales “de las tecnologías cibernéticas en rápido desarrollo que están dando lugar a sistemas de armas cada vez más sofisticados y letales”.
Por otro lado, la USCCB denuncia que el “Nuevo START”, el Tratado de Reducción de Armas Estratégicas, se está deshaciendo entre Estados Unidos y Rusia. El peligro no está solo en el aumento de la amenaza, sino que el episcopado subraya que “los miles de millones de dólares gastados en el desarrollo de estas armas son recursos preciosos que no están disponibles para otras necesidades críticas de desarrollo humano y económico”.
Gobernar con justicia
El comunicado anima a “permanecer vigilantes para no perder nunca de vista los extraordinarios peligros que estas armas suponen para la humanidad”. El control de armamentos exige prudencia y una especial atención “a las diferencias entre las consideraciones justas e injustas del arte de gobernar”.
La USCCB también se hace eco de las palabras del Papa Francisco al obispo de Hiroshima, a quien escribió en mayo. El Pontífice, rememorando su visita a Japón en 2019, advirtió de que “el uso de la energía atómica con fines bélicos es, hoy más que nunca, un crimen no sólo contra la dignidad de los seres humanos, sino contra cualquier futuro posible de nuestra casa común”.
Una guerra sin victoria
Concluye la declaración de los obispos con una afirmación rotunda: “Una guerra nuclear no puede ganarse y nunca debe librarse”. El obispo Malley invita a todos los católicos “y a las personas de buena voluntad” a rezar para que los gobernantes “traten seriamente de hacer los progresos críticamente necesarios en el control de armas”.
El episcopado pone esta intención en manos de la Virgen de Fátima, que ya intercedió por la paz en el mundo durante los conflictos sucedidos en el siglo XX.
Una obligación moral y política
Esta no es la primera vez que la USCCB se pronuncia acerca de las bombas nucleares. La Conferencia ha hecho pública en diversas ocasiones su preocupación por la amenaza que supone el armamento nuclear.
En 1983, la USCCB publicó una carta pastoral llamada “The Challenge of Peace”. En ella mencionaron el “gran esfuerzo intelectual, político y moral” que requieren los avances para evitar una guerra nuclear y fomentar el desarrollo de políticas de control.
Diez años después, en una declaración llamada “The Harvest of Justice is Sown in Peace” los obispos subrayaron que “la eventual eliminación de las armas nucleares es más que un ideal moral; debería ser un objetivo político”.
En la página web de la USCCB se puede encontrar toda una sección con los distintos documentos de la Conferencia hablando sobre las bombas nucleares, así como materiales para profundizar en la reflexión acerca de esta crisis.